Blair Johnson sueña con ser una escritora reconocida. Tras de que sus padres la echaran de casa y con tan sólo sus ahorros para defenderse, decide viajar a Los Ángeles para cumplir su sueño. La gran ciudad no es fácil para nadie y para Blair menos...
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(Si quieres saber que es esto, quédate hasta el final)
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Al despertar, siento que todo ha sido parte de un sueño mágico y extraño, pero cuando veo a Reed sentado al borde de la cama, esa teoría se esfuma. Lo peor de ser consciente de una mala experiencia después de irte a dormir es darte cuenta de que no se trataba de un simple sueño. Es entonces cuando más se podría decir que los sueños se hacen realidad. Nunca me había pasado algo como eso, ni de asomo. Debo haber armado un escándalo.
Aprieto los labios, avergonzada.
— ¿Entonces todo eso pasó? —murmuro.
Reed asiente con una sonrisa torcida.
—Bueno, si te refieres a que casi eres violada por el hijo de puta de Colin, si, si pasó. —Su rostro pasa a ser de disculpas—. Perdóname Blair, no tenía idea que esto pasaría, yo-
—No te disculpes, Reed. No fue culpa tuya.
Reed intenta sonreír, pero no le sale muy bien.
—Suerte que tu amiga es una experta en karate. Si no, quien sabe qué habría pasado. El maldito de Colin sabe judo, así que tener una amiga experta en artes marciales fue tu carta de salvación.
—Lo sé.
—Incluso tumbó la puerta para poder entrar.
—Vaya.
Realmente no estoy muy interesada en los detalles. Solo quiero olvidar que eso pasó.
Reed me mira de manera optimista.
—Alex vino por ti, ¿sabes?
—Y vio los corazones de papel tirados en la sala—comenta Cynthia entrando a la habitación con una taza humeante en sus manos. Se sienta al borde de la cama y con una pequeña sonrisa dice: —Así que hasta ahí llegó tu anonimato.
Me llevo las manos al vientre y miro hacia el techo.
—Vino por mí.
—Así es—dice Reed.
—Pero me siento increíblemente perturbada.
Cynthia suspira.
—Te entiendo. Pero deberías salir. Robert está hostigando a Alex como si fuera el padre que no quiere que el novio salga con su hija.
El comentario no me hace reír.
—No quiero que Colin vuelva.
—No te preocupes—dice Reed, sonriéndome—. Me encargaré de eso.
