Capitulo 16:

1.2K 205 100
                                    

Miguel se observa en el espejo y arregla su corbata mientras trata de colocarla correctamente. Da un suspiro y observa su reflejo, le gustaba como el saco recaía sobre su cuerpo y como su cabello brillaba por la luz. Se veía bien, pero el problema era la inseguridad de pensar que los demás no lo miraran de esa forma; empujó ese pensamiento hacia la parte de atrás, y salió de su pieza, no sin antes tomar la caja celeste de su velador.

Ruben observa el reloj de la pared, y se cruza de brazos mientras sus ojos se van cerrando de a poco a poco. Unos pasos hacen que los vuelva a abrir, y todo el sueño se desploma cuando ve a Miguel bajar con una tímida sonrisa y aquel traje que le queda perfecto.

Ruben vestía un terno verde oscuro, que de por sí resaltaba sus ojos, y la corbata era negra y en su bolsillo del saco se encontraba una flor blanca, que de casualidad, combinaba con la corbata de Miguel.

Ambos se observan, y con cuidado el castaño camina hacia el británico y con cuidado toma su mano. Al principio los dedos de Miguel se tensan, y puedo ver como se remueve inquieto, pero al emerger más fuerza en el agarre el pelinegro se rinde y sus dedos se juntan.

—El carruaje está afuera esperándonos, ¿piensas llevar algo más?—Ruben pregunta con una sonrisa, que para los ojos del ojinegro se veía muy hermosa en estos momentos. Niega con la cabeza, y observa el agarre de sus manos.

—¡Oh, diablos!—Ruben suelta su mano, y camina hacia la cocina con rapidez.

Miguel se queda allí, mirando la palma de su mano con misterio. Sus mejillas estaban rojas, y podía sentir el calor retenerse en esa zona de su rostro. Ruben regresa con una caja de color turquesa, y con cuidado camina hacia la puerta.

El pelinegro suspira, le da una rápida mirada a su mano y sale de la casa mientras el escocés sostiene la puerta por él. Ambos suben al carruaje, saludan al hombre que manejaba al caballo, y miran hacia los lados opuestos.

Ruben observa el cielo azul y sus dedos juegan con el listón del presente que sostiene sobre su regazo. Se sentía aliviado de poder hacer algún contacto con Miguel, y una sonrisa se escapa de sus labios. Mira hacia el lado del ojinegro, y puede observar como la luz de la luna lo alumbra, causando que su perfil se vea más pálido de lo que ya es, y que sus lágrimas brillen.

Miguel estaba llorando, pero pensó que sería mejor preguntarle por qué lo hacía, así que con valentía tomó su mano y el pelinegro captó el mensaje. Su mano estaba fría, tan fría como el hielo y sus dedos la abrazaron más, tratando de que esta tome el calor de su cuerpo y pueda volverse tibia.

El corazón del británico latía con suavidad, no eran latidos rápidos, eran suaves con ritmo. Sus ojos se cerraron y su mano libre viajó hacia sus mejillas, limpiando los rastros de las lágrimas que yacían secas.

El caballo frena, y ambos se observan. Ruben baja del carruaje, y abre la puerta para que Miguel haga lo mismo.

—¡Miguel!—una muchacha rubia corre hacia él, y lo abraza con fuerza. El nombrado enrolla sus brazos por la cintura de la chica, y esconde su rostro en el cuello contrario. —¿C-Cómo has estado?—la chica pregunta curiosa, pero al decir eso se percata que hay una presencia más y mira a Ruben intrigada.—¿Y quién es este chico que te acompaña, eh? Deberás presentármelo, tu prima merece saber quién es este galán.

Miguel se sonroja, y rasca su nuca con incomodidad.

—Noa, Ruben. Ruben, Noa.—ambos se observa y estrechan las manos. La rubia lo observan por largos segundos, y su sonrisa se agranda.

—¡Claro! Ruben, el príncipe de Escocia, el que está comprometido con mi bella prima Mali-Koa. —Ruben asiente mientras coloca sus manos en sus bolsillos, y Miguel muerde su labio para no soltar todas las palabras que lleva dentro.

—Sí, estoy comprometido. —dice como si recién lo hubiera recordado, y Noa frunce el ceño.

—¿Lo olvidaste?—pregunta algo molesta.

Miguel mira el suelo.

—N-No, claro que no. —alza las manos en forma de defensa. Y la mirada de Noa se suaviza, suspira. —Es sólo que pensé que no se lo diríamos a nadie hasta que se haga oficial, ya sabes, en la iglesia y todo ese rollo. —explica con una media sonrisa, y su mirada se fija en el pelinegro que mira hacia los lados como si estuviera buscando una forma para escapar.

Noa se da cuenta de aquello y decide dejar la conversación allí, toma a su primo del brazo y a Ruben de la mano y con agilidad los jala a ambos hacia la entrada. La casa estaba decorada con un amarillo hermoso, y varias flores en la entrada. Ruben deja la caja en el suelo y Miguel hace lo mismo, sus manos rozan y ambos evitan mirarse por aquella acción.

Noa les muestra la sala, en donde varias personas importantes y de la realeza se encontraban, y les indica donde sentarse. Ruben se sienta y Miguel observa hacia una de las esquina, sus ojos verdes captan lo que el británico estaba mirando. Era un chico alto, de cabello rubio, estaba de espaldas pero se le podía ver conversar con una chica. Con cuidado toma el ponche que estaba frente a él y lo empuja a propósito. 

Miguel salta al sentir el frío líquido caer en sus pantalones, y deja de mirar a Charlie para observar a Ruben.

—Diablos, lo lamento. —murmura con una sonrisa al ver lo que logró.

Miguel bufa y camina hacia el segundo piso, Ruben lo sigue por detrás y verifica que nadie los esté mirando. Llegan al segundo piso, y el pelinegro se dirige hacia el baño, y antes de que pueda cerrar la puerta, el castaño hace todo lo posible para entrar.

Se prometió así mismo que tenía que hacer algo para que su plan tome inicio, y debía comenzar ahora. Con rapidez toma la cintura de Miguel, y lo atrae hacia su cuerpo. Una electricidad recorre por sus cuerpos, y ambos se preguntan por qué sintieron aquello.

Pasó un par de segundos más, y Ruben se encontraba besando al británico lentamente, como si estuviera dando su primer beso. Y Miguel lo disfrutaba como si fuera el único, era tan lento que podía sentir los labios del ojiverde rozar suavemente contra los suyos.

—¿Chicos?—la voz de Noa los separa, y se miran asustados.—Los vi subir hacia acá, y Char.. y un amigo mío me dijo que uno de los dos se manchó de ponche, así que traje uno de los pantalones de mi padre por si acaso.

Ruben aprieta el jabón entre sus manos, y Miguel se asombra de ver el objeto partido en dos. Vaya, parece que el escocés odia que lo interrumpen, pensó.

Y sí, estaba en lo cierto. Luego cobraría venganza en Noa, pero por ahora su única cosa en mente era lo bien que se había sentido besar al ojinegro y como su cuerpo pedía por más.  


Give Me Love|| RubelangelWhere stories live. Discover now