Dieciocho

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Mi cuerpo temblaba ante cada embestida que daba aquel desconocido dentro de mi. Mi estómago se revolvía cada vez que dejaba un beso en mi cuerpo, tenía ganas de vomitar con solo pensar en cómo se vería ésto de afuera. Me sentía horriblemente asquerosa, sentía que no era digna de nada, ni si quiera me sentía digna de ser una buena madre para Camilo.

El hombre termino su trabajo, se vistió y tras dejar un fajo de billetes en mi mesa de noche, se marchó. Miré los billetes que estaban a un lado de mi y suspiré quitándo la vista. Me levanté envolviendo mi cuerpo desnudo con la sábana y me metí en el baño para darme una ducha, al menos ya había agua en el baño.

Mi cuerpo y mente se sentían enfermos, desganados, desorientados. No quedaban ganas de nada dentro de mi. Trataba de mantenerme fuerte, de mantenerme de pie para el día que salgamos de aquí. Pensaba en Camilo y que no podía fallarle, no a él, no a mi hijo. Yo debía estar con él, para ayudarlo, para enseñarle lo bueno y lo malo del mundo, para mostrarle por lo que vale la pena luchar y por lo que no. Para estar con el y verlo crecer. Yo debía estar ahí para él. Trataba con todas mis fuerzas de mantener la fe y la esperanza, pero ya se me estaba haciendo imposible, ya estaba cansada de ser fuerte.

Hace unos días atrás llegaron nuestras maletas y las cosas que había de nosotras en la habitación, lo primo que hice cuando tuve mi maleta frente a mi fue revisar el bolsillo fronde tenía guardado mi dinero, y al parecer me había robado. No estaba todo lo que había juntado en estos meses, había más de la mitad al menos, pero no estaba todo. Los muy malditos me habían robado y estaba segura que no era la única.

Salí del baño y me vestí inmediatamente, cambié las sábanas sucias por otras que me habían dejado la noche anterior y dejé las sucias en una esquina. Dejé mi maleta sobre la cama y agarré el fajo de billetes de mi mesa de noche para meterlos en la bolsa donde guardaba mi dinero. Lo metí en el bolsillo más escondido que había dentro y luego la cerré. La puerta sonó asustandome y dejé la maleta debajo de mi cama, abrí la puerta y era uno de los guardias con una bandeja llena de comida.

—Gracias  —tome la bandeja sin mirarlo y luego volvi a cerrar la puerta para sentir segundos después como le ponía llave.

Dejé la bandeja en una de las sillas y caminé hasta la ventana que ahí había. No tenía idea de donde estaba, pero a estas horas de la noche comenzaba hacer mucho frío.

Las calles que alcanzaba a ver estaban desoladas, tampoco estábamos en medio centro pero no pasaba no un auto por la calle, miré a mi alrededor logrando ver alguna que otra casa por el lugar, y el resto eran solo edificios al mal construir y llenos de grafitis. Me apoyé en el vidrio de la ventana y solté un suspiro provocando que el vidrio se empañara, subí mi dedo hasta el y escribí la inicial de mi hijo. Lo extrañaba tanto que dolía.

Fui hasta la cama y me saque las zapatillas para luego acomodarme debajo de las mantas y cubrirme bien. Mirar la noche y el manto de estrellas que había en el cielo, me hacía sentir algo en paz, al menos estaba bajo el mismo cielo de mi angelito, y pronto estaría con él, lo sabía.

Pensar en él dolía, mi sangre ardía al no poder estar con mi bebé. Lágrimas silenciosas bajaban por mi mejilla sin la necesidad de hacer algún gesto para liberarlas, se me llenaban los ojos y luego caían sin parar hasta llegar a la almohada, sorbi mi nariz y cerré mis ojos dejando caer el resto mientras me acurrucaba en la cama y caía dormida segundos después.

Sentía ruidos en la habitación y algunas voces algo lejanas, el sueño era demasiado en mi, tanto así que aún no podía abrir mis ojos y mucho menos mi cuerpo, era como estar en coma la verdad. Cuando por fin mi cerebro se encendió y le mando señales a mis extremidades para que se moviera de una vez por todas, abrí mis ojos lentamente y estiré mis brazos y piernas para soltar los músculos. No sabía por qué, pero le sentía muy relajada.

Dollhouse (Terminada - SIN EDITAR)Where stories live. Discover now