Capitulo 10:

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Miguel deja de pensar en lo ocurrido. Sólo fue un beso, un roce de labios insignificante. De seguro se dio la ocasión, ambos en el carruaje, los rostros casi a centímetros. Pero no dudaría en parar los actos del castaño si es que se vuelve a dar la situación. Su hermana siempre ha sido su prioridad, y no dudaría en protegerla ante todo.

Ruben baja del carruaje con las mejillas aún sonrojadas. Sus pies tocan el suelo y levanta la mirada. La casa es muy grande como para dos personas, siente como si estuviera yendo a su primera noche de luna de miel y eso causa un escalofrío en todo su cuerpo. El jardín es lo demasiado amplio que puede imaginar un castillo en el, el balcón se puede visualizar de lejos y puede ver a un par de sirvientas con sus maletas en la entrada.

—¿Genial, no?—Miguel habla desde atrás, asustando un poco al castaño.

—Sí.—Ruben responde asintiendo y dándole una mirada al paisaje.

Miguel toma sus maletas y el ojiverde al ver aquella imita su acción. Ambos se encaminan hacia la entrada de la bella casa. En el camino ambos se quedan en silencio, Ruben muerde su lengua por no soltar alguna palabra que incomode la situación y al estar a pocos metros de la entrada, decide de que debe decirlo.

—Miguel..—el nombrado gira a verlo.—Antes de vivir juntos por todo lo que queda de este mes, yo.. uhm, no quiero que la situación se ponga más rara de lo que es entre nosotros.

—Sí lo dices por lo del beso, no te preocupes.—contesta con una gran sonrisa, y Ruben puede sentir como las palabras se quedan en el aire—Ambos sabemos que aquello no volverá a pasar, tú tienes una esposa y yo estoy en busca de una..—responde mirando el suelo.

Si el príncipe de Inglaterra nunca lo decía probablemente no hubiera tenido la oportunidad de pensar en aquello. Su pareja, la princesa que estará con él durante sus últimos días. ¿Dónde iba a empezar a buscar por ella? Es obvio que sus padres están más ocupados en su hermana, así que debe moverse y tratar de hacer algo.

—Entonces, ¿no te gustó el beso?—Ruben frena al mismo tiempo que Miguel.

La pregunta cayó de golpe en el pelinegro. Era su primer beso, y por ser el primero es obvio que le tendría que gustar de eso no cabe duda, pero le inquieta el hecho de que haya sido con un chico..con el prometido de su hermana.

—No voy a contestar eso—murmura y saluda a una de las sirvientas que siempre estuvo a su disposición en cada día que llego a convivir en esa casa.

—Príncipe Miguel, ¿desee que tome sus maletas?—la muchacha de cabello pelirrojo pregunta un poco nerviosa, el nombrado se niega.

—No te preocupes Tina, ¿qué tal va todo en casa?—deja de lado a Ruben y comienza una conversación con la nombrada.

El ojiverde rueda los ojos, y camina hacia las gradas de la casa, con cuidado toma asiento en una de ellas y comienza a jugar con el cierre de una de sus tantas maletas. Mentiría si dijera que se sentía nervioso de haber podido hablar sobre el beso con el ojinegro, y aunque besarlo haya sido algo que no estaba en sus planes, se sintió raro al poder sentir sus labios con los de otro hombre y peor aún que aquel afecto haya sido lo más sofocante que su cuerpo haya podido sentir.

Ruben se sentía confundido. Tenía un plan que debía compartir con Miguel, pero por otro lado aquella idea debía ser desechada de una u otra forma. Las reglas son: no está bien que alguien de la realeza engañe a su esposa, no está bien que alguien de la realeza siente sentimientos indebidos hacia otra persona que no sea su cónyuge y no está bien que alguien de la realeza salga con alguien de su mismo sexo.

En su país está condenado con decapitación o tortura. Y lo peor de todo es que sus padres propusieron aquella ley ante el pueblo de Escocia.

Miguel se despide de Tina con un abrazo tímido, le dice que le gustaría volver a verla y si es posible que habla con sus padres para que, al menos, puedan prepararles las comidas. Con desgano arrastra sus pies hacia la dirección del castaño y se para frente a él. Ruben parpadea un par de veces y decide pararse.

—¿Ellas no vendrán?—señala con discreción hacia las muchachas que se encontraban riendo mientras tomaban un camino distinto a la entrada de la casa.

—Tu querida esposa—recalca la última palabra—ha mandado de que ambos vivamos solos, y cuando digo solos es sin servicio, caballería y amigos. Ella son parte del servicio así que están fuera de nuestro círculo.—Miguel coloca la mano en su bolsillo y saca las llaves que anteriormente Tina le concedió.

—¿Cómo rayos preparamos el almuerzo y desayuno?—Ruben pregunta a la par que toma sus maletas y camina detrás de Miguel con enojo.

—Tendremos que arreglárnosla, además no puede ser tan difícil ¿no crees?—gira el manojo de llaves y se adentran a la gigantesca casa.

—Miguel—el nombrado suelta las maletas, y el eco de estas caer se escucha en todo el salón—, es imposible que cocinemos, ¡quemé el agua hace un par de semanas!—exclama bromeando.

El pelinegro no aguanta la risa, y se apoya en el hombro contrario haciendo que el ojiverde sienta esa descarga y además esa sensación satisfactoria de haberle hecho reír sin esfuerzo alguno.

—No seas idiota, y camina porque esta casa será un recuerdo viviente para ambos—el ojinegro le sonríe con alegría, como si aquel beso ya hubiera desaparecido de su mente en menos de cuarenta minutos.

—Lo será, Miguel. En verdad lo será.—responde Ruben con una sonrisa contagiosa, y se prepara para poder llevar a cabo su plan.

Porque seamos sinceros, Ruben ama romper las reglas.

Give Me Love|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora