Capítulo 21.

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El procedimiento iba a llevarse a cabo una vez que tanto Gabriela como su padre habían estado de acuerdo. Sin embargo, no fue ella quien le avisó, tuvo que pedirle a los médicos encargados que hablaran por ella, era incapaz de decirle tal cosa a su padre, y sabía que si tan sólo intentaba hacerlo, su tristeza sería más fuerte y la haría decaer antes de poder hablar.

No dejó de estar asustada en todo el día, y así se mantuvo el día siguiente, cuando fue el momento de hacer aquello. Pensó en que era difícil caer, abandonar todo eso por lo que te habías esforzado durante toda tu vida. Y entonces se preguntó cuál de las dos cosas era más dura, caer de esa forma o ver cómo un héroe lo hace.

Estar ahí, presenciando la manera en que los grandes finalmente caen y deben abandonar el campo de batalla. Era seguro que el Capitán la pasaba mal, sin dudas la situación lo estaba acabando poco a poco. Pero, también sufre aquella persona que tiene que resistir ver cómo eso sucede.

—También me duele a mí—pronunció débilmente, sentada en la misma sala que el día anterior.

Dolía ver al héroe ser destruido. Dolía ver a tu héroe ser acabado de tal forma. Todo se estaba cayendo, todo estaba derrumbándose en tan pocos segundos. El peso de la situación caía duramente sobre el Capitán. Gabriela pensó que si a ella le lastimaba de tal manera, a su padre debía de estarlo matando el dolor. Y no el dolor físico, sino el dolor emocional, aquel que te afecta el doble o quizás el triple que cualquier dolor que puedas tener en tu cuerpo. Aquel dolor que puede ser más letal que cualquiera que puedas sentir en los huesos.

Unos cuantos días después Gabriela debía de reincorporarse a la Academia, pues el plazo estaba por terminar. Pero les haría saber a los superiores la gravedad de la situación en esos momentos, les diría todo lo que había sucedido y a lo que ahora debía enfrentar junto al Capitán Torrealba. Una vez hecho el plazo fue extendido por dos meses, algo con lo que no estuvo de acuerdo su padre.

— ¿Qué estás diciendo, papá?—cuestionó, con lágrimas nuevamente saliendo de sus ojos.

—Claro que no lo acepto. Es imperdonable que cometas esa falta a la Academia.

—Papá, no. Sólo mírate...

—Ya lo sé, tengo muy en claro que ahora soy un hombre incompleto que ya no tiene el honor de llamarse Capitán ni la virtud de siquiera portar el uniforme. Y precisamente por ello no voy a permitir que caigas como yo.

En ese mismo segundo, Gabriela por primera vez en mucho tiempo vio a su padre llorar de tristeza. Y estuvo a punto de abrazarlo, pero lo conocía tan perfectamente que sabía que eso sólo lo haría sentir miserable ante ella.

—No digas eso, por favor no. No voy a caer, no voy a abandonar la Academia...

—Sé bien lo que te digo. Piensas que vas a cuidar de mí y a acompañarme por un par de meses, pero el tiempo pasará y cuando menos lo imagines vas a querer renunciar. Conozco a mi hija, sé que Gabriela Torrealba, no querrás irte de aquí cuando debas hacerlo.

—Te prometo que lo haré.—Se puso de rodillas para estar a la altura de la cama donde su padre estaba sentado.

—Eso no es cierto. Me niego a dejarte renunciar; me niego a dejar que caigas siguiendo mis pasos—afirmó finalmente.

La hija del MilitarWhere stories live. Discover now