Seis.

2.2K 229 82
                                    

6.
7 de julio del 2015.

—Blair, ábreme, por favor —Le escuché suspirar, al otro lado de la puerta—. ¡Sé que estás ahí, puedo escucharte comer cereal!

Rodé los ojos y caminé hasta la puerta, aburrida de la implacable insistencia de Norman. El hombre llevaba más de diez minutos, tocando el timbre y golpeando, esperando que yo me dignara a abrirle. De todos modos, no le costó mucho entender que yo aún seguía molesta por todo lo sucedido la noche anterior.

—¿Puedo pasar? —Preguntó, apenas abrí, pasando por mi lado y adentrándose en el apartamento.

—Ya estás adentro, ¿no? —Respondí con otra pregunta, y él rio nervioso.

Cerré la puerta y caminé hasta el mesón, volviendo a situarme en mi puesto y prestándole más atención a mi cereal que a él, quien caminaba de un lado a otro, por de la sala de estar.

—Yo... mierda, Blair, odio que estemos así... —Titubeó, sin mirarme.

—¿Así cómo? —Cuestioné, fingiendo no saber de qué hablaba, inclinando la cabeza hacia un lado.

—Enojados...

—¿Estás enojado conmigo? —Parpadeó nervioso, ante mi interrogación, y negó con rapidez—. Entonces, no entiendo.

—Tú estás enojada conmigo. —Musitó.

—Oh, claro que no, Norman —Fingí simpatía y me llevé un último bocado de desayuno a la boca. Miré el reloj que adornaba mi muñeca y junté mis labios—. Se me hace tarde para el trabajo. Lo siento, pero debo dejar esta conversación hasta acá —Murmuré, pero no hizo esfuerzo en moverse—. Cierra cuando salgas...

Tomé mi bolso, dejándole claras mis intenciones de marcharme, sin embargo, su brazo sujetándome con fuerza me lo impidió. Me obligué a mirarlo, sin embargo, fue la decisión más estúpida que pude haber escogido, pues olvidé que sus ojos tenían un poder sobre los míos.

—Mierda, Blair, en verdad lo siento —Confesó y, aprovechándose de mi silencio, tomó mi rostro entre sus manos. Sus pulgares de deslizaron con suavidad sobre mis mejillas y respiré con dificultad. Odiaba aceptarlo, pero, este hombre me quitaba la respiración. Y también la capacidad de hablar—Tengo que hacer algo esta noche —Susurró—, pero mañana soy todo tuyo, lo prometo, preciosa. Sé mía, mañana. —Pidió y me sonrojé, ante las miles de interpretaciones que podían tener sus palabras.

—No-no sé si pueda... —Balbuceé, y sentí sus brazos pegándome a él.

—Por favor...

Sacudí la cabeza, despabilándome de aquella estúpida hipnosis y retrocedí unos pasos. Me miró afligido y sonreí con cansancio.

—Yo... debo irme —Tosí, cabizbajo—. Hablamos después, ¿sí?—Me despedí.

***

Eran alrededor de las ocho treinta de la noche, cuando me hallaba volviendo al edificio, después de una larga jornada de trabajo. Mis planes para la noche parecían ser una película y una copa de vino, hasta que el Mark, el hombre de la recepción, y que me conocía desde que era una adolescente, me detuvo, antes de que pudiera llegar al elevador.

—Un hombre le está esperando, señorita Scott. No sé por qué. —El anciano me sonrió con amabilidad—. Le he dicho que podía esperar acá, pero me ha dicho que prefería hacerlo afuera —Comentó, señalándome con la mano la oscurecida silueta del hombre que caminaba de un lado a otro, casi en la esquina de la calle.

—Gracias, Mark. —Le devolví la sonrisa, caminando nuevamente hacia el exterior.

Mis pasos hacia él fueron rápidos. No tardé en reconocerle, pues seguía vistiendo sus alocados atuendos, pese a que ya tenía un poco más de cuarenta años.

—¿Qué haces acá? —Interrogué, ocultando la mezcla de emociones que me provocaba verlo.

—Sabes por qué estoy acá —Rio con nerviosismo, jugueteando con sus manos, las cuales permanecían escondidas en los bolsillos de su chaqueta.

—Gareth... —Comencé, pero su nombre fue lo único que alcancé a articular.

—Podemos hacer algo al respecto, Blair —Me interrumpió y moví mi cabeza de izquierda a derecha—, sabes que podemos hacerlo.

Mi mandíbula se tensó, ante sus palabras, al mismo tiempo que me cuestionaba el comportar de Wolf. No entendía por qué era tanto su afán, ni de dónde brotaban esa sed de venganza que ni yo, la propia hermana de Craig, sentía.

—Han pasado cinco años, Gareth. —Suspiré, viéndole con preocupación y rio.

—No importa cuánto haya pasado, Craig murió por culpa de Paul. ¿¡Dejarás que se salga con la suya, acaso!?

—¿¡Por qué mierda te importa tanto!? —Chillé, perdiendo el control de la situación con mucha rapidez—. ¡Craig murió hace cinco malditos años! ¡No es algo que he podido superar, pero he aprendido a vivir con ello! ¡y tú deberías hacer lo mismo! —Mascullé—. Así que, explícame, Gareth, ¡¿Por qué mierda...?!

—¡Porque era el amor de mi vida! —Gritó y parpadeé, tratando de digerir las palabras que acababa de decir.

Y es que, en ese exacto momento, todo en mi cabeza hizo click. Las constantes visitas de Gareth en nuestro departamento, sus extrañas estadías nocturnas, sus raros gestos con mi hermano, las miradas que le daba y las que Craig le daba de vuelta, todo; todo hacía, jodidamente, sentido.

—Blair —Murmuró, cerrando los ojos, con pesadez, por un instante—, mierda, no debías enterarte así —Susurró, tan despacio como si hablara para él mismo—. Déjame explicártelo...

—No-no. —Tartamudeé, temblando y estirando mis brazos, para alejarlo, de la misma manera que lo había hecho hace un par de días.

Mi cabeza no soportaba más información, mas Gareth no parecía notarlo.

—He dejado mi número con el hombre de la recepción, Blair. Cuando estés lista para hablar, yo...

—No —Repetí—. No puedo con esto ahora.

Volteé, devolviéndome velozmente al edificio. Con suerte le di las gracias a Mark, antes de correr al ascensor, sintiendo que un montón de dudas, más que las que tenía antes, comenzaban a crecer dentro de mí. Una ansiedad se alojaba en mi pecho, asegurándome que, pronto, me encontraría llorando.

Caminé hasta su puerta, rendida. Sabía que no estábamos en los mejores términos, yo necesitaba recurrir a alguien en ese momento, y tenía claro que Norman estaría para mí. O eso creía.

Toqué el timbre un par de veces, desesperada por contarle lo que estaba sucediendo. Pero cuando quien me recibió fue un rosto familiar, de largos cabellos rojizos, vistiendo sólo una de las camisas de Reedus, supe que, en mi intento de recurrir a él, sólo había logrado herirme un poco más.

—Norman no está —Habló, con amabilidad—, ha ido por una pizza. Puedes dejarle un mensaje si quieres —Ofreció, sonriente, para luego presentarse—. Soy Julia, su novia.

Miss Nothing - Norman Reedus.Where stories live. Discover now