Capítulo trece. El hilo rojo.

2.4K 130 4
                                    

—¡Que le den a ese palurdo! —exclamé exasperada alzando mis brazos hacia arriba con irritación. —¿Te ha puesto los cuernos? Bien. Ya tenemos a uno más en la lista para matar.

—A mí me da igual... —susurró Vanesa jugueteando con sus dedos. —Más o menos.

—¿Qué vamos a hacer? Porque tenemos que hacer algo. —me movía de un lado a otro de la habitación enfadada. —O sino ¿sabes qué? Que se vaya con su amante y le vaya bien. Estúpido. —espeté con repugnancia.

—Si su amante hubiese sido otra persona quizás me lo hubiese tomado de otra manera... —suspiró mi amiga.

—¿Y qué? No cambiaría nada. Te ha puesto los cuernos igualmente. —comenté posicionándome frente a ella con los brazos en jarra.

—Es humillante. —dijo con vergüenza pero un poco de fastidio en su voz.

—Da igual con quién te los haya puesto Vanesa, lo ha hecho y eso es lo que cuenta. —pasé mis manos por la cara. —Y no ha sido culpa tuya, sé que lo estás pensando.

—¡Me ha puesto los cuernos con un hombre María! —esta vez fue ella la que gritó furiosa. Lógico. Probablemente si me lo hubiesen hecho a mí ya no habría rastro de existencia del chico en cuestión. —¿Tú sabes lo bochornoso que es eso? ¡Todos dicen que se ha cambiado de sexualidad por mi culpa! ¡Que yo no le daba lo que él quería!

—¡Claro que no porque le gustan los tíos! —era imposible razonar con ella. Llevábamos discutiendo este tema cerca de una hora y no entraba a razón, eso sin contar con sus cambios repentinos de ánimo. Pasaba de melancólica a enfadada en un nanosegundo. —La culpa es suya por estar con una mujer teniendo otras prioridades sexuales.

—¿Y si lo ha hecho simplemente por experimentar? Quizás me dijo la verdad... —ya no grita. ¿Veis? Cambios de ánimo. Parece una embarazada susceptible.

—¿Experimentar? —alcé mis cejas. ¿En serio me estaba diciendo eso? —Creo que a esta edad ya se tiene bastante claro cuál es la preferencia sexual de cada uno.

—¿Y si solo fue un fallo y equivocación y jamás volverá a ocurrir? —solté un gruñido. Comenzaba a perder los nervios aún más de cómo estaba ya.

—¡Deja de intentar justificarlo! —necesitaba andar. Necesitaba música para relajarme y golpear a alguien. ¿Dónde demonios está Javier cuándo se le necesita? —¿Un desliz con un hombre siendo supuestamente heterosexual? Vamos... Eso no te lo crees ni tú. Si ya es difícil de creer los ''deslices'' con mujeres, imagínate en tu caso. Además, si haces ese tipo de cosas es porque quieres, no porque sea una equivocación. Es más, lo deseas más que nada.

—Apestas como amiga para animar a las personas. —bufó molesta.

—No me eches las culpas de que tu ex novio sea un idiota integral.

—Simplemente intento verlo todo desde su perspectiva. —suspiró cansada. —Pero es que no llego a ver su punto de vista.

—¡Porque su punto de vista es incoherente! Y para nada factible, es decir, si se iba a inventar una excusa para justificarse que hubiese sido más ingeniosa.

—Bueno... Leonardo y yo nos acostamos, así qué creo que estamos en paz. —dijo esta frase tan rápidamente que me costó un poco analizarla.

¡¿Cómo que ella y Leonardo se han acostado?! ¡¿Pero cuántas cosas me he perdido yo mientras que discutía con Blumer?! Lo tengo dicho, ese chico me distrae demasiado y no me deja enterarme bien de las cosas. Es un pesado e irritante. No tengo ni idea de lo que pasa en la vida de mis amigos por su maldita culpa.

Que el destino decida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora