d i e c i o c h o

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Razón siete; por tu apoyo incondicional

—Necesito que te quedes con el niño —anunció mi madre, como si yo fuera nada más que alguien que está esperando que ella ordene.

La verdad era que mi madre muy raras veces me anunciaba cosas tan de repente, normalmente me lo decía desde antes, con tiempo y con un bonito «Por favor». Sin embargo, hoy, me soltó aquello justo en medio de mi organigrama de estudio, uno en el que expresamente me prohibía salir de mi habitación hasta que no estudiara para mis exámenes, uno en el que incluso, me prohibí hablar con Jongin con el fin de no distraerme.

—Pues yo necesito que tú te busques a alguien más, mamá —le dije, y no quise sonar tosco pero sólo tenía ese día para organizar, en los demás tenía que hacer malabares para rendir aquí y allá.

—No veo por qué tenga que buscarme a alguien más cuando tengo un hijo que puede ayudarme perfectamente.

A veces odiaba un poco la manera en la que mi mamá hablaba, era como un poco prepotente y sarcástica, pero siempre terminaba diciendo las cosas con una sonrisa que no se la compraba nadie. Por ello me miró con esa cara de lo harás que, para qué mentir, me enervó un poco.

—Mamá, sólo tengo este único día para organizarme con todas mis clases antes de que me caigan encima —expliqué, frontándome el puente de la nariz, allí donde suelen reposar mis gafas de lectura—. Son más de cinco clases, de distintas índoles que requieren mi completa disposición. Se supone que hoy voy a adelantar una actividad por cada una, y necesito estar enteramente aquí. Sabes que Soogyu está en una etapa donde necesita completa atención, yo necesito ocuparme en mis libretas, libros y apuntes.

Estaba seguro que mi discurso había ablandado a mi madre, que se iba a poner en contacto con mis abuelos, o quizá la vecina para que le ayudaran a cuidar a mi hermano mientras yo me sumergía en montones de apuntes, notas y libros, pero no, ella simplemente tomó su bolso, su chaqueta y salió de la casa avisándome que el niño ya había desayunado, que quería que lo alimentara a las doce del medio día, y luego merendara a las cinco de la tarde, «Ah, y no te olvides que su hora de dormir es a las ocho treinta».

Con la boca abierta, miré la puerta de la casa cerrándose con mi madre tras ella, no pudiendo creer que, pese a todo lo que le había dicho, había preferido irse en lugar de buscar una solución cómoda para ambos. Soogyu, por supuesto, al ver a mamá partir se puso a llorar tan escandalosamente que ni poniéndole Pororó se calmó, este niño no era normal.

¿A quién no le gustaba Pororó? Incluso a mí, después de viejo, seguía gustándome.

Soo gritó, y gritó y por supuesto, yo perdí una hora de valioso estudio, una hora que se fue al caño mientras le explicaba a mi hermano que debía permanecer en silencio para que hyung estudiara, y no lo entendió mucho; qué podía entender ese niño que lo único que hacía bien era sacarse los mocos y pegarmelos en el pantalón sin que me diera cuenta.

Por un hora me vi limitado porque a pesar de que ya había cuidado al niño muchas veces antes, ahora estaba portándose muy mal. Yo debía estudiar y lentamente, con la rabia, se me estaban saliendo las lágrimas. Ni siquiera me había dado cuenta, y no era debilidad, era impotencia porque todo se había echado a perder, estudiar en la noche después de que mi hermanito se durmiera no iba a ser tan eficiente como haberlo hecho durante el día, sin distracción.

—¡Soogyu-yah, suelta eso!

Mi hermano me estaba desesperando, apenas eran las nueve de la mañana y yo necesitaba con urgencia alguien que me ayudara con este pequeño demonio.

Así que tuve que hacer lo que un entregado a su carrera tenía que hacer.

Llamé a mi novio.

Y quería hacerlo con toda la naturaleza del mundo, pero con tantas lágrimas en mis ojos, la voz rara y mucha rabia contenida en contra de mi mamá, aquello no fue la mejor de las llamadas.

Razones Por Las Que En Serio Te Amo → KaiSoo/Top!SooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora