Capítulo veintiocho. Copias baratas.

1.5K 84 3
                                    




—¿Puedes dejar de leer? —bufó Vanesa. —Esto fue planeado por ti. Presta atención.

—Es una pérdida de tiempo. —resoplé con aburrimiento y cerrando mi libro brutalmente. —Cuando organicé la cita no sabía que la chica fuese una prepotente.

—¿No hiciste unas pruebas de acceso? —interrogó Leonardo. —Se supone que deberías haberla conocido bien.

—No digas tonterías. —rebatió mi amiga. —Nadie va a decir sus defectos en esas situaciones.

—Pero María pidió sinceridad. —Vanesa rodó sus ojos ante el inocente comentario de su novio.

—La gente miente hasta en el currículum para poder trabajar. Evidentemente, iban a mentir en una organización de citas. —su novio cabeceó dándole la razón. —El único problema que yo veo es que van a discutir mucho al ser tan iguales. —añadió la morena.

—Esa chica es mucho más narcisista que Javier y eso es difícil. —comenté achicando mis ojos y centrándome en la escena que tenía delante. —Y Javier ha sido muy cutre buscando un sitio donde quedar. ¡La ha traído a un maldito parque!

—Me extraña que no la haya rechazado ya. —desconfió mi amiga. Giró su cabeza hacia mí y me miró suspicaz. —¿Qué le has hecho? —alcé ambas cejas. ¡Nada! ¡Yo no le he hecho nada!

—¿Qué le voy a hacer? —pregunté cruzándome de brazos. —¡No le he hecho nada! ¿Pero qué imagen tienes de mí?

—Alomejor le ha resultado interesante. —intervino Leonardo. —Quizás ha funcionado y le habéis encontrado a la chica ideal para que sea su novia.

Fruncí mi ceño.

Los sentimientos contradictorios comenzaron a surgir en mi interior. Se supone que yo quería esto. Le había organizado una cita para que se echase novia y olvidase esa absurda idea de que me quería y de que podíamos comenzar un noviazgo. Pero, sin embargo, notaba algo malo en mi interior. Como que mi cuerpo se sentía incómodo ante esta situación con una mezcla de rabia también.

Sí, notaba celos.

No me gustaba admitirlo ni lo iba a admitir en voz alta, pero definitivamente eso eran celos. Estaba celosa. Pocas veces en mi vida, por no decir a penas ninguna, sentía celos de una persona. Siempre he dicho que no era una persona envidiosa, pero... Sorprendentemente ahora mismo estaba sufriendo un ataque de ese sentimiento. Es totalmente diferente a esas mariposas que sientes cuando estás enamorado, como si las mariposas se convirtiesen en velociraptores.

—Pues entonces nuestro trabajo ha sido ejecutado y lo doy por finalizado. —anunció mi amiga frotando sus manos.

—¿Podemos irnos ya a nuestra cita? —preguntó su novio. —Quiero pasar tiempo a solas con mi novia. —mi amiga sonrió con emoción y me lanzó una mirada suplicante. Me estaba pidiendo permiso para irse. Le sonreí dulcemente.

Ella ya había hecho mucho por mí, se merecía su libertad. Que yo tuviese un mal humor de perros no implicaba que tuviese que amargarla a ella. Ya me soportaba bastante con el simple hecho de compartir apartamento conmigo.

—Podéis iros, queridos enamorados. —asentí. Y fue terminar la frase, Leonardo agarró la mano de su querida amada y salió corriendo de allí. Probablemente aprovechó la oportunidad antes de que pudiese objetar algo.

Será idiota.

Miré el reloj de mi muñeca y abrí los ojos descomunalmente. ¡Llegaba tarde a trabajar! Ni si quiera sabía cómo seguía conservando el trabajo en ese bar. El dueño era demasiado compasivo conmigo, porque independientemente de llegar casi siempre tarde, tenía un mal carácter y en vez de recibir a los clientes con una sonrisa, solía poner una mueca cada vez que me pedían algo y tenía que levantarme de la silla para ir a atenderlos, y eso sin mencionar la de comentarios groseros que podían echarme. Y, sumándole, que me contasen sus penas y preocupaciones.

Que el destino decida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora