Capitulo 24:

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A la mañana siguiente Ruben está en la mesa, mirando las paredes y esperando a que Miguel salga de su pieza. No sabía qué hora era, quizá porque el reloj estaba sin pilas o porque era imposible que sean las tres de la tarde. Recuesta su cabeza sobre sus brazos, y cierra sus ojos.

No tarda en quedarse dormido. Pero se despierta porque su estómago ruge, y soñolientamente se soba uno de sus ojos con cuidado. Miguel aparece en el plano, con unos pantalones de mesquilla junto a un polo negro. Su cabello está sutilmente mojado.

—Buenos días. —dice el pelinegro mientras recorre con la mirada la cocina.

El castaño no responde, sólo lo observa desde la cocina. Aquellas gotas de agua se deslizaban por los lados de sus pómulos, haciendo que la luz del sol que entraba por la ventana ilumine su rostro. Pestañea rápidamente, y trata de enfocarse en otra cosa que no sea Miguel.

—Dónde estás, dónde estás..—murmura el ojinegro mientras revisa cada cuadro de la pared.

Ruben frunce el ceño.

—Mi estómago está rugiendo de hambre, ¿podemos desayunar de una maldita vez?—dice el ojiverde mientras se levanta de la mesa.

Miguel lo observa, y asiente.

—Sí, claro. —toma el último cuadro de la pared, y lo descuelga. Hay una llave pegado detrás de este, es una llave pequeña.

— ¿Vamos a comernos la llave?—pregunta Ruben acercándose al pelinegro.

Miguel ríe.

—Sí eso es lo que quieres, —hace una reverencia al tener frente. —su alteza.

Ruben rueda los ojos, y le quita la llave de la mano. Miguel se toma un segundo para observar el rostro contrario; sus ojos verdes estaban algo hinchados y tenía ojeras debajo de ellos. El castaño lame sus labios algo nervioso por tener la mirada penetrante del británico en su cara, pero sonríe y trata de aprovecharse de la situación.

—Miguel,—el nombrado levanta la mirada y sus ojos se chocan con los contrarios.—quería pedirte perdón por haber sido un idiota, y...—da un paso más, y con cuidado sube una de sus manos hacia el pecho del pelinegro.—sé que me he comportado de manera irritante, pero a veces suelo ser así porque...—Miguel tiene su mirada en los labios de Ruben, y el castaño sonríe.—tengo hambre, y necesito saber para qué sirve esta maldita llave.—empuja al pelinegro suavemente.

— ¿Qué fue eso?—pregunta confundido mirándolo fijamente.

—No entiendo, ¿de qué hablas?—dice Ruben mientras alza las llaves al aire.

—Olvídalo.

Miguel soba su rostro, y camina hacia la puerta. La abre, y se da la vuelta, indicándole al castaño que lo siga. Ambos salen de allí, y se dirigen hacia la parte de atrás. Ruben puede ver de lejos que hay como una especie de puerta en el suelo, parece ser un ático pero no está seguro. Miguel camina hacia él, y coloca la llave en el candado que sujeta la puerta.

Ruben se acerca algo tímido, y logra ver una escalera larga. Todo estaba oscuro, pero la luz del sol hacía que el miedo se vaya.

—Bajaré primero, debo encender las velas. —Miguel dice, y Ruben asiente algo desconfiado. —Oh, y pon esa piedra junto a la puerta. Ya sabes, por si se cierra y no quedarnos atrapados. —señala una roca que yace junto a su pie. Ruben la toma, pero mira la oscuridad del ático algo inseguro.

Suelta la piedra.

Los pasos secos, del ojinegro, bajar por los escalones resuenan cada vez más fuerte. El castaño se cruza de brazos algo inquieto, y no logra escuchar más ruido. Parece ser que Miguel dejó de caminar o pasó algo más.

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⏰ Last updated: Feb 07, 2017 ⏰

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Give Me Love|| RubelangelWhere stories live. Discover now