Linaje del Dragón: Nacidos

Capítulo 10: Luz de Luna

  Uno de los caballeros utilizó magia, una onda de viento lo suficiente fuerte como para alejarla de ellos, los demás corrieron a por sus caballos los cuales relinchaban y pataleaban de terror. Los gritos de sufrimiento dentro del castillo atrajeron a los enemigos de las inmediaciones; los sacerdotes y guardias traidores saltaban desde las casas derrumbadas y cuerpos destrozados con ansias de sangre. Embistieron como lobos hambrientos contra los caballeros, lo cuales uno por uno los fueron destrozando.

  Aquellos jinetes poseían un estilo de batalla distinto, empuñaban ágilmente sus armas y realizaban movimientos rápidos y precisos. Paol lo notaba, aquellos hombres batallaban como dioses. Aunque poseían habilidades sobrehumanas, los enemigos los superaban en número. Una lluvia de flechas cayó sobre los héroes; arqueros y Maes se ocultaban entre los tejados de los hogares e hicieron llover sobre los caballeros flechas encendidas y flamantes esferas de fuego. Paol quiso advertirles pero temió el ser descubierto, de todas maneras el Mae de los caballeros se percató de la situación y mandó una segunda onda de viento que apagó las llamas, dispersó las flechas y las redireccionó hacia sus enemigos

  La contienda parecía tornarse victoriosa para los caballeros hasta que un enemigo nuevo saltó desde el castillo, era la niebla otra vez, más viscosa y mortal. Además, los invasores no dejaban de llegar e disparar, la balanza se inclinaba hasta el punto en que los superaban cien veces su cantidad. 

  Una flecha discreta aterrizó sobre la pierna de uno de los caballeros, haciendo que caiga de rodillas. Un guardia rebelde notó la oportunidad y se abalanzó contra él. Paol, inconscientemente, saltó desde su escondite e incrustó las dos espadas en la espalda del guardia, que se desplomó en el lodo. Se acercó al caballero herido y éste intentó golpearle.

  Paol retrocedió, para luego entrecruzar espadas con un sacerdote rojo que iba hacia ellos y lo desarmó en un revés para luego acabarlo con un corte en el pecho que lo desbarató contra el piso. 

- Estoy con ustedes.- Gritó desesperado Paol mientras derrotaba a un tercer oponente. El caballero lo miró durante un momento, aunque no escuchaba lo que decía detrás del deslumbrante casco, Paol se mantuvo esperando respuesta.

  El Mae del grupo se ocupó del herido; lo subió al caballo y ordenó la retirada. Los caballos relincharon y pisotearon a sus enemigos en la huida. Paol había quedado solo contra el centenar de enemigos, que reían ante la desgracia del joven. Lo rodearon y comenzaron a provocar pequeños cortes sobre su cuerpo; aunque intentara, lo atacaban de todos los francos. Paol cayó de un golpe en la nuca, estaba mareado, perdido y decepcionado. "Ana, lo siento" pensaba mientras recibía patadas de sus enemigos.

  Un liquido lo bañó, era sangre. Paol asomó su cabeza para ver al enorme caballero que descendía de su caballo, lo tomó de la camisa y lo subió a la montura; de un instante a otro se encontraba cabalgando entre las ruinas de la que en un momento fue la prospera ciudad de Mancre. Paol no aguantó las lagrimas.

- No llores por lo que se perdió, sino lucha por lo que se puede perder.- La voz del caballero lo devolvió a la realidad.

- Detente, debo ir a buscar a la princesa.

- Si se encontraba en el castillo entonces no hay nada que buscar allí, todos dentro están muertos. 

- ¡No puede ser, debes estar mintiendo! ¡El rey no caería tan fácil! Ademas, la princesa...- la aterradora idea de que Ana fuese asesinada por alguno de los lunáticos le revolvía el corazón a Paol hasta el punto de romper en llanto- Y-yo le prometí que-que la apoyaría siempre.

  El caballo se detuvo de repente arrojando al suelo al joven llorón.

- ¡Entonces ve! Descubre la muerte por ti misma.- El caballero se dio un tiempo para ver la reacción del joven, al ver la cara de sorpresa y terror de éste, prosiguió- O puedes subir a mi caballo, recuperarte y volver fuerte.