Capítulo 9: All over again

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Capítulo 9: All over again

Al día siguiente, Lilly con Yuri no tenían ningún plan juntos, además de ella sabía que era el único día que él tenía para descansar de todo tipo de práctica, así que no quiso molestarlo. Le picaban los dedos por abrir el chat y preguntarle qué hacía, pero no lo creía pertinente, el jovencito debía estar exhausto, porque ella sí lo estaba. A pesar de ello, decidió tomar su bicicleta, colocar el violín en la canasta delantera y comenzar a pedalear siguiendo las instrucciones de su teléfono. Estuvo andando por aproximadamente una hora hasta que llegó al pueblo contiguo, un lugar que la gente tomaba un taxi y se encontraba allí en unos minutos, pero ella quería aprovechar que ese día no estaba tan frío y dar una vuelta.

Dejó su transporte asegurado a un estacionamiento de bicicletas afuera de un café, tomó su violín y enfiló directamente al interior del lugar. Seleccionó una mesa junto a la ventana, tomó asiento y se colocó a mirar la carta pensando en qué podría comer. No tardaron muchos minutos hasta que un señor se acercó a tomarle su pedido, el hombre tenía una mirada celestina amable y una sonrisa bondadosa, anotó lo que pronunció en su poco prolijo ruso y se marchó mientras le dejaba un periódico local.

Sacó sus partituras y una lapicera, conectó los audífonos a su teléfono y colocó en play la canción que había creado para Yuri. Sus ojos iban y venían por la partitura una y otra vez, agregaba y quitaba notas, subía y bajaba los tonos, extendía ciertas estrofas con el propósito de colocarle más dramatismo. Su concentración era tal con lo que hacía, que en el momento que un mensaje le llegó a su teléfono, lo leyó con rapidez respondiendo a la pregunta que le hacían sin darle mayor importancia. Sus dedos se alzaban en el aire siguiendo la partitura y lo que escuchaba, lo que casi provoca que el garzón derramara el té que había pedido, a lo que le brindó al humilde hombre una inocente sonrisa pidiendo disculpas por su descuido.

Sin saber exactamente cuánto tiempo había pasado, pero su pastel y té se habían acabado hace un buen rato, el garzón tocó su hombro produciendo un sobresalto de parte de la chiquilla. Lo primero que pensó que iba a cobrarle la cuenta, por lo que se dispuso a sacar su cartera y buscar dinero para pagar, pero la actitud del hombre apuntaba a todo lo contrario. Se quitó los audífonos como este le señaló con un gesto, y lo observó extrañada.

"¿Es usted violinista, jovencita?" le preguntó él en un ruso pausado y bien pronunciado, el hombre tuvo que haber concluido que ella no era de la zona. Lilly asintió a sus palabras, aún le costaba explayarse en ese idioma con naturalidad. "¿es buena?"

Lilly se ruborizó bajando la mirada a las partituras que el hombre miraba tan emocionado, sus ojos brillaban en expectación a una rápida respuesta. La jovencita acercó el estuche de su violín que reposaba en la silla contigua y le devolvió una sonrisa al garzón asintiendo levemente, no quería parecer presumida. El sujeto alzó las manos en alivio, como si hubiese encontrado la respuesta a una gran interrogante, incluso dejó escapar una risa de júbilo.

"Dígame usted qué opina" pronunció con cuidado la castaña tras hacer una revisión rápida de cuánta gente se encontraba en el local. El hombre miró a un hombre detrás de la barra que estaba vestido más formal que el resto, al parecer su jefe, quien asintió ante la emoción que expresaba éste por autorización. La chiquilla se levantó sacando de su estuche azulino el violín que a tantos lados la había acompañado, el que era el jefe inmediatamente apagó la música de fondo del café y Lilly afinó con presura las cuerdas del instrumento.

Caminó hasta una esquina del lugar donde sabía que se escucharía mejor, no tan cerca del ventanal, inmediatamente pudo sentir la mirada de varias personas posarse en su persona. Seleccionó una canción del repertorio que sabía de memoria, era un tema algo lento, lleno de emociones y además pertenecía a su infancia. Se rió de si misma antes de comenzar a tocar, las canciones que solía tocar en lugares públicos, sin utilizar partituras, eran melodías en su mayoría que sacaba de películas infantiles. Aquella vez no fue la excepción, ya que apenas las primeras notas hicieron aparecieron y llenaron la habitación todos fueron capaces de reconocer "Circle of Life" de El Rey León.

Don't you dare  (Yuri Plisetsky)Where stories live. Discover now