36. El lugar en el que nace la confianza.

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—Suéltenla.

Esto es impresionante. Creí que no estaba dispuesto a mover un dedo para ayudarme, y de hecho, ya me había quedado con ese pensamiento en la mente. Ha salido de la habitación con Alice presente. Y me está defendiendo.

Alex mira de reojo a los guardias de seguridad, con una pose de superioridad y despreocupación increíble en él. Mantiene sus manos en los bolsillos, como si esto fuera otro aburrido asunto que está obligado a atender. Pero no me importa que se vea así de despreocupado. Me emociona que haya venido por mí.

Cuando me sueltan, caigo al suelo de panza. No estaba preparada para eso.

—Alex... ¿Pero qué...? —escucho la voz de Alice, desconcertada y entrecortada.

Poco a poco me reincorporo, hasta que me pongo de pie. Me sacudo el polvo de la ropa y observo a Alex, sumamente agradecida. Al fin y al cabo, si cuento con él.

Me mira un momento, y luego su mirada se desvía hacia atrás de mí. Me doy la vuelta para observar a Alice.

—Yo la contraté.

— ¡¿Estás loco?! ¡Esta mujer intentó matarte!

Creo que está exagerando. ¿Por qué me tiene en la lista negra de esa manera?

— ¿Matarme? —Alex alza una ceja.

— ¡Te iba a lanzar de un paracaídas estando anémico! ¡Es un intento claro de homicidio! ¡Agradece que no haya llamado a la policía!

—No iba a matarme. Yo también quería ir, imbécil. —Se me corta la respiración. ¿Cómo puede tratar así a su madre? —. Blair no intentó matarme.

¿Estar agradecida con Alex por haberme defendido, o enojarme con él por ofender a su madre de esa forma? No puedo pensar bien.

—Yo quería saltar en paracaídas.

El gesto de seguridad del rostro de Alice se va desvaneciendo poco a poco, hasta que solo queda una profunda mueca de cansancio.

— ¿Otra vez? Alex, cariño... ya... ya hemos hablado de esto.

— ¡Basta! —grita Alex de un modo tan fuerte que me hace saltar en mi sitio — ¡Deja de tratarme como un niño, maldita sea!

Las lágrimas comienzan a derramarse por las mejillas de la cansada madre, y tras murmurar un «Iré a recostarme», desaparece. Diana me mira con la confusión marcada en su rostro, y después de eso desaparece por el mismo camino. Los hombres de negro se marchan, y yo me quedo en mi sitio analizando lo que acaba de pasar.

— ¡Mierda!

Un estruendo se oye tras de mí. Me volteo, asustada, y me encuentro a Alex con su puño incrustado en la pared. Intento acercarme a él, pero luego comienza a golpear la pared frenéticamente con ambos puños. Me asusta. Sus ojos desorbitados, su rostro contraído en rabia, su mandíbula apretada.

La escena es aterradora.

— ¡Detente! —Me aferro a él desde atrás e intento jalarlo con la intención de que se aleje de la pared —. ¡Alex!

— ¡Siempre la misma mierda! —grita, enfurecido.

No puedo detenerlo, sino que me muevo con él debido a sus movimientos bruscos mientras golpea. Me aferro con fuerza y cierro los ojos, con la intención de no dejarme caer. Sigue golpeando bruscamente, con gritos llenos de rabia y dolor. Cuando se detiene, respira pesadamente y cae arrodillado al piso. Yo caigo con él.

Me rehuso a abrir los ojos. Solo puedo sentir su pesada respiración bajo mis brazos. Intenta quitar mis brazos de su alrededor con movimientos bruscos y dolorosos, pero no me dejo. Me aferro con toda mi fuerza, y grita un par de blasfemias contra mí. Su desesperación por soltarse se vuelve más fuerte, y yo solo me aferro más. No pienso soltarlo. No pienso dejarlo caer.

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora