Capítulo 22.

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Gabriela había regresado a la Academia unas semanas después, casi a la fuerza, teniendo que pedir disculpas y dando explicaciones a sus superiores. Pocos días después de su partida fue que pudo comprender que lo único que su padre anhelaba era que ella le demostrara lo fuerte que era; que se demostrara capaz de tener la misma determinación y fortaleza de la que sólo es digno un buen soldado. Encontró la forma de comunicarse con su padre todos los días, no quería abandonarlo así como así, pero él mismo no le había dejado opción.

—Sé que duele y mucho. Puedo comprenderte mejor de lo que te imaginas.—Su amigo castaño se acercó a ella, seguido de sus dos amigas.

Los tres se decidieron por acompañarla siempre que pudieran, tratar de no dejarla sola ni por un segundo. Las dos chicas no sabían por lo que ella estaba atravesando, pero intentaban entenderla y apoyarla lo más que podían. Sin embargo, el joven la entendía mejor que nadie, y se lo hacía saber cada que podía.

—Puedo entender por lo que estás pasando. Puedo entender exactamente cómo se siente ver a alguien tan cercano derrumbarse de esa forma. Lo viví al igual que tú.

Cuando ella levantó la vista se percató al mismo tiempo que sus dos amigas, que el chico no había podido contenerse y que ahora se encontraba llorando, dejando caer un par de lágrimas sin importarle que lo miraran.

—Es duro, demasiado. Y quiero pedirte que confíes en mí... en nosotros, para sacar todo lo que sientes. Quiero pedirte que dejes a un lado esa capa protectora y te desahogues. Deja salir el dolor que sientes, porque sé que lo sientes.

Una vez más, ella lloró, pero esta vez sin preocuparle que ellos estuvieran ahí, presenciando su momento de debilidad. Porque el chico frente a ella tuvo razón en cada una de sus palabras: duele demasiado ver a alguien renunciar, más aún cuando lo hace en contra de su voluntad, únicamente porque la vida fue tan cruel al jugarle una mala pasada.

Lo dejó salir absolutamente todo. Y recordó una referencia —muy acertada— que había leído hace tiempo en una obra: los sentimientos fuertes, tanto tristes como alegres, son como agua a presión dentro de miles de pequeñas tuberías; si se les deja mucho tiempo encerradas, van a explotar en cualquier momento, inundándolo y posteriormente hundiéndolo todo. Así se sentía frecuentemente, justamente así se sentía por dentro. Hizo caso a la representación y dejó salir aquella agua, para evitar su propia destrucción.

Entonces se planteó una pregunta de gran magnitud que la invadía desde hace poco tiempo. Se preguntó qué tan grande puede ser la influencia negativa que causa en una persona al ver a alguien caer. Se preguntó si eso llegaría a pasarle a ella.

Un millón de dudas más habitaba dentro de su cabeza y estaba segura de que le quitaría el sueño por un tiempo. ¿Ella renunciaría? ¿Lo que le dijo su padre iba a cumplirse algún día? ¿Abandonaría todo simplemente porque ese estado de máxima tristeza sería más fuerte que ella? Porque esa máxima tristeza es lo que ocasiona ser testigo de que la vida no siempre es justa. Es la consecuencia de ser testigo de la autodestrucción inconsciente de alguien que había tenido toda tu admiración.



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Quiero agradecerles a todas ustedes por el puesto #34 que tiene la historia en su categoría. Gracias por todos sus votos y comentarios, las aprecio mucho<3

La hija del MilitarWhere stories live. Discover now