Kara-chan lo vio empezar a destrozar cosas y fue rápidamente a tratar de calmarlo, sosteniéndolo de los brazos y viéndolo de frente —Karamatsu-san, cálmate. Los vecinos podrían llamar a la policía.

—Es que... el anciano, él sabía cómo regresarme de dónde vengo —dijo el yakuza, con obvia frustración y agarrando a Kara-chan para soltarse, pero el hecho de sólo ver la preocupación en la cara del otro le trajo una extraña y repentina paz.

—Oye, entiendo que estés molesto. Si yo fuera teletransportado a dios sabe dónde, lejos de mis brothers, también estaría molesto como tú. Y no habría nada en el mundo que volver con ellos, aunque ellos se alegraran de que me hubiera ido —al decir eso, Kara-chan cerró los ojos al sonreír, como si se aguantara las ganas de llorar—. Creo que es lo que envidio de ti. Por las cosas que dices sobre tu familia, tus hermanos te quieren mucho, sea como su niisan o como su superior. Y el cariño y protección que les das, ellos te la regresan.

—No tienes que tenerme envidia. Tú lo tienes todo en este lugar, y no sufriste como yo lo hice de niño, eso te lo puedo asegurar —era la primera vez en que Karamatsu-san hacía una mínima referencia a su vida privada, a su infancia. La plática se vio interrumpida cuando la voz de una mujer se hizo escuchar.

— ¿Quiénes son y qué hacen aquí? —preguntó Nyaa-chan asustada al ver a dos extraños en su domicilio. Ella se apresuró al teléfono con la intención de llamar a las autoridades, pero el yakuza se le adelantó y la inmovilizó, tapándole además la boca para que no gritara.

—Escúchame, no te vamos a hacer daño, sólo venimos a hacerte unas cuantas preguntas y nos iremos —le dijo Karamatsu-san, sin soltarla todavía—. Ahora, te voy a soltar, y nos responderás todas las preguntas que te hagamos. Pero, escucha bien, pero si al soltarte tratas de herirnos, o de llamar a la policía, te voy a hacer daño. ¿Entiendes? —la idol asintió, y afortunadamente fue obediente.

La dejaron sentarse en su propio sofá, mientras Karamatsu-san la miraba, dando vueltas por la sala — ¿Tu abuelo falleció?

—Sí... hace dos meses —respondió ella, aún asustada y confundida.

—Él se dedicaba a la santería, ¿no es así?

—No, claro que no. Él era sintoísta, pero jamás se dedicó a nada de eso, a pesar de que tenía muchos conocimientos.

— ¿Qué? —Karamatsu-san estaba impactado con respecto a la información que Nyaa-chan le daba.

—Le digo la verdad, señor. Bueno, él solía tener muchas estatuas, pero después de que hiciera algo que de verdad lo asustó, dejó el asunto por completo.

— ¿Qué fue lo que hizo?

—No recuerdo, tenía que ver con un favor que le había hecho a una estatua de un bakeneko...

— ¿Un bakeneko? —ahora parecía más interesado, mientras Kara-chan los veía sin saber qué estaba pasando.

—Él antes tenía una estatua de bakeneko, y una de Amatsu-Mikaboshi, pero tras pedirles un favor, ellos le pidieron algo a cambio, que era una vida humana, si bien recuerdo. Según él me contó años atrás, se retractó del pacto, porque ellos se alimentan de almas humanas, en especial Bakeneko. Siempre, hasta el día de su muerte, me advirtió de jamás hacer tratos con ellos por esa razón. O les ofreces un alma a cambio, o ellos toman la tuya.

—Entonces eso fue lo que el viejo hizo... ¿tú tienes idea alguna sobre lo que se hace? Digo, ¿lo que ellos pueden hacer?

—No lo sé bien, él no quería que yo hiciera tratos con ellos, por lo que no me dijo nada de sus poderes. Pero, una vez investigué en su biblioteca, y supe ciertos ritos y favores que solían pedirse a ellos.

— Reika-san, ¿serías tan buena de mostrarme el libro que leíste, por favor?

