Capítulo doce. Colores.

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Son las siete de la tarde y llevaba estudiando desde las siete de la mañana. Sí, doce horas. Me dormía mientras que intentaba memorizar algo más, en serio, me dormía literalmente. Para lo único que había parado era para comer y tardé quince minutos; y para escuchar a Javier que había entrado en mi habitación como un loco y satisfecho porque hubiese podido solucionar el problema del secuestrador. Digan lo que digan yo sigo pensando que lo es.

Por lo visto, muchas personas se habían tomado en serio todo este asunto (gracias a mi increíbles dotes de actuación) y le habían contado la historia a la policía, pero no la real o la que yo quise dar a entender, sino una más enrevesada.

Vamos, que se habían inventado cosas.

Sacaron diferentes comunicados ficticios, crearon pruebas incriminatorias falsas y fueron a enseñárselo a la policía. Y por lo que me había contado Vanesa, Javier tenía un semblante pálido según se iba enterando de todo el caos que se había formado por una bromita de nada.

Sí, Vanesa lo acompañó porque se puso pesado y la amenazó en quedarle sin novio. Nuevo novio. Y el afortunado (o desgraciado) era Leonardo. Los datos estaban por verificarse, pero Javier había elaborado esa hipótesis y ahora estaba obcecado en que era totalmente cierta aunque Vanesa se negaba una y otra vez. El chico chicle se pegaba a ella como si fuese su padre, vigilaba todos los pasos de Leonardo e incluso estaba más controlador con él que con David. Veía como se quejaba continuamente de que su vida apestaba porque, por un lado, tenía que controlar esa supuesta ''relación"; y por otro lado, estaba empeñado en que dejase de ignorarle y tenía en su punto de mira a David también. Vamos, que no tenía tiempo ni para respirar, aunque para tomar tazas de cacao seguía sacando algunos minutos.

Cuando le conté a Vanesa y a Dave que no pensaba ir a la piscina porque tenía que prepararme el examen del lunes, se negaron en rotundo y decidieron que irían a las ocho de la tarde para que yo también pudiese ir. Obviamente, Javier se apuntó. Si ya era pesado cogiéndonos las cosas sin nuestro permiso, imaginad actuando como si fuese una cámara de vigilancia.

—Te tengo una sorpresa. —la voz masculina del moreno hizo que saliese de mis cavilaciones mentales y me girase para poder mirarlo.

Ya estaba vestido con el bañador, una camisa de tirantes blanca y unas chanclas negras. Su pelo estaba revuelto y hoy daba la impresión de que sus ojos azules brillaban más de lo normal. Estaba apoyado sobre el marco de la puerta y me miraba con una sonrisa pícara a la par que dulce. ¡Guau! Esto es nuevo. Hacía tiempo que no veía esa sonrisa.

Y siendo honestos, la echaba de menos.

Me daban miedo las sorpresas que ingeniaba el moreno. Sí, podía ser muy dulce y todo lo que queráis cuando se lo proponía, pero también conseguía llamar tu atención a la costa que fuese y si tenía que planear una tremenda broma para que comenzases a gritarle, lo haría. Lo conocía demasiado bien y sabía que no estaba tramando nada bueno o por lo menos, eso reflejaba su cara, aunque también tenía cierta confianza en que me iba a gustar lo que sea que había hecho.

Solo espero no tener que pasar la noche en la celda.

—¿En qué lío nos quieres meter? —interrogué achicando mis ojos hacia él.

—Debería haberte hecho una sorpresa mucho antes visto que he conseguido que me hables. —comentó sonriente. Esa sonrisa, aunque me atrajese de forma sobrenatural, no me gustaba nada. Sí, de acuerdo, no te puede gustar algo y a la vez no quererlo pero ya he dicho que soy una persona muy contradictoria.

No me juzguéis, ¿vale?

—Solo te hablo porque sé cómo eres y de la forma que actúas y no quiero que el edificio salga por los aires. —contesté con obviedad y el chico enarcó una de sus cejas.

Que el destino decida. (Terminada).Where stories live. Discover now