Capítulo 14: What hurts the most

2.4K 305 141
                                    


Capítulo 14: What hurts the most

Como no tenía ya ninguna intención de encontrarse nuevamente con el rubio que se había ganado su corazón, y ahora lo estaba haciendo sufrir por lo que había escuchado, prefirió volver hasta la casa de sus abuelos. Cuando le preguntaron porqué había regresado tan pronto pudo abogar a que creía que le estaba subiendo la fiebre y que su cuerpo se sentía demasiado cansado para soportar estar junto a una pista de hielo, además agregó con una débil sonrisa que Yuri no le había permitido estar presente en aquel estado, por lo que la había mandado de vuelta a casa. Su abuelo verificó su temperatura, y al escuchar del chiquillo rubio una tierna sonrisa apareció en su rostro, no podía hablar mal de él con otros, no creía ser capaz de contarles lo que había escuchado.

Se arropó entre las frazadas de la cama queriendo largarse a llorar, pero no lo hizo, se resistió por más que le dolía el pecho escucharlo decir ganaría a toda costa. En vez de eso, alcanzó su móvil y abrió el chat con el rubio, no había ningún mensaje de su parte, pero optó por enviar uno primero. Una mentira no haría nada mal, y él no sospecharía que había estado allá por nada, por lo que escribió que se sentía aún peor y que estaba con fiebre, por lo que tenía prohibido levantarse de la cama.

"Oh...¿Me quieres hacer sentir mal por lo de anoche? Más tarde te llevo unos remedios que recomendó mi abuelo para que te mejores" escribió de vuelta incluyendo unas caritas fingiendo remordimiento. Lilly bufó entre medio de los cobertores y se hundió aún más con el teléfono a pocos centímetros del rostro ¿En serio estaba en aquella posición de querer ir a verla luego de lo que había escuchado?

"No, no es necesario..." tecleó rápidamente, lo que menos quería en aquellos instantes era enfrentarlo. De hecho, no tenía idea de cómo lo haría una vez que se sintiese mejor y no pudiese seguir mintiendo en cuanto a su estado de salud. Para evitar cualquier posible pelea, o que notase que estaba sentida con él, volvió a escribir justificando sus palabras previas. "No quiero contagiarte."

"Soy fuerte como un roble, aquí la niñita eres tú." Replicó varios minutos más tarde. Lilly supuso que debió haber estado practicando algunos saltos o la danza que había entre medio, así que cuando abrió el mensaje sólo le quedó pensar en una buena manera de rechazarlo, nunca creyó que él quisiese verla.

"Hablo en serio, queda poco tiempo, no quiero enfermarte... ¿otro día, si? Siento que la fiebre me va a derretir el cerebro hoy." Releyó y apretó enviar cuando creía que aquello no sonaría descortés ni cortante, era lo suficientemente considerada para que en serio creyese que estaba muy agripada.

Dejó el teléfono de lado sin querer seguir hablando con él, quería olvidarse de aquel chiquillo rubio que tanto le gustaba, quería dejar de pensarlo tan pronto como fuese posible, pero con aquella actitud le era bastante difícil. Le daba rabia que fuese así después de que lo que había oído por accidente, le hubiese gustado darle una cachetada y confrontarlo en persona, pero seguramente se hubiese puesto a llorar allí mismo. Se sentía usada, como un objeto, únicamente él había construido aquella cercanía por su música y talento, porque le servía para su único objetivo.

Lentamente se fue quedando dormida, a pesar de que en su mente daba vuelta lo que había escuchado y todos aquellos lindos momentos que tenía con él, logró conciliar el sueño. Probablemente había sido porque en verdad la temperatura le estaba subiendo, o por los medicamentos que la habían obligado a tomarse. Sin embargo, no le importó nada, quería estar dormida tanto fuese posible porque en aquel lugar no iba a sufrir tanto como lo estaba haciendo despierta con sus pensamientos.

Cuando despertó, evitó volver a ingresar a su teléfono para que el chiquillo pensara que dormía, así el chat no delataría su última conexión y no pensaría que lo estaba ignorando. En cambio, utilizó su computadora para hablar con su amigo y saber cómo estaban yendo las cosas en Estados Unidos, le alegró enormemente escucharlo tan contento con todo lo que había aprendido y cuán encantado estaba con sus maestros, al menos uno de ellos dos estaba disfrutando su viaje completamente. Le consultó también qué tal había encontrado la canción que ella había compuesto, y por suerte escuchó puros halagos de parte de su eterno compañero. Incluso fue capaz de decirle que ya se encontraba escribiendo el arreglo que le había pedido, lo que hizo sus ánimos subir un poco.

Don't you dare  (Yuri Plisetsky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora