Capítulo 31

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(TAL VEZ LES CONVIENE LEER EL CAPÍTULO ANTERIOR DE NUEVO JIJI)





El infortunio me perseguía, excelente.

Sus brazos se encontraban tensos debido a sus puños cerrados, haciendo que sus venas se destacaran debajo de la pálida piel de sus antebrazos descubiertos. El cabello rubio sobre su frente dejaba espacios sin cubrir, exponiendo a la vista de cualquiera su ceño fruncido. Resoplaba fuertemente, sus ojos lentamente subiendo a los míos.

Madre... esto no pintaba nada bien.

Sentí unas pocas personas aproximarse para contemplar la escena, se dispusieron en círculo alrededor de ambos. Intenté salir de mi postura arrodillada, me fue imposible al notar aquella mueca de rabia pura.

Estaba. Condenadamente. Muerta.

Silbidos fuertes comenzaban a escucharse.

—¿Tú... de nuevo?- Soltó en un gruñido tensando su mandíbula.

—Jackson.- Hablé de forma estrangulada.

—¿Es una broma?- Jadeó sacudiendo su camisa.- ¿De nuevo? Tú si que tienes problemas, perra...

Perra

Perra

Perra

—Imbécil.

Arqueó su ceja izquierda inclinándose hacia adelante. Sonrió ladino. —¿Te dolió ese sobrenombre?- Ladeó su cabeza a un costado sin borrar su sonrisa desagradable. —Pero si tú misma te has ganado ese nombre por lo que me han contado.

No me resistí, tomé mi jodida botella de agua y la vertí sobre su cabello y ropa robando el aliento de todos aquellos.

Su boca se abrió de golpe, a la misma velocidad que me levanté del suelo. —Tú no me hablas así, ¿Lo tienes, imbécil? No sé quién demonios te crees que eres, pero no tienes la autoridad suficiente como para que te creas el dueño del mundo.

Tomé mi mochila rompiendo el contacto visual con él. Empujé a todos de mi camino abriéndome paso al quisco de la preparatoria. Apresuré el paso al sentir las zancadas de alguien más cada vez más rápidas detrás de mí.

Tragué saliva comenzando un trote. Estaba cada vez más cerca de aquella puerta doble de madera barata. Aceleré el trote al sentir los pasos cada vez mas cerca-

Maldito Jackson.

Corrí, empujé las puertas del comedor. Antes de poder llegar a un destino seguro, me sujetaron con fuerza.

—¡Déjame Jackson! ¿Quieres? Deja de actuar como si me conocieras. –Me retorcí con desesperación.

—Shh, ___, escucha...

Comencé a gritar desaforadamente. Me giraron con brusquedad encontrándome con el rostro incrédulo de Jimin. Mi fuero interno se detuvo junto a mis respiraciones agitadas.

—¿Qué te pasa? ¿Porqué corriste así y gritaste de esa forma?- Soltó sin entender en lo absoluto.

Suspiré quitando se manos de mis hombros. —Solo déjame en paz, ¿Quieres?- Empujé las puertas entrando al comedor principal. No tardé en escuchar sus pasos acelerados.

—¿___? –Habló alcanzando mi paso. —¿Qué era todo eso? ¿Qué hacías en el círculo ese de personas?

Me detuve abruptamente. —¿Qué parte de dejarme en paz no entiendes? ¿Eh?

Me miró fijamente con una pequeña sonrisa. Con sus dedos peino los cabellos de su frente hacia atrás.

El maldito sabía que me enloquecía.

—¿Estás en tus días?- Soltó burlonamente.

—¿Quieres que malditamente te abofeteé?- Apreté mis puños.

Mordió su labio lentamente. —Depende de donde...

Lo empujé con fuerza antes de girarme y retomar la caminata a la máquina de bebidas.

Volvió a hablar. —Estuve enfermo durante días, cuidaste de mí, vuelvo a aquí y ni me hablas.- Bufó.

Inserté las monedas necesarias en la máquina, para luego cambiarlas por una bebida dietética.

—¿Cuidando la figura, muñeca? –Los vellos de mis brazos se erizaron por completo ante el contacto de sus labios con mi oreja.

—Deja de molestarme, Park.- Suspiré.- ¿Qué haces aquí de todas formas? Ya es hora de irse a casa.- Visualicé su reflejo en el vidrio y metales frente a mí.

Su sonrisa blanca se amplió volviendo sus ojos unas finas líneas. Vi el movimiento que su bícep hizo al contraerse para quitarme la bebida de las manos. La abrió con facilidad antes de tomar unos tragos.

Me giré decidida a quitarle la lata; no pude.

Pequeñas gotas se deslizaban de sus labios al mentón, para luego caer sobre sus pectorales.

¿Con qué intención se puso una sudadera tan ajustada el día de hoy?

Despegó suavemente sus labios de la lata aún con los ojos cerrados. —Me encanta que te me quedes mirando, ___.

Mis mejillas ardieron como de costumbre. —Eso querrías.

Me entregó la lata en un solo movimiento, la tomé suavemente. Sorpresivamente su sonrisa socarrona se tornó algo tímida. —¿Y a ti? ¿Te gusta que yo te mire?

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