t r e c e

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Razón cinco; me encanta cuando me dices Papi.

Jongin y yo decidimos hacer de cuenta que Botox... Perdón, que Taeminnie nunca nos dijo nada o algo así. Él siguió siendo el amiguito que escuchaba a Jongin hablar de baile y pasos y un, dos, tres, cuatro, y yo lo acepté tal cual era: el chico que sentía un amor profundo y no tan secreto por mí. No saben, Jongin me celaba tanto, a veces sentía que él sabía cuando yo pensaba en el tema, y me gruñía cual perro rabioso. Más bien como esos perritos que medían dos por dos y que en lugar de dar miedo, daban ternura.

En fin, superamos la fase de Taemin, y le agradecí al cielo cuando dejó de intentar escribirme una carta, es decir, es Jongin, y es mi amor, pero Shakespeare hubiese revivido sólo para morir otra vez con las cosas que esa papa sin sal me escribía.

Y le encantaba cambiar las palabras. Una vez me dijo adorable, pero quiso cambiarlo por deplorable, Jongin estaba loco definitivamente. Calzaba pollo esa carrera en donde todo el trabajo lo hacía su suelta cadera y sus pies.

Hoy era uno de esos días en mi casa, estabamos acurrucados de tal manera que no sabíamos quién era quién mientras Soogyu mi hermanito jugaba con sus legos. Menos mal que él apenas tenía unos cuatro años como para preguntar por qué Jonginnie me estaba soplando la nuca. Menos mal.

Mientras cuidabámos de mi hermanito, mirábamos una película y hablábamos de cualquier tema durante los cortes comerciales, estabamos algo aburridos a decir verdad, no nos podíamos tocar como queríamos por temor a corromper la mente inocente de mi hermano, lo menos que deseaba es que diez años después a ese niño se le ocurriera delatarme o algo así, y no es como si me ocultara de mi mamá pero ella no tenía por qué enterarse que una vez el niño nos vio en situación de rezo.

Rezo. Así le dijimos que se llamaba. Jonginnie debía expiar sus pecados... De rodillas.

—Es la peor película que he visto en la vida —se quejó Jongin, tomando mi mano y enroscando sus dedos con los míos—. ¿No podemos ver otra cosa?

—Sinceramente no tengo ganas de películas —le dije, mirándolo con suspicacia—. ¿Adivina qué?

—Soy estudiante, no adivino.

—Eso es cierto, no podrías saber nada ni aunque la respuesta estuviera frente a tu nariz chata.

—Hey, mi nariz no es chata.

—Si al igual que tu culo, repite eso hasta que te lo creas —me eché a reír y justo cuando sentí la protesta venir le planté un beso en los labios—. La cuestión es que Soo y mamá se van este fin de semana a Busan a visitar a mis tíos, y por supuesto, éste que está aquí se queda.

—¿Qué enfermedad a largo plazo le inventaste para que te dejara quedarte aquí? —me preguntó con pericia, ah, él me conocía, pero no había tenido que inventar nada.

—Nada, mamá regresa el lunes en la tarde y yo no puedo perder mis dos primeras clases —expliqué, casi ni me creyó pero era verdad—. Huang no es un hombre que sepa de la vida familiar, aunque tenga un hijo.

—Uno que no me cae, por cierto.

—Te la calas, mi chavo —siseé con una sonrisa—. De todas maneras mi amor, tenemos la casa para los dos. ¿Sabes lo que eso significa?

Jongin se sonrojó a sabiendas de que nos había llegado nuestro momento, no era algo que estuvimos buscando luego de la charla porque el agobio de la universidad no nos dejó si quiera respirar, pero era algo que se mantenía entre los dos, como recuerdo constantemente de que cada beso podía ser más. Pronto él y yo íbamos a ser uno solo, pero todavía teníamos el dilema del quién es quién.

Razones Por Las Que En Serio Te Amo → KaiSoo/Top!SooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora