Trece (Sangre).

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03:48

Luz. Oscuridad. 

Translúcido. Opaco. 

Borroso. Nítido.

 Finalmente, Caroline abre los ojos. Tras este acto, los cierra apretándolos con fuerza; desea no haberlos abierto nunca. Ante ella, sobre una mesa de metal algo sucia, están las cabezas de Connor, Christa y Jake. En fila, con los ojos muy abiertos, mirándola con una expresión entre terror y paz. Ella, aunque lucha por no hacerlo, vuelve a abrir los ojos despacio. Frente a ella, a escasos tres centímetros de su rostro , esta vez, hay un par de ojos penetrando sus iris rojizos color sangre y su oscura pupila en los suyos, indefensos, repletos de lágrimas de impotencia. Está sentada en una silla, atada de pies y manos.

– ¿Sabes lo que es la triscaidecafobia? –empieza a decir el asesino.

Ella no se atreve a contestar. Él se aleja un poco y se apoya en la mesa en la que descansan las tres cabezas, escrutándolas satisfecho con la mirada.

– Es el miedo irracional al número trece. Pero... ¿por qué razones? ¿Porque es el día en que murió Jesucristo? ¿Porque, por esta razón, es un número asociado al demonio? ¿Porque sólo trae que desgracias? ¡Tonterías! ¡La mayoría de la gente no tiene una buena razón para odiar al número trece!

Caroline suspira. Tiene miedo; y no sabe qué hacer. Resignada, continúa escuchándolo.

– Pero hay otras personas, como tú, que sí que tiene razones para tenerlo. Y luego hay unas pocas, como yo, que tienen razones para amarlo. Te contaré la historia de por qué me gusta el trece; ¿te apetece?

Caroline no contesta. Lo mira expectante, esperando a que empiece a hablar. Y él así lo hace:

– Caroline, me presento. Soy la forma humana del diablo. Soy ese ser despiadado y viejo; que conoce los problemas, las desgracias y las miserias de todo el mundo. Aquel que provoca el mal y extiende el caos. Ese soy yo.

» Un día, aburrido en el infierno, decidí dejar de mirar a los humanos hacer su vida y vivir en una isla con un cuerpo humano. Pero, para entretenerme, pensé que podría traer a algunas personas hasta mi isla. No, no hablo de vosotros. Antes que vosotros traje a cinco grupos de trece personas. En ellos buscaba a alguien con quien compartir mi vida terrestre, y encontré a Julia en el tercer grupo que traje.

» Oh, Julia, mi amada Julia. Jamás he visto mortal más bella que ella –mira a Caroline con dulzura, como visualizando en ella a su amada– Con ella junto a mi, no necesitaba diversión. No necesitaba matar para ser feliz. Tuvimos una hija, a la que pusimos de nombre Amy. Mi vida era perfecta, yo no necesitaba nada más.

Y entonces, incluso para su propia sorpresa, Caroline pregunta:

– ¿Y qué pasó?

– Buena pregunta –le dice el demonio mirándola complacido al ver que lo está escuchando–. Pues que, como todo lo bueno, se acaba. Dos años y algo después de tener a Amy; un día, mientras volvía de coger leña, me pareció ver movimiento en la playa. Me acerqué y vi a Julia subida a una barca, con mi hija en brazos, alejándose de la orilla.

Caroline se queda mirándolo y él se mantiene callado. Finalmente le ayuda:

– ¿Te abandonó?

El semblante del diablo se vuelve serio y sus ojos vacíos y llenos de muerte dejan ver su lado más humano.

– No –dice, melancólico– Al verla subida en la barca, entré en cólera y me metí mar adentro. Ya sabes, no tardé en alcanzarla...

Caroline se imagina lo peor.

Triscaidecafobia [LI #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora