Capitulo 23:

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Ruben se sienta sobre una de las rocas, y observa unos arbustos gigantescos que caían de los árboles. Miguel sonríe, y el castaño se queda mirándolo, contemplando como sus cabellos negros se aclaran por la luz tenue del sol. Miguel gira la cabeza, y Ruben baja la suya tratando de que no lo haya pillada observándolo.

—Bien, creo que llegamos. —el pelinegro camina hacia esos arbustos y los empuja.

Ruben observa lo que hace, y de un momento a otro Miguel desaparece. El castaño se sorprende, y se levante de la gran roca en la que estaba. Camina hacia los arbustos, y antes de tocarlos, la cabeza de Miguel aparece y hace que el castaño se asuste, haciéndolo caer de espaldas al césped algo mojado.

— ¡¿Cuál es tu problema?!—se queja el escocés, tratando de levantarse. Sentía sus codos y brazos mojados, y nota que estaban de lodo.

Miguel hace una mueca, tratando de aguantar la risa, y el castaño toma un puñado del lodo, y viendo como el ojinegro está algo distraído tratando de no reírse, le lanza el lodo, el cual cae en el rostro del moreno.

—Será mejor que no vuelvas a reírte. —Ruben se levante por completo, y Miguel trata de quitarse el barro de los ojos. —Además, no entiendo por qué tratas de comportarte amigablemente conmigo. Escucha, Miguel, lo que hiciste nunca te lo perdonaré. Sé que fui un idiota, pero al menos la venganza hubiera sido, no sé, ¿golpearme? Ahora estoy condenado a muerte, ¿quién lo diría, no? ¡Voy a morir!

El pelinegro observa al castaño adentrarse entre los arbustos, y aún con el lodo en el rostro, lo sigue casi cerca. Los ojos verdes de Ruben se abren de par en par. Era como un cuento de hadas, era una pequeña casa escondida en un bosque en la colina. Era genial, realmente hermoso y la vista era magnífica.

—Tuviste la misma reacción que todos. —Ruben voltea a verlo, y desvía su mirada hacia la casa. Ambos caminan hacia ella. —Oye, Ruben. —el ojiverde detiene el paso, y Miguel llega hacia su lado. —Tienes que entenderme, tienes que ponerte en mi lugar. Tú me hiciste sentir algo inexplicable, quizá me haya ilusionado contigo, en la forma en la que me tratabas, pero luego me enteré que todo era un juego. ¿Crees que mi venganza hubiera sido golpearte? Lo que hiciste me dolió, y debía hacer sientas ese dolor. Sé que no estaba consciente de lo que hacía, el enojo me había tomado por completo, y cuando recordé la carta en el cajón de la cocina, supe allí mismo que debía golpearte donde más te dolía.

El castaño baja la cabeza. Miguel tenía tanta razón, pero lo que le enfadaba era que medio Escocia estaba buscándolo, y tenía una orden de muerte. Y lo piensa un rato, ¿si él hubiera estado en el lugar del pelinegro, lo hubiera hecho? Él sabe que sí. Porque es Ruben, los sentimientos de las personas a su alrededor no le importan, pero con Miguel era diferente. Hay algo en él que lo cautiva de una forma poco racional, algo que es prohibido y le gusta.

—No voy a discutir esto ahora, ¿sí?—avanza un paso, y Miguel suspira. Iba a ser difícil acercarse a Ruben. —Pero, quizá lo de disculparte... q-quizá cambie de opinión. Pero, por ahora, no trates de actuar como si fueras mi amigo.

—Está bien, lo que digas.

Miguel camina hacia la puerta, y se agacha con cuidado. Coloca ambas manos en el tapiz, y gira este, la cinta adhesiva está suelta y no hay una llave pegada con esta. Frunza el ceño, y se levante. Ruben se cruza de brazos, esperando a que el pelinegro abra la puerta de una vez por todas.

El ojinegro retrocede, y observa todo a su alrededor. La última vez que fueron allí fue hace cuatro años, y corre hacia la parte de atrás de la casa, y busca la maceta más pequeña. Mete sus dedos en la tierra y sonríe al sentir el metal hincar en estos. Toma la llave azul, y la roja. Abre la puerta trasera con la azul, y corre hacia la principal, la abre y Ruben se adentra a la casa.

Todo estaba decorado como una casa normal. Nada de joyas, ni oro, ni porcelana fina, ni cuadros de último modelo o tapices elegantes. Era una casa simple. Lo que siempre quiso ver. Miguel se da cuenta de lo que ha de estar pensando el ojiverde, y se apoya en el marco de la sala.

—Yo elegí que la casa sea así, mi hermana y madre la querían como un reino, y mi padre como una guarida para la guerra. —Ruben escucha atentamente, mientras sus dedos pasan por la mesa de madera. Todo era hermoso. El piso era de parqué, y el tapiz de las paredes era de flores con un fondo verde agua. —Y convencí a mis padres, les dije que si alguien, alguna vez, descubría esto, no trataría de robar nada porque era una casa normal, como la de todos. Además, no creo que sospechen que era de los reyes de Inglaterra, ¿no crees?

— ¿Sabes lo que haría por tener una casa así?—mira a Miguel por segundos, y luego fija su mirada en los cuadros pequeños. —Tienes suerte de tener algo así, es tan hogareña y huele a madera vieja.

— ¿Huele a madera vieja?—Miguel ríe, y el castaño rueda los ojos. —Sabes lo que huelo yo, ¡lodo! Así que me iré a bañar, espera, ¿tú también estás lleno de lodo?—Ruben observa sus brazos y ropa, y asiente obviamente. — ¿Nos bañamos?

El castaño se sonroja, y mira hacia el suelo algo avergonzado.

— ¡No! No de esa forma, ¡por Dios, Ruben!—exclama Miguel mientras hace muecas de asco.

Ruben levanta la cabeza, y algo dolido localiza las escaleras. Corre hacia ellas, y antes de llegar al segundo piso, escucha a Miguel llamándolo, pero no le hace caso. Se adentra a un cuarto cualquiera, y se sienta sobre la cama.

—Ruben, no quise decirle de esa forma. En serio, por favor, había olvidado que te gustaba y...

— ¡Cierra la maldita boca por una vez en tu vida!

Miguel deja de toca la puerta de su pieza, y suspira.

Sí esconderse de por si era difícil. Convivir con Ruben sería aún peor.




[Lamento no actualizar. Mi computadora se malogró desde el 22 de Diciembre, y recién hoy encontraron los respuestos para arreglarla. Y me siento un poco mal porque no les deseé una Feliz Navidad y un Año Nuevo. Lo siento.



Give Me Love|| RubelangelNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