Capítulo 17.

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Ella se quedó completamente callada, ni siquiera se podía oír su respirar. Su mirada solamente reflejaba miedo, sorpresa y preocupación por lo que le acababan de decir. Aún no decidía si creerle o no, a Gabriela le resultaba demasiado difícil poder creer que esas palabras eran ciertas. ¿Ese momento era de verdad? ¿Su padre, el Capitán Torrealba, estaba así de mal?

— ¿Te sientes bien?—preguntó su superior, levantándose de su asiento para pararse enfrente de aquella joven impactada por la noticia.

Tampoco respondió a aquello, no podía hacerlo, no era capaz. Entonces, el hombre tomó un papel que reposaba en su escritorio y lo alzó en dirección a Gabriela, obtuvo su mirada, mas no su completa atención. Su cerebro aún trataba de maquinar y procesar lo que le acababan de decir, ¿cómo podía reaccionar a algo así?

—Esto es un permiso de una semana que te vamos a otorgar. Por el simple hecho de que el Capitán Torrealba es un gran hombre y que ahora esté en ese estado, nos ha tomado a todos por sorpresa. Así que te vamos a permitir regresar a verlo.

Los ojos de Gabriela se llenaron de lágrimas, su cuerpo apenas había reaccionado a lo que sentía su mente y su corazón. Tomó el papel que le habían extendido, y sin querer perder más tiempo, habló con la mayor fuerza que pudo, pues estaba ahora en presencia del General en jefe.

—Pido permiso para retirarme, mi General.

—Permiso concedido—accedió.

La joven dio un asentimiento con la cabeza y dio media vuelta para retirarse con la frente en alto. Una sola lágrima descendió por su mejilla cuando abrió la puerta, cuando la voz del General nuevamente la detuvo.

—Torrealba—llamó, Gabriela giró su rostro—. Ten fuerza.

Otra vez asintió y finalmente salió de las oficinas centrales, caminando con rapidez para no permitir que ningún soldado la mirara de esa manera. En su camino a su habitación se encontró con sus dos compañeras, que la miraban con extrañeza al notar el líquido cristalino presente en su pálido rostro.

—Gabriela, ¿qué sucedió? ¿Qué fue lo que te dijo el General?—cuestionó, pasando sus dedos por los mechones pegados a la húmeda cara de Gabriela.

—Nos estás asustando, Gab.

Soltó unos cuantos sollozos y respiró con profundidad para calmar su llanto. Se sentía vulnerable, sentía también una extraña sensación de estar así en esos momentos, cuando desde su llegada había estado tan animada. Cómo pueden girarse las cosas de manera tan repentina.

—El Capitán Torrealba, mi padre... fue herido gravemente con un arma. Hubo un disturbio y... él sólo estaba cumpliendo su misión.

Las dos chicas enfrente de ella reaccionaron casi del mismo modo, impresionadas por esa revelación tan sorpresiva. Ninguna de las dos siquiera se podía imaginar cómo se estaba sintiendo ella, ni siquiera se acercaban a la tristeza que invadía a Gabriela en esos momentos. Tan sólo pensar que un ser tan importante para ella; quien representaba la palabra motivación para Gabriela, podría estar luchando por su vida ahora mismo... definitivamente era increíble.

— ¿En qué te podemos ayudar?—ofreció la morena.

—Gracias, pero con apoyarme y entenderme hacen suficiente. Hoy mismo regreso a mi pueblo natal, debo estar ahí... por y para mi padre—afirmó.

Ambas asintieron rápidamente y la ayudaron a empacar lo necesario para una semana. Gabriela salió cuanto antes de las instalaciones de la Academia militar, dejando atrás a sus amigas, quienes no hacían nada más que desearle suerte y esperar por la salud del Capitán.



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¡Esta mañana llegamos al puesto #93 en Historia Corta! Y acabo de chequear que ya ni siquiera estamos en el Ranking😅 ups.

La hija del MilitarWhere stories live. Discover now