Naniizaan - Peligro

Start from the beginning
                                    

- ¿Quieres enamorar a todos los invitados, cariño? – bromeó, tomándome del brazo para dirigirnos juntas hasta el salón. Divisé el espléndido anillo de compromiso que hoy sí que adornaba su dedo.

Nuestra llegada al salón estuvo acompañada de cuchicheos continuos. Nada más cruzamos el umbral de la puerta, Antoine se precipitó a nuestro lado. Me encontré con ojos mirándome con sorpresa. "Ya no parezco una cualquiera como ayer", pensé. Con rapidez, Antoine introdujo a Jeanne como "su futura esposa" y se escucharon aplausos. En segundo lugar, me tomó de la mano y me adelantó al centro de la sala, presentándome por mi nombre e indicando que era "su adorada cuñada". Yo me sentía vulnerable entre tantos ojos. La totalidad del conjunto estaba compuesta por oficiales, vestidos con sus pulcros uniformes, y un par de matrimonios. Agradecí que las escasas mujeres vistieran a la manera francesa, no quería resultar pedante. Saludé a cada uno de los invitados individualmente y no tardé en buscar el amparo de Jeanne, quien no soltaba el brazo de Antoine y carecía de tiempo suficiente para responder a todas las preguntas que le hacían. Consciente de que debía dejarles disfrutar, me acerqué a la larga mesa y tomé un poco de fruta, estaba hambrienta. Dos oficiales no se demoraron en su acercamiento.

- Usted es la señorita Catherine, ¿no es así?

Me volteé para mirarlos, tragando con rapidez la fresa que acababa de meterme en la boca, e incliné la cabeza con distinción. Estaba nerviosa, daba mi inexperiencia y desgana, pero debía de ser educada. Ya tendría tiempo para pasar inadvertida. Uno de ellos parecía tener la edad de Jeanne, mientras que el otro tenía el cabello repleto de canas.

- Un gusto conocerles.

Resultó que el mayor de ellos era el conocido general Dohuet y el joven que lo acompañaba era su hijo, Stéphane. Me contaron que llevaban alrededor de cuatro años viviendo en Quebec y se interesaron por mi viaje y la situación de París. Me desenvolví como pude, con unas ganas tremendas de esconderme debajo de la mesa hasta que todo terminase. Mi desgracia aumentó cuando me di cuenta de que Stéphane, con sus ojos saltones, me miraba de arriba a abajo sin disimular, como si estuviera tasando hortalizas en el mercado. No quise prejuzgarle, pero me resultó severamente desagradable. Luché por no bostezar cuando inauguraron una larga conversación sobre las batallas contra los ingleses. No tenía la más remota idea de nada de lo que estaban diciendo y no podía seguir comiendo delante de ellos.

- ¿He oído algo sobre mi querido rey?

Distinguí una voz aguda hablando en inglés. Un hombre de mediana edad, engalanado a la inglesa, se aproximó a ellos.

- Un placer conocerla, señorita Olivier. ¿Habla usted inglés? – asentí, sorprendida por su descarada intromisión. – Mi nombre es Thomas Turner, comerciante de pieles.

Le estreché la mano con delicadeza y advertí el enrojecido semblante de la que había sido mi compañía hasta aquel momento. La tensión podía cortarse con una navaja de afeitar. Sin embargo, sentí curiosidad por él. Los tres hombres se enzarzaron en un arduo debate sobre la monarquía que me permitió escabullirme. Tomé un pudin de zanahoria, ignorando las descaradas miradas de los que me rodeaban, y Jeanne me agarró por detrás.

- Estoy muerta de hambre. – se rió. - ¿Estás bien?

- Hay mucha gente.

- Yo no consigo acordarme de ningún nombre. – me confesó entre risas. – He visto que ese joven rubio tenía mucho interés en ti.

- ¿Stéphane? – me ruboricé.

- Ese mismo.

- Es un joven ciertamente fatigoso.

(YA A LA VENTA) Waaseyaa (I): Besada por el fuegoWhere stories live. Discover now