Uno.

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1.
23 de Enero del 2010.

Craig celebró, maravillado, al encontrarse con un bello pastel sobre el mesón de la cocina. Probablemente pensó que lo había olvidado, pero no; yo siempre recordaba las fechas importantes.

—¡Feliz cumpleaños! —Canturreé, envolviéndole en un fuerte abrazo y, cuando nos separamos, tomé el paquete rojo que estaba junto al pastel y se lo extendí—. Toma, ábrelo.

No dudó en hacerme caso y, sin cuidado alguno, desgarró el papel de regalo que envolvía la cámara que le había comprado.

—Mierda, Blair, ¡¿dónde conseguiste esto?! —Comentó, sonriente, admirando su juguete nuevo—. ¡La he buscado por meses!

—Tengo mis contactos —Presumí, riendo—. Eres mi hermano y te mereces lo mejor, Craig.

Me sonrió e iba a decir algo, mas el sonido del timbre fue suficiente como para distraernos. Caminé hasta la puerta, imaginándome quién estaría detrás de esta y sonreí, ya que, no me había equivocado.

—Hey.

Besó mi mejilla, antes de entrar al departamento e intenté que mi pelo cubriera mis mejillas, para que no notara lo roja que me ponía con tal saludo.

Norman era uno de los mejores amigos de Craig, desde la infancia. Luego de un difícil proceso de separación de la mamá de su hijo, hace ya casi siete años, había llegado a vivir al mismo edificio que nosotros y desde ahí que se había transformado, pese a nuestra diferencia de edad, en alguien cercano para mí también.

—Veo que ya le has dado tu regalo —Reedus comentó, guiñándome un ojo, mientras se acercaba a mi hermano. Él me había ayudado a escoger la cámara—. Feliz cumpleaños, bastardo.

Se abrazaron con brusquedad, dándose un par de palmadas en la espalda antes de separase y yo sólo me reí, ante su comportamiento que parecía el de dos simios.

—¡Viejo, debes salir conmigo hoy! —Craig le dijo y antes de que de que el actor pudiera decirle algo, continuó—. Es mi cumpleaños, ¡no puedes decir que no!

—Debo trabajar mañana, no creo poder acompañarte. —Respondió el ojiazul, logrando que mi hermano pusiera los ojos en blanco.

—Oh, vamos viejo, ese nuevo trabajo te está consumiendo.

Al igual que Craig, Norman era un artista. También se dedicaba a la fotografía, pero, últimamente, de manera principal, a la actuación. Ahora se encontraba negociando con un canal de televisión por cable, para grabar una serie de zombies.

—Marica —Resopló mi hermano y le di codazo en el estómago. A veces podía ser bastante molestoso—. Ouch. —Se quejó.

—Ya me voy —Murmuré, luego de mirar el pequeño reloj que adornaba mi muñeca—, voy tarde a la universidad. —Me quejé cogiendo mi bolso, que se encontraba en el sofá.

Estaba en mi último año de periodismo, en la universidad de Columbia, y si todo salía de acuerdo a mis planes, este año lograría obtener una pasantía en una importante revista de la ciudad. Era por eso que la puntualidad, para mí, era algo imprescindible.

Me encontraba dándole un pequeño abrazo a Norman, en modo de despedida, cuando una idea pasó la cabeza de mi hermano.

—¡Esperen! —Ambos le prestamos atención, mientras él sujetaba su nueva cámara con fascinación—. Déjenme tomarles una fotografía antes.

Me encogí de hombros y sentí el brazo de Reedus rodeándome, acercándome más a él. Sonreí casi por inercia ante su tacto, al mismo tiempo que el flash iluminaba nuestros rostros. Craig miró la fotografía, y celebró.

—¡Me encanta!

—Más te vale que te encante, porque llegaré tarde por culpa de esa fotografía. —Musité.

Miré a mi hermano consternada, dando unos pasos hacia él, porque sabía que hoy volvería tan tarde a casa que no podría verlo hasta mañana.

—Por favor, cuídate. —Rogué, pues sabía cómo era Craig cuando se trataba de festejar.

Los excesos eran algo común en la vida de mi hermano; el alcohol era algo que, para Craig, venía de la mano con las drogas y si bien tanto Norman como yo estábamos al tanto de esto, subestimábamos qué tan sumergido estaba en aquel vicio.

—Siempre lo hago, hermanita —Sonrió, confidente y volví a abrazarlo.

***

Mi día había sido extenuante y ajetreado, que apenas llegué a casa unos minutos pasado las once. Había comido un hot dog antes de llegar, así que no me preocupé en cenar y sólo me dirigí a dormir. Pude notar que el departamento estaba vacío, lo que sólo podía significar que Craig ya se había marchado a celebrar su cumpleaños número treinta y seis.

Me encontraba sumida en el profundo sueño, después de tan agotadora jornada. El frío lograba estremecerme un poco, sin embargo, no era tal como para despertarme. Fue mi celular vibrando, el que lo hizo.

Abrí los ojos con pereza y palpé la mesita de noche, buscando mi móvil. El brillo de la pantalla me cegó por unos instantes, mas no dudé en tomar la llamada cuando pude divisar quién estaba al otro lado de la línea.

—¿Craig? —Contesté, un poco preocupada de que me estuviese llamando a tales horas de la madrugada. Supuse, por lo tanto, que aún no volvía a casa.

—Blair, es Gareth. —Hipeó el hombre al otro lado de la línea y puse los ojos en blanco.

Gareth Wolf era otro más de los pertenecientes al grupo de mejores amigos de Craig, pero también la más mala influencia en su vida. El hombre era un caso perdido por donde se le mirase; heredero de una gran fortuna, sin preocupaciones, vivía de fiesta en fiesta y más de alguna vez había terminado en el hospital por casuales sobredosis.

—Pásame a Craig, Gareth —Bufé, aún medio atontada. Acababa de despertarme a las cuatro de la mañana, así que, de mi regaño no se salvaba. Y como no obtuve respuesta al otro lado de la línea, sólo los temblorosos respiros de Wolf, volví a hablar—: Pásame a mi hermano.

Pasaron unos segundos más en silencio y mi paciencia parecía estar agotándose, justo cuando respondió.

—Blair, él... él se ha metido... no sé qué mierda le ha vendido Paul —Titubeó, mencionando a su vendedor de drogas más frecuente—, pe-pero... le ha dado un paro cardiaco. He llamado a emergencias, pero... ha sido demasiado tarde. Mierda, Blair, lo siento tanto....

Y colgó.

Mi corazón comenzó a latir de manera arrítmica y sentí que el aire que mis pulmones estaban captando no era suficiente. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, casi de manera instantánea, y como no sabía qué hacer, pero sí a quién recurrir, sólo atiné a levantarme de la cama, buscar una bata y salir del departamento.

Toqué el timbre una buena cantidad de veces, pues me imaginé que él, al igual que yo hace unos minutos, se encontraba dormido, y después de un par intentos, por fin me abrió.

Sus ojos medios adormilados se transformaron en unos sorprendidos, al verme en tal estado. Me abracé a mí misma, entre sollozos, tiritando y con balbuceos que apenas yo podía comprender. Norman sujetó mis hombros y, después de varios intentos, logró descubrir qué era lo que quería decirle.

—Cr-Craig... Craig está muerto.

__________

Habrá algunos capítulos que estén antes de la fecha del prólogo (como este) y otros que serán después de esa fecha, para que no se confundan. Muchas gracias por leer ❤️

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora