31. Ácido

4.7K 271 249
                                    


Lydia.

No sé qué era lo que había en esa caja pero desde que se cerró la tapa Keith ha estado algo diferente, no diferente para mal y eso me gustaba, se lo veía algo ¿Feliz? Por así decirlo, había mencionado que estábamos en una relación pero a veces me sentía insegura de lo que ocurría entre nosotros dos.

A veces no se necesitan palabras, ni caricias, no hace falta un beso ni un abrazo para que los momentos sean perfectos, solo se necesitaba un poco de silencio con aquella persona que tanto quieres.

Mi pregunta es, ¿Cuánto durara este momento feliz?

Estoy acostumbrada a la rutina de mi vida, me di cuenta que nunca podrá ser ordinaria como las otras, sé que vendrá un momento difícil, incluso sentiré que me estará ahogando. Tengo miedo de confiar en la vida y pensar que todo irá bien cuando sé que eso no es cierto, creo que estoy preparada.

—Creo que ya es tarde—susurré, alce mi rostro para ver si estaba dormido al verlo sus grandes ojos marrones me veían detenidamente.

—Quédate— susurró apretando sus labios.

—Quisiera pero no puedo, tengo que regresar a casa.

—Bien—dijo cortante, se levantó del sofá apartándome—Vamos—me parecía o estaba molesto.

—Entiende que...—intente calmarlo pero me interrumpió.

—Entiendo—busco las llaves en sus bolsillos.

—¿Estas molesto?—espete molesta, ahora yo era la molesta. En todo este tiempo me acostumbre al mal humor de Keith que incluso yo lo había aprendido.

—Lo...lo siento— se tomó la frente pensativo, luego suspiró—Me molesta no poder tenerte cuando quiero...

—No soy tu objeto—me crucé de brazos, rodé los ojos dirigiéndome a la puerta—También tengo una vida—abrí la puerta y la cerré bruscamente.

La puerta volvió a abrirse, sentí como unas manos me tomaron de los hombros- ¡Basta! Estamos discutiendo por algo tonto- alzo la voz.

—Tú fuiste el que empezó— me zafé de sus brazos— Me haces sentir como si yo tuviera la culpa—me volvió a tomar de las manos.

—¡Agh!—apretó mis muñecas. Miro a todos lados como si tratara de de buscar algo, seguí su mirada y observaba una esquina de la casa en donde había un grupo de murciélagos—¡Muéranse!—a los segundos los murciélagos caían uno a uno encogidos en el suelo. Cerró los ojos aliviados y respiro profundamente.

—¿Te has contenido mucho?— pregunte preocupada.

—Como no tienes idea—me soltó de las muñecas— Quiero...ya sabes.

—¿Lo vas a hacer?— pregunte confundida.

—Dime que me disculpas— me miro preocupado, como si tuviera miedo.

—Te disculpo—apenas susurré, estaba atónita por su comportamiento.

—Entonces no lo haré—sus músculos se relajaron, ya no tenía la mandíbula apretada, ni aquellos ojos furiosos— ¿Te estoy asustando?— me tomo de las manos.

—No exactamente asustar, pero si algún día discutimos por algo más fuerte y lo primero que se viene a la mente es un pensamiento negativo contra mí ¿Me lastimarás?

—No...Bueno no lo sé—agacho su cabeza—A eso también le temo.

—Regrésame a casa, por favor— el asintió con la cabeza apenado. No quería ser dura con él pero me preocupe y tal vez soy una exagerada que le toma importancia a todo. El camino regreso a casa fue muy silencioso, lo único que se escuchaba era la baja música del auto.

Lydia® [LIBRO 1-2] BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora