Cuatro.

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19:02

Caroline le entrega a Connor otra caña.

– Creo que esto ya está.

– Genial. ¿Crees que cabremos todos ahí?

– Me temo que no. Alguien tendrá que seguir durmiendo en el avión...

Caroline acaba de apretar el nudo de la cuerda.

– ¿Cuántos?

– Dos o tres. Las cabañas son pequeñas; no caben más de tres personas en cada una.

Connor baja de la roca donde se había subido para poder llegar al techo de la cabaña. Caroline mira al cielo:

– Lloverá. Seguro...

Entonces llega Kevin.

– ¿Ya está la cabaña? Genial.

– Tendremos que montar guardias. No queremos que muera nadie más... –se apresura a comentar Connor.

– Yo haré la guardia hasta las tres –comenta Kevin.

Todos lo miran asintiendo.

– Yo de tres a seis –dice súbitamente Diane.

Todos aprueban su decisión. Caroline observa a la azafata pelirroja de arriba a abajo. Antes de que el avión siniestrara, estaba perfectamente peinada y vestida. Llevaba el pelo recogido y su chaquetilla azulada estaba impecable. Sus medias lucían bonitas y su falda corta le daba un toque elegante. Sus preciosos tacones negros contrastaban con su pelo. Ahora está despeinada, con sus mechones pelirrojos saliéndose de la coleta mal hecha. Ya no lleva la chaquetilla; ahora lleva la camisa azul claro que portaba bajo esta. Dicha camisa está arañada y sucia, al igual que sus medias y su falda. Ya no lleva los tacones, sino unas deportivas que encontró en una de las maletas del avión y que más o menos coincidían con su talla. Aunque Diane no es la única que se encuentra así. Todos están igual, incluida la propia Caroline.

El cielo se oscurece y la lluvia hace presencia. Todos se resguardan, algunos bajo el avión y otros en las cabañas. En la primera cabaña, Rachel descansa junto a Dave, que no le quita el ojo de encima. Podría empeorar en cualquier momento y morir. La lluvia en el exterior retumba en el techo fabricado con cañas y se calan algunas gotas ya que no están perfectamente unidas. Dave, con el frío metido hasta en los huesos, se tapa con un trozo de tela. En la cabaña de al lado, Lilly se tumba despacio. A su lado, afilando un palo, está Connor. Y al lado de éste, Christa, mirando su anillo.

– ¿Estás casada? –pregunta Lilly al ver lo que está haciendo.

– Sí –responde rápida Christa– Llevamos ocho meses casados. De hecho, llevábamos dos meses separados e iba a visitarle cuando el avión se estrelló...

– Entiendo. ¿Cómo se llama?

– Joel. Es alto y moreno. Somos muy felices...

Christa aparta con su manga una lágrima que se le escapa del ojo.

– ¡Hey! ¿Por qué lloras?

– Se que no voy a volver a verlo. Nunca.

– No pienses así. No va a morir ni uno más, esta vez vigilamos. No le dejaremos que avance hasta nadie más sin que nos abalancemos todos sobre él.

Connor deja de afilar la ahora lanza.

– No vamos a morir. Te lo aseguro.

Se levanta y aparta la tela que hace de cortina en la cabaña. Casi es noche cerrada y la lluvia cae a cántaros. Connor se acerca a Kevin, que se encuentra bajo un trozo cubierto del avión mirando hacia todas partes. Lleva el martillo que había cogido de la tienda de campaña del asesino.

Triscaidecafobia [LI #1]Where stories live. Discover now