Doce.

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23:31

Christa, aún temerosa por lo que puede encontrar en el arbusto, da un paso al frente con la pistola en la mano y aparta las ramas sin pensarlo. Aparece un pequeño conejo blanco como la nieve que huye a toda velocidad. Christa, sobresaltada, lo apunta. Lo tiene a tiro; pero falla al disparar. Nunca se le ha dado bien la puntería; y menos ahora, con sólo un brazo. La oscuridad es tremenda a pesar de la luz de la luna; y el frío, también. Respira hondo y camina hacia el campamento que habían montado cerca de la playa.

Jake se horroriza al ver, desde el suelo, unos ojos de iris rojo brillando entre la oscuridad. Sin embargo, no se deja llevar por las palabras del asesino y reacciona rápido.

– Mi hora habrá llegado, sí. Y moriré. Pero tú te quedarás aquí conmigo...

El asesino nota que algo aprieta su pierna. Es la cadena que Jake lleva atada a la cintura. Le acaba de hacer un fuerte nudo. El asesino sonríe sorprendido y clava el machete en la cabeza de Jake. Este intenta esquivarlo, pero no lo logra y le atraviesa un ojo. Agonizando, aún saca fuerzas para dispararle con su revólver un par de veces. Finalmente, el asesino alza el machete con ambas manos y lo hunde de nuevo sobre su cabeza.

– Once –anuncia tras un suspiro.

Pero ahora la cadena que tiene atada a la pierna le obliga a ir a por Christa arrastrando el cuerpo de Jake. Eso le retrasará mucho. Se pone en pie y comienza a golpear la cadena con el machete.

Christa ha reunido en la balsa suficientes provisiones. "Hubiera venido bien tener ese conejo...", se repite a sí misma una y otra vez. Debe de llevar cerca de tres cuartos de hora; aún puede esperar a Jake. Espera verlo aparecer en cualquier momento, pero algo dentro de ella le dice que no va a ser así. Aparta todo mal pensamiento y decide hacerle una visita al cementerio. Observa los nombres escritos en trozos de piedra y las cruces echas con palos.

– Peter... –susurra mirando la tumba correspondiente.

"Apenas lo conocí, pero parecía majo". Su mirada se desvía hasta el lugar donde se lee Kate. "Esa rubia presumida... no estaba hecha para sobrevivir en un lugar como éste. Tarde o temprano hubiera acabado muriendo" se dice a sí misma. Cerca de este grabado se lee una pequeña placa de piedra que dice "En memoria de Greg". Ni siquiera ha visto su cuerpo sin vida. Jake ha descrito más o menos el lugar y a qué distancia aproximada está de la casa, pero no han tenido tiempo de ir a buscarlo. Con un asesino rondando todo se vuelve más difícil.

– Oh Dios... –su cuerpo entero se estremece cuando lee "Lilly".

Lilly. La joven de sonrisa amplia que era agradable con todo el mundo, a pesar de las circunstancias; y que murió frente a ella, con su sangre corriendo bajo sus pies y calándose por las cañas de la cabaña. Toda una injusticia. Y una muy mala suerte. La fallecida podría haber sido ella. El asesino apuntó; pero su tiempo para decidir a quién de las dos fue muy poco. Lo que le hace plantearse que quizás ya tuviera un esquema previo de los asesinatos que iba a cometer. ¿Qué clase de loco demente hace eso? No puede ser alguien que mate por placer, por instinto. No puede ser alguien que actúe por impulsos. Debe de ser alguien muy frío y calculador; una persona muy organizada. Un auténtico psicópata. Un lágrima de impotencia recorre su mejilla.

Un extraño brillo le hace acercarse un poco más. Se da cuenta de que es la caracola de color blanco puro de Lilly, que brilla a la luz plata de la luna. Levanta la vista y observa melancólica el mar, recordando las tardes que ella y su novio se habían pasado jugando con las raquetas, comiendo algo en las toallas sobre la arena, tomando el baño o simplemente paseando por la orilla de la playa. Siempre le ha gustado la costa; y las islas. Ahora ya no.

Triscaidecafobia [LI #1]Where stories live. Discover now