Capítulo cuatro. Los juegos.

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—¿En serio sigues enfadada? —Me preguntó Javier de forma divertida desde el sofá. —¿No volverás a hablarme nunca más?

Habían pasado cuatro días desde el ''incidente'' de la cocina y no le había dirigido la palabra desde entonces. Estaba enfadada, por supuesto, pero realmente no era esa la principal razón de mi comportamiento hacia él; más bien era porque estaba frustrada, abrumada y embarullada. Mi mente estaba totalmente en una especie de limbo con muchas cosas que tenía que asimilar e intentar entender. No era el hecho de la pelea en sí, sino del beso. De dos besos en tan poco tiempo y de su repentino comportamiento demasiado cariñoso hacia mí. ¿Por qué se comportaba de esa manera ahora? Llevaba meses viviendo con nosotras y éramos amigos, se había comportado como tal, pero... En este tiempo, todo había cambiado. Parecía como si sus pensamientos se hubiesen modificado de repente y comenzaran de nuevo, sin tener en cuenta nada de lo anterior.

Y me asustaba. Me asustaba mucho.

Las cosas nos habían ido bien como mejores amigos, nos entendíamos, nos contábamos todo, nos apoyábamos, ¡incluso nos presentábamos mutuamente a diferentes ligues! Y de repente era como si nada de eso contase. O no al menos ambientado en el ámbito de la amistad. Nos entendíamos de otra manera, nos contábamos otras cosas que no incluían las relaciones con otras personas que fueran intencionadas más que una simple amistad, nos ayudábamos de forma más cercana, y ni si quiera pensábamos en que el otro ligase con algún conocido nuestro. Al menos, él se comportaba así, yo seguía igual que antes. Creo.

—No. —Contesté secamente. Probablemente, Javier estuviera un poco confundido por mi comportamiento, no entendería el por qué estaba llevando la ''pelea'' hasta este punto y menos cuando ésta había sido más diversión que una riña.

—Lo acabas de hacer. —Me señaló divertido. —Explícame el por qué tienes ese enfado, ya que voy a tener que ganarme tu perdón. —'Por tus estúpidos besos y declaraciones'. Claro, eso no se lo podía decir. Solo me quedaba encogerme de hombros.

—¿Por qué crees que es? —Algo que se nos da muy bien a las mujeres era desviar el tema hasta tal punto de que los hombres se saturasen y sobrecargasen su mente y se rindiesen.

—Por el beso, estoy totalmente convencido. —Ups, pues no. Parece ser que me conoce mejor que cualquier persona.

—Pues no, listillo. —Le contesté mientras que iba a mi habitación y sacaba ropa de mi armario. Él arqueó una ceja, esperando mi aclaración. —Desperdiciaste una Dr. Pepper. Sabes que tengo debilidad por esa bebida.

—¿Es en serio? —Dijo abriendo los ojos de la sorpresa. —¡Tienes que estar bromeando! —Exclamó alzando sus manos desesperado.

En realidad, no había mentido. Si desperdiciabas solamente un poco de café, macarrones, pizza, Dr. Pepper, trina de naranja, coca cola, chocolate (pero lo mío era una adicción sana, no descontrolada como la tenía él), patatas, pollo y helado de caramelo y de oreo, te mataría. ¡Son comidas sagradas! Debería estar prohibido que se malgastase una sola cantidad de éstas.

Que Javier hubiese vertido una de las cosas que me llevaban a la perdición, no hacía más fácil el hecho de ''perdonarle''. Tampoco es que estuviese tan enfadada que no lo quisiese ver en la vida, pero sí estaba molesta. Supongo que Dr. Pepper, había ayudado a que, en cierto modo, medio de mi cabreo fuese debido a eso y lo pudiese poner de excusa.

O no. Quizás solamente era debido a los estúpidos besos.

Bueno, qué más da. La cuestión es que no quería hablarle y ya está.

—No me puedo creer que hayas hecho un mundo solo por una bebida. —Suspiró siguiéndome hasta la puerta del baño. —Te compraré todas las que quieras. —Ofreció. Mordí mi labio pensativa, alomejor podría perdonarle... Era una oferta tentadora.

Que el destino decida. (Terminada).Where stories live. Discover now