Ella, aunque no sabía cómo el extraño conocía su verdadero nombre, se levantó y fue al librero principal de la sala, tomando un elegante, pero viejo libro para dárselo a Karamatsu-san. Éste, al tomarlo, empezó a buscar entre las ilustraciones hasta encontrar la imagen de Bakeneko y de Amatsu-Mikaboshi.

—Según esto, Bakeneko come almas humanas, y Amatsu-Mikaboshi rompe dimensiones. Entonces, fueron ellos los que me enviaron aquí.

—Espera, ¿vienes de otra dimensión? —Nyaa-chan preguntó.

—Si ellos me trajeron aquí, tal vez me puedan llevar de vuelta...

—Pero, ¿qué hay de eso de darles una vida humana? —Kara-chan estaba preocupado principalmente por eso— No creo que podamos darles a alguien así como así, está mal. ¿Y si aparte hay efectos adversos?

—Tendré que correr el riesgo... —hasta ese punto habían ignorado a la idol, hasta que ella se les acercó y les jaló las mangas de sus ropas.

—Oigan... el Tanabata es en dos semanas. Tal vez, si le piden a Tentei que usted regrese a su hogar, lo escuche y se lo conceda.

—Vaya, eso no lo pensé antes —Karamatsu-san dijo, pensativo—. Tal vez funcione... pero ¿y el sacrificio humano que el viejo de mi mundo hizo? Me preocupa, me dijo antes de traerme aquí que encontraría un mundo de dolor. Pero hasta ahora todo ha sido bastante bueno.

—Tal vez se refiera a que algo aquí le causará dolor, pero no contaba seguramente que usted podría pedir un deseo en el Tanabata —Nyaa-chan era bastante conocedora del tema, al parecer.

—Es más, tal vez si mis hermanos también piden ese deseo, surta un efecto mejor. Pero, ¿cómo lo formulamos? —se preguntó Kara-chan. Después de que Nyaa-chan les hubiera traído tanzakus especiales y tinta casera, se pusieron a pensar los tres cómo formular los deseos.

—"Deseo volver a casa" suena demasiado ambiguo. Tal vez Tentei lo llegue a malinterpretar y te lleve a donde solías vivir, pero en este mundo —dijo Nyaa-chan, a modo de consejo.

— ¿Cómo lo escribimos entonces? —preguntó el yakuza, observando las tiras de papel, temeroso a desperdiciarlas. No fue hasta que Kara-chan tomó un tanzaku y un pincel, que empezó a escribir.

— ¿Qué tal esto? —dijo mostrando el papel con la frase "Deseo que el Karamatsu del otro mundo encuentre su lugar".

—Oye, sí. Esto es lo que necesitamos. Porque obviamente, siendo de otro mundo, éste no es tu lugar. Y entonces Tentei tendrá que llevarte a donde perteneces —Nyaa-chan se mostraba satisfecha con ese deseo.

—Entonces vamos de vuelta a la ciudad, hay que encontrar un árbol de los deseos para colgarlo. Gracias, Hashimoto-san, disculpe haber intervenido de esta forma en su casa.

Al volver a la casa Matsuno, ya era de noche. Habían encontrado en su camino andando unos árboles de bambú preciosos, en donde ambos colgaron los tanzakus, esperando que Tentei los escuchara.

—Demonios, se me está acabando el dinero —se quejó Karamatsu-san.

— ¿Qué podríamos hacer al respecto? Dudo que lo quieras apostar en el pachinko.

—Mañana saldré a buscar algún trabajo temporal. Es lo único que se puede hacer.

— ¿De verdad piensas trabajar? Sólo tienes dos semanas más aquí, no creo que sea necesario.

—No entiendes. Es malo vivir a costa de los demás, lo sé por experiencia. Tanta gente que vive a costa de mí y mis hermanos, me han enseñado que tarde o temprano se tiene que pagar por todo. Prefiero ganar un poco de dinero y solventar mis gastos y caprichos como yo quiera.

—Oye, hablando de eso, nunca has dicho por qué ustedes se dedican a... ya sabes.

Karamatsu-san guardó silencio.

—Es una historia que no me gusta contar. Es muy dolorosa.

[BL] Reflejo Desconocido [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora