Tres.

2.5K 242 5
                                    

3.
5 de julio del 2015.


—Blair, iremos a cenar comida china, ¿te unes?

Claire me sonrió, con las cejas alzadas, con el afán de que aceptase la invitación a la, ya casi tradicional, cena que todos los compañeros de trabajo teníamos los días lunes, después de la jornada laboral. Y aunque, si bien, yo siempre asistía, esta vez era diferente.

—Eh —Balbuceé, mientras mi cabeza trataba de hallar alguna excusa que no me hiciera ver tan patética—, yo, eh...

—¿Norman está en la ciudad? —Adivinó, con picardía en su voz, y asentí, con el rostro acalorándoseme.

No era raro que ella supiera acerca de mis sentimientos ocultos por Norman, puesto que, después de tantos años trabajando juntas, habíamos cultivado una gran amistad. Por eso entendía que, cada vez que Norman llegaba a New York, ya fuese por un par de días o por toda una temporada, yo desaparecía del rastro de todos.

—Sólo somos amigos. —Me defendí, al ver cómo negaba con la cabeza, riendo.

—Sí, claro. Los amigos se besan, por supuesto. —Comentó con ironía, haciéndome sonrojar aún más.

—Sólo fue una vez, Claire. —Rodé los ojos, con falsa molestia.

—Bueno, en ese caso, yo que tú apresuraría las cosas antes de que se bombón encuentre a alguna novia —Me guiñó un ojo y yo sólo me reí, nerviosa y cabizbajo. Suspiró, llevándose las manos a la cintura y poniéndose seria—. Hey, Blair, hablo en serio —Le miré y me sonrió—, eres una chica increíble. Cualquier hombre sería afortunado de tenerte a su lado. De seguro Craig te diría lo mismo —Concluyó, con nostalgia—. Así que, ¡deja de menospreciarte y ve por ese hombre!

Se despidió de mí, dejándome llena de tantas dudas que no tenían respuesta alguna. Pero también dejándome con una pequeña ilusión, encendiendo, dentro de mí.

Reedus y yo éramos solo amigos, lo tenía claro, y esa era toda la historia. Un beso en año nuevo y una estúpida promesa de que estaríamos juntos en un par de años, si seguíamos solos, era lo único que me hacía mantener viva la esperanza de que, en algún momento, me vería de la misma manera en la que yo lo veía él.

Miré mi reloj y si mis cálculos no fallaban, Norman ya estaba en New York desde hace un par de horas. Me extrañó no haber recibido ninguna llamada de él, sin embargo, eso no me impidió de enviarle un mensaje.

"Voy camino a casa, ¿quieres cenar? Pizza, yo invito." — Tecleé con rapidez y, luego, presioné 'enviar'.

Suspiré nerviosa, pues si bien nuestras noches de pizza eran algo común, esta vez sabía que mi mente pensaba en otra cosa. Esta vez, mi mente quería que dejara de ser una noche más, esta vez mi mente quería que yo diera ese paso que tanto temía.

Pasé al supermercado por una buena botella de vino y una barra de su chocolate favorito, antes de recoger la orden que había hecho en aquella prestigiosa pizzería de la ciudad, que tan sólo quedaba a un par de cuadras de mi edificio.

De seguro me veía ridícula, caminando por las calles neoyorquinas, con los audífonos puestos, una pizza familiar en una mano y cargando una bolsa con la otra. Pero no me importaba, en lo absoluto. Yo me sentía bien, porque algo dentro de mí me decía que las cosas iban a estar bien. O al menos, eso creía. Estaba feliz, hasta que lo vi.

Mis ojos no pudieron evitar sorprenderse cuando, justo en la esquina, lo divisé. A través del ventanal del local, podía perfectamente distinguir a Norman. Y también a la mujer que le acompañaba. Cabello rojizo, preciosos ojos claros y de seguro un cuerpo escultural. No era necesario estar cerca de ella para saber que era mil veces más hermosa que yo.

Reían, se miraban con complicidad, se tomaban las manos y yo sentí algo dentro de mí romperse.

No llores Blair, me dije. No llores.

Volteé bruscamente la cabeza, rezando para que no me viese, aunque era obvio que no lo haría; estaban lejos de aquel vidrio que me permitía observarlos y parecían lo suficiente distraídos en ellos mismos como para notar cualquier cosa que sucediese a su alrededor.

No llores.

Caminé rápido a mi departamento, por no decir que corrí. Saludé al portero intentando cubrir mi angustiado rostro, aun sintiendo esas inexplicables y estúpidas ganas de derrumbarme.

Entré al departamento y, apenas presioné el interruptor que iluminaría por completo la habitación, suspiré, viendo mi alrededor, con inevitable nostalgia. Si bien había hechos tantos cambios en el lugar, la esencia de este seguía recordándome a Craig. Al menos eso, por ahora, me distraía de Norman.

Toda la situación me había quitado el apetito, así que, saltándome la cena y probablemente con la idea de dejar de pensar por unos momentos, caminé hasta mi cuarto, agotada. Sólo quería un descanso de todo, de todos.

Ni siquiera supe en qué momento, ni cómo, caí en el profundo sueño. Sólo me di cuenta de aquello, cuando el timbre sonando me despertó. Miré el reloj algo confundida, inclusive un poco asustada, y, con pereza, abandoné la tibieza que mi cama me estaba proporcionando.

—¡Ya voy! —Gruñí, avanzando hasta la muerte, restregando mis ojos aún somnolientos, mas cuando abrí, me quedé callada.

No pude reaccionar antes de que sus fuertes brazos me apretaran contra él. Aspiré su peculiar aroma a perfume y cigarros, sintiendo sus labios besar con suavidad la piel de mi mejilla. Se separó de mí para verme, sujetando mi rostro con delicadez.

—Lo siento, preciosa —Susurró, viéndome con tristeza—, acabo de ver tu mensaje. 

—Norman —Murmuré, con una débil sonrisa—. Hey, no te preocupes —Suspiré, con cansancio—, no comí pizza, después de todo. —Mentí. Lo que menos quería en ese instante, era mostrar lo patética que me sentía—. Y, tú, ¿dónde estabas?

—Sólo estaba en mi departamento. Estuve toda la tarde durmiendo, desde que llegué —Se encogió de hombros y luego rascó su nuca con nerviosismo—, acabo de despertar. El vuelo me ha dejado agotado.

Y aunque mi intención era saber quién era aquella mujer que le acompañaba hace unas horas, al parecer, yo no era la única que tenía pensado mentir.

Miss Nothing - Norman Reedus.Where stories live. Discover now