39. La gente que te quiere.

6.4K 557 51
                                    



¿Yo? ¿Ir con él? Imposible. La invitación dice claramente que es solo para empleados y sus familias. Como Alice trabaja allí, es obvio que Alex sea invitado. Pero yo no entro en esa ecuación. Cierro los ojos. Sería maravilloso usar un bonito vestido, ponerme elegante y caminar del brazo de Alex, vestido con un traje. Bailar juntos por el salón. Su mano en mi espalda mientras yo me recuesto en su pecho y lo rodeo con los brazos. El corazón me salta ante la visión. Eso sería ideal.

Abro los ojos y regreso a la realidad. Al fin y al cabo, eso solo puede ser un sueño.

—No puedo.

La decepción se marca en su rostro, y rápidamente se da la vuelta para marcharse, pero lo sujeto del brazo antes de que lo haga. No quiero que saque conclusiones precipitadas.

—Espera.

— ¿Qué? —pregunta, arisco.

Suspiro.

—Solo soy una empleada.

Se detiene, y me mira. Sus ojos parecen confusos. Entonces se gira hacia a mí, se mete las manos en los bolsillos y me suplica con la mirada. Ese gesto tan anhelante me hace volar entre las nubes.

—Pero... ¿te gustaría ir? —pregunta con voz dudosa.

Abro la boca para responder, pero no tardo en cerrarla. ¿Cómo decirle que ir con él sería un sueño hecho realidad? Creo que se asustaría si me oye decir eso. Mis fantasías no deben salir de mi cabeza. No tengo por qué incomodarlo con cosas como esas. Decido no hablar, y solo asentir.

Él sonríe un poco.

—Lo arreglaremos—dice.

—No, Alex... yo no... no encajo en... —suspiro—. Si me ponen en una mesa con dieciséis tenedores, no sabré cual elegir.

Él ríe por lo bajo.

—No son tantos. No te preocupes. Yo te diré cual usar — ¿De verdad lo hará? ¿Quiere ir a un baile, conmigo? —. Pero... la idea es que vengas conmigo.

Debo estarme volviendo loca o algo, porque acabo de comparar ese baile con una cita. De verdad estoy enferma.

—Entonces, ¿Aceptas venir al baile? —pregunta en voz baja y cautelosa.

—Hum...

Contengo la sonrisa que quiere surcar todo mi rostro. Me está invitando a un baile. Nunca nadie lo había hecho. Ni siquiera en mi baile de graduación. Recuerdo que fue un día horrible, triste y deprimente. No bailé con nadie, y solo me pasé la noche sentada en algún rincón, viendo como los demás bailaban y reían. En cuanto a Adriana, ella se la pasó de brazos en brazos, y no se acercó a mí en toda la noche. Fuera de eso, nadie me invitó a bailar.

Mi autoestima quedó por el piso durante todo el mes siguiente.

—Yo... —sonrío un poco. Estoy emocionada, y no sé por qué quiero tirarme a llorar de la felicidad. Sin embargo, me controlo—sería... uhm, sí, me gustaría ir contigo.

Entonces, la realidad viene a mí como un balde de agua fría.

—Pero no puedo.

Alex suspira y desvía la mirada hacia la ventana. De inmediato, extraño su mirada. Cierro los ojos y froto el puente de mi nariz. Cielos, que dependiente me estoy volviendo. Algo debe estar mal conmigo.

—No te preocupes por Alice. Ella te valora mucho. Y además, trabajas para mí y he decidido que irás—dictamina—. No soy un niño, y tengo el mismo nivel de autoridad que esa mujer para decidir si vas o no, sin contar que yo soy tu jefe.

Corazón de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora