21. Viejo amigo.

5.7K 513 64
                                    


Alice y el engreído se sientan a comer galletitas en la terraza, y yo aprovecho para ir a ver a Alex. Cuando entro, la escena es deplorable. Alex está murmurando cosas incomprensibles entre las cobijas y mi corazón duele. ¡Oh, pobrecito! ¡Y no estuve aquí cuando tenía que estar para él! Quiero calmarlo aunque sea un poco antes de que tenga que enfrentarse a su amigo.

Sin importarme que se enoje conmigo cuando esté de nuevo en sus defensas, me siento de rodillas en la cama y pongo su cabeza sobre mi regazo. Está teniendo una pesadilla, otra vez. Sus manos tiemblan y eso me asusta. Me atemoriza más que cualquier cosa, incluso más que sus gritos. Se acabó. No me importa cuanto pueda enojarse conmigo, pero lo voy a consolar incluso en su contra. Tomo una de sus manos, y desesperada porque deje de temblar, entrelazo sus dedos con los míos. Su mano es mucho más grande que la mía. Con la otra mano acaricio sus castaños cabellos, en busca de infundirle tranquilidad. Su otra mano sigue temblando, pero al menos no le permito temblar a la mano que tengo en mi poder.

Quiero calmarlo antes de que venga Reed. Se supone que tenía mucho afán por venir a ver a su amigo, pero parece que para él, sacarle información a Alice también es útil. Debo aprovechar el tiempo que tengo.

—Ella me dejó... sí, ella me dejó... todos me dejan... ¿Por qué todos me dejan? —murmura entre sueños. Entrecierro la mirada. Sufro por él, y por su dolor. Se siente solo.

No lo dejaré sentirse solo.

—Yo no te voy a dejar. No estás solo—susurro suavemente en su oído mientras acaricio su melena con suavidad.

—Hmm...

Por más adorable que se vea dormido, y por más dolor que me provoque su sufrimiento, tendré que despertarlo en algún momento. Reed está por venir. No tengo mucho tiempo. Pero me confío, y sigo consolando a Alex por unos minutos más. Él parece dormir más tranquilo cuando acaricio su cabello de esta manera. De hecho, a mí también me gusta acariciar su cabello así. Estar de esta manera con él me produce una profunda paz y tranquilidad.

Unos golpes en la puerta me sacan de mi ensoñación; y del susto, quito la cabeza de Alex de mi regazo, temiendo que alguien pueda entrar y nos vea en esta posición. Por suerte, Alex no se despierta debido a mi movimiento brusco.

— ¿Alex? —mierda. Ese es Reed.

No quiero despertar a Alex, no quiero salir de esta burbujita. Pero unos nuevos golpes en la puerta me hacen volver a la realidad.

— ¿Blair? —esta vez me llama a mí. Ya debe saber que éste es el cuarto de ambos.

Agito a Alex y lo llamo. Él poco a poco se despierta. Sus ojos se ven perezosos, resistiéndose a abandonar a aquel placentero sueño en el que estaba sumido.

— ¿Qué...?

Cuando me ve demasiado cerca de su rostro, se sienta de golpe. Su mano se separa de la mía bruscamente y sin piedad.

— ¡Alex! —llaman de nuevo desde el exterior.

Me mira de forma acusatoria, en busca de explicaciones.

— ¿Quién es?

—Es tu amigo Reed—digo temerosa. ¿Pero qué me pasa? ¿Por qué siento que he hecho mal al traer a Reed aquí?

— ¿Qué? —está incrédulo.

— ¡Alex! —gritan desde afuera de nuevo. Alice ya debió advertirle a Reed acerca del estado de Alex y de lo «peligroso» que es, y aun así vino a verlo. ¿Qué acaso eso no es un gran acto de amistad?

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora