52. La condena del recluso.

6.4K 520 91
                                    


—Yo tuve que ver cinco revistas porno... ¿Y tú me das un pequeño chocolate? — Rio, incrédula—. No puedo creer que seas tan injusto.

—Creí que te gustaba el chocolate—murmura.

Lo miro de reojo, y cuando menos se lo espera, le arranco el chocolate de las manos. Él ríe. Abro la envoltura, y efectivamente está derretido. Me como el pequeño chocolate, y lamo la envoltura. Después de eso, dejo el papelito a un lado y me chupo los dedos untados de chocolate, uno por uno. Alex solo me observa, embelesado.

¡Dios! ¿No hay más de este chocolate?

Entonces Alex frunce el ceño hacia mí. Lo observo, sin entender.

— ¿Qué? —pregunto.

—Se supone que tenías que darme—dice, con la mirada seria. ¿Está hablando en serio?

— ¡Pero si era mi chocolate!

—Pero yo lo agarré.

—Pero tú me lo diste.

—Pero pensé que me ibas a dar un poco.

—Ah... —Su rostro está completamente serio, pero no puedo distinguir si se está burlando de mí de nuevo o no—. Lo siento. Pero... pero tú me obligaste a ver revistas porno, y lo mínimo que podías hacer era eso.

Desvío la mirada hacia un lado mientras termino de saborear lo que me queda de chocolate entre la boca. Entonces me doy cuenta de la posición en la que estamos. ¿A qué hora me senté en sus piernas? Esto es vergonzoso.

—Oye—me llama.

Lo miro, y se queda en silencio mirándome. Pasamos un rato mirándonos en silencio, y creo que me voy a derretir. Él alterna la mirada entre mis ojos y mis labios, y de repente me pierdo en su mirada. En su profunda mirada. En su mirada que quiere transmitir tantas cosas pero solo puede decir unas pocas. La tensión comienza a aparecer. Trago grueso y miro sus labios. No puedo querer besarlo. Esto está mal. Pero mi estúpido cuerpo tembloroso como gelatina ya me advierte que estoy entrando en terreno peligroso.

— ¿Entonces... no te gustó ninguna revista? —murmura con voz suave cerca de mis labios, y tengo que agarrarme fuerte para no reducir la distancia. Logro negar con la cabeza a duras penas — ¿Por qué no?

Podría pegarle en la cabeza para reducir la tensión. Si, podría hacer eso. Si tan solo pudiera moverme...

—Alex...—trago grueso, y me aferro a sus bíceps—. ¿Q-Qué...? ¿Qué estás...?

Su frente se junta con la mía, y su respiración se vuelve pesada contra mis labios. Cierro los ojos con fuerza, porque no puedo mantenerlos abiertos un segundo más. Me aferro a sus brazos con más fuerza, temiendo cometer una estupidez. Todo ha sido demasiado confuso. Estamos demasiado bien... y esto podría arruinarlo todo. No lo soportaría. No soportaría estar alejada de él otra vez.

—Blair...—suspira, y su nombre en mis labios me hace enloquecer por dentro.

La desesperación crece en mí y me hace claudicar. Solo quiero que me bese. Lo deseo. No soporto este espacio entre nosotros un segundo más, y no me importan las consecuencias ahora mismo.

—N-No hagas... algo estúpido....

Me pregunto si me escuchó. Al parecer no.

En mi interior, algo se libera, y por dentro me lleno de una dulce sensación. Los labios de Alex sonríen contra los míos, y me aferro con más fuerza a él. No soportaba la ausencia de sus besos un segundo más. Cuando su lengua toca la mía, un millón de chispas estallan en mi interior. Su lengua se enreda lentamente con la mía, y un suspiro sale de lo más profundo de mi pecho. Me besa con algo de desesperación, como si hubiera estado esperando para besarme durante todo este tiempo. Él no era el único que estaba esperando.

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora