Después de pasar un buen rato riendo, ya era hora de marcharme. Estaba cansada y tenía que arreglar algunos documentos de mi próximo cliente.

Me levanté de mi asiento, recogí mis cosas y me despedí de todas.

Al abrir la puerta de la entrada, di un brinco al ver quien estaba frente a mí.

Él soltó una pequeña risa.

– Hola, Srta Bell.— Dijo antes de dar un paso hacia mí.

Me sentí nerviosa, así que me aparté de la entrada con paso ágil y rápido.

– Sr Vahmonde.— Saludé con un asentimiento.

– Oí por ahí, que destrozaste al mejor abogado que ocupaba tu lugar en tu ausencia. — Habló interesado, se cruzó de brazos.

Ladee la cabeza y le reste importancia.

– Es mi trabajo. Además, está demás decir que yo soy la mejor abogada de la ciudad.— Hablé con superioridad.

Él sonrió burlón.

Sus ojos aceituna y el sol metiéndose, sin duda una grandiosa vista que apreciar.— Mentiría si dijese que Killian no me atraía.

Es más, me gustaba. — Sin embargo, él tenía hijas.— Bueno, realmente no quería pensar en ese tipo de cosas.

Porque significaría que estoy pensando en algo más serio, cuando yo no sirvo para ese tipo de cosas.

Solté un suspiro desganado.

– Me retiro, buenas noches.— Camine hacia mi auto, pero un brazo sobre mi cintura me detuvo.

– Lara, yo— Y fue interrumpido por las luciérnagas.— este cerró sus ojos, los abrió y con la mirada me pidió disculpas.

Asentí, me agaché y una vez más, me despedí de las pequeñas. —Prometiéndoles en secreto ir por un helado pronto.

Subí a mi auto y arranque.

Antes de marcharme, pude ver como él cargaba a Darice en sus brazos, mientras la pequeña se abrazaba a su pierna.— Sentía envidia.

Él tenía una familia, él tenía amores incondicionales.

Alejé esos pensamientos y entré en mi departamento.— ¿Qué?, conduzco rápido.

Fui hacia el baño y me desprendí de toda mi ropa, adentrándome en la ducha fría.

Me serviría una taza de café negro, necesitaba concentrarme en este nuevo caso. — Me acomodé en el sofá, detalladamente leí cada párrafo con información del caso.

No sé cuántas horas pasaron, pero yo aún no acababa con los detalles, cuando oí unos golpes en mi puerta.— Mire la hora en mi celular, la 1:23 am.

Extrañada camine con pasó lento hacia la puerta.— Me detuve, ¿Y si era un ladrón que quería violarme y después vender mis órganos?

Pensé un poco más, los ladrones no tocaban la puerta.— ¿Y si era un sexy vampiro, y tocaba mi puerta para decirme que yo era su alma gemela?

Con ilusión abrí la puerta, pero mi sonrisa recayó al ver de quién se trataba.

– ¿Tan mal me veo?— Hablo un Killian un poco transpirado y con la respiración agitada.

Me encogí de hombros indiferente. — Creí que podría ser algún lindo vampiro, cielos. — Lara, estos no existen, y si existiesen, tú no serías el alma gemela de nadie.

Mi propia conciencia desilusionándome.

– Tenemos que hablar. — Oh, oh. La frase que te pone los pelos de punta.

En mi causaba un sentimiento, un pensamiento. — Huye. Tan lejos como puedas, ahora.

Quise cerrar la puerta, pero este me detuvo y entro en mi hogar— Desordenado, por cierto como siempre.

Me arrastró con el hacia el sofá.

Me miró fijamente. — Oh, sus ojos. Cosa linda, cosa hermosa, cosa bien hecha. — Para. Ya, concéntrate.

No había escuchado nada de lo que había dicho en los últimos dos minutos. — Pero debía ser importante, porque el caminaba impaciente frente a mí, y se llevaba las manos a la nuca.

Lo mire atenta.

– Lara, ¿Qué somos? —Abrí mis ojos grandemente.

He ahí la pregunta, sin respuesta.

Parecía que me había quedado muda ante su figura imponente y desaliñada pero atractiva.

No podía pensar, no quería responder.








Alexandra Cuevas.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Where stories live. Discover now