ÚLTIMA OPORTUNIDAD (parte 1)

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— ¿Qué libro es? —preguntó Magnus con fingida curiosidad.

—El nombre está en un idioma que ninguno conoce, pero es rojo y con lazos dorados.

—Si el libro está en otro idioma, uno al que ustedes no conocen, ¿Cómo lo leerán? —preguntó Magnus burlón.

—Tu sólo ayúdanos a buscarlo —respondió bruscamente Jace al levantarse del suelo.

—Así que me vienen a exigir.

— ¡No! —se apresuró a aclarar Clary—, venimos a pedírtelo.

—Y si no lo haces la Clave te lo exige.

—Está bien, está bien, los ayudare en eso; no es que le tenga miedo a la Clave pero no me gusta estar yendo a la Ciudad de Cristal solo para un juicio tonto de estos. Miren, allá en la esquina hay algunos libreros, podrían buscar.

—Gracias, Magnus —dijo Clary al tiempo de agarrar a Jace de la mano y jalarlo a los estantes y empezar a buscar.

Simon se quedó viendo a Magnus.

— ¿Cómo está? —preguntó Magnus.

Simon comprendió al instante que preguntaba sobre Alec.

—Sin duda no tan divertido como tú—respondió con ironía.

Magnus sonrió con tristeza.

—Aún lo amo, ¿sabes? —confesó.

—Si aún lo amas, ¿Por qué estás con ella? —Simon señaló a la chica, que aún seguía besando a Magnus del cuello, con la cabeza.

—Para Alexander y para mí ya no hay futuro; no podemos estar juntos.

—Mira yo lo único que sé es que a ti y a Alec les hace dañó estar separados.

— ¿Por qué dices que me hace dañó estar separado de Alec?

— ¡Sólo mira éste lugar! —exclamó Simon—. Está muy desordenado y sucio... más de lo normal.

Y antes de que Magnus pudiera hablar, una persona entró por la puerta y se quedó allí. Simon y Magnus voltearon y la vieron. Era Alec.

El joven iba con sus habituales ropas negras pero se veía más cansado y demacrado.

Se veía colorado de que había corrido pero todo el color se le fue cuando posó su mirada en Magnus y la chica. Bajó la cabeza pero Magnus pudo darse cuenta de que sus ojitos se llenaban de lágrimas.

—Yo... —empezó a hablar—. Mamá dice que encontró algo en un libro —anunció Alec.

Jace y Clary, que habían estado buscando en los libros de Magnus, alzaron la cabeza y lo miraron, luego se dirigieron a la puerta y salieron por ésta.

Alec le dirigió una última mirada de tristeza y arrepentimiento a Magnus antes de salir corriendo e irse sin antes limpiarse con la manga las lágrimas que empezaban a salir de sus ojos.

Magnus se quedó viendo la puerta como si ahí siguiera Alec o como si así lo hiciera volver. La tristeza se reflejaba en sus ojos gatunos.

—Ve por él —le recomendó Simon.

—No puedo. No me querría y...

—...ya no podemos estar juntos —terminó la frase por él Simon—. Sabes que eso es mentira. Además, se acerca la guerra, tal vez sea tu última oportunidad con él.

Magnus lo miró con una ceja alzada. No se había imaginado que el vampiro le estuviera dando consejos.

— ¿Y qué hay entre tu e Isabelle?

A Simon lo tomó desprevenido la pregunta y abrió mucho los ojos.

— ¿Isabelle y yo?

—Sí, no te hagas, vampiro. Se ve que tú la quieras y ella a ti.

—Pues no ha pasado nada.

Magnus sonrió.

—Se acerca la guerra, tal vez sea tu última oportunidad con ella —lo imitó Magnus.

—Tienes razón —concordó Simon—. Más bien, yo tengo razón, ya que fue mi consejo.

Magnus de encogió de hombros.

—Bueno, gracias por el consejo, Simon.

El vampiro abrió los ojos como platos.

— ¡Te acordaste de mi nombre! ¡Lo hiciste!

—Sí, sí, bueno —Magnus le restó importancia con un gesto de la mano.

—Entonces... ¿Irás? —quiso saber Simon.

—Tengo que pensarlo.

—Espero que tomes una buena decisión, Magnus.

—Gracias.

—Sí, bueno, debo irme, adiós.

—Adiós.

Y Simon salió de la puerta corriendo con su velocidad de vampiro para alcanzar a Jace y Clary.

Esperaba que Magnus tomara una buena decisión.

La guerra se avecinaba y no iba a tener piedad. 

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