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En realidad las amenazas de Nico si que la habían afectado pero jamás lo reconocería ante nadie ni siquiera ante ella misma.
Lo mejor que podía hacer era desahogarse con su chico favorito.
Su fama de mala no se quedaba corta pues no solo era capaz de cualquier cosa sino que ese chico al que iba a ver no era otro que el asesino más despiadado de todo el país. Julio Montesdeoca. Un asesino con una debilidad. Miranda.
Visitar a su chico siempre la animaba y conseguía lo que ella quería. 
Se conocieron dos años atrás, antes de que ocurriese lo de Santi.
Para entonces Julio ya huía de la policía y Miranda se cruzó en su camino.
Quiso tomarla como rehén y ella no se lo impidió. No se pidió rescate ni se avisó a la policía, ni siquiera dio tiempo de que nadie percibiese que Miranda había desaparecido.
Julio jamás le hizo nada. Fue todo lo contrario. Miranda le cautivó desde el momento en el que cruzaron las miradas. Entonces supo que siempre sería suyo. Le pertenecía y Miranda lo sabía.
Aquella noche Miranda volvió a su casa con una gélida sonrisa en sus labios. Ahora tenía un aliado. Un aliado peligroso capaz de todo por ella.  
Conseguir a Javier se había convertido para ella en una meta y no iba a parar hasta lograrlo. Por eso era tan importante que viese a Julio. Era la primera vez que deseaba de verdad a un chico. No era como en las otras ocasiones que lo hacía únicamente como diversión. Está vez era muy distinto y Julio se merecía una explicación.
Cuando el guarda les dejó a solas, Julio la miró de arriba abajo y se le antojó terriblemente hermosa. Deseaba poseerla allí mismo, sobre aquella mesa fría que les separaba apenas un metro él uno del otro.
-Tú dirás niña.
-Mónica ha vuelto a enamorarse.
-Hace tiempo que no me hablabas de ella. Ahora podrás vengarte de nuevo por lo que te hizo.
-Cierto.
-¿Cuál es el problema?- presentía que había algo más que ella estaba tratando de contarle.
-Ese chico me gusta de verdad. No es solamente un capricho mío ni tampoco mis ansias de acabar con ella.
-Entiendo. Eso significa entonces que lo nuestro termina aquí.
-Como pareja si. Seguiré viniendo, seguiré compartiendo todo contigo, incluso mi cuerpo pues sé hasta que punto lo deseas.
Julio se inclinó un poco hacia delante para besarla y Miranda hizo otro tanto. Su instinto le decía que siguiera y lo hiciese con él allí mismo y eso hizo.

La noche cayó de pronto y con ella estalló una tormenta que me pilló en mitad de la calle. Había salido a correr un poco para olvidarme de Jonathan y del baile.
Me detuve en el centro comercial hasta que parase un poco y allí fue donde le vi.
Estaba calada hasta los huesos. Necesitaba un café para entrar en calor.
Me acerqué a la primera cafetería que encontré y pedí. Me senté junto a la ventana para ver como pasaba la gente. Parecía que la navidad se adelantaba porque todo el mundo estaba de compras. Me pregunté como pasaría yo aquellas navidades y si para entonces ya habría pasado algo entre Javier y yo.
Mantuve la taza de café entre mis manos proporcionándome una sensación de paz.
Él aun no me había visto. Se encontraba tan solo a unas mesas de mí y no quise interferir. Parecía muy bien acompañado.
Hubo un momento en el que la chica con la que estaba se levantó para ir al lavabo y entonces él reparó en mi presencia.
Nos sonreímos y se acercó a mi mesa sentándose frente a mí.
-¿Qué haces aquí?
-Ya ves- dije mostrándole mi aspecto.- Parezco un pato mojado.
-Estás guapa de todos modos.
-Muy amable.- en aquel momento su acompañante regresó a la mesa se sorprendió al no verle allí y en cambio verle conmigo.
Se acercó a mi mesa y se cruzó de brazos esperando una explicación.
-¿Interrumpo?- Dios menudo tono de voz. Era como si se hubiese tragado un silbato. Intenté reprimir la risa y se me hacía insoportable. Me disculpé, dejé pagado el café y me fui. Una vez fuera de su vista no pude más y rompí a reír.
-¿Cómo me dejas solo con ella? Pensé que iba a arrancarme los ojos.
-Lo siento pero no podía más.- seguí riéndome de corazón. Hacía tiempo que no me reía tanto.
-Eres mala. Menos mal que he podido huir antes de que se abalanzase sobre mí. Me has salvado.
-¿Esa es la chica por la que te quedaste?- tenía curiosidad. Esperaba que no. Era mona pero en cuanto abría la boca… Sería perfecta para Jonathan.
-¿Qué sabes tú de eso?
-Tú hermano me lo contó. Dice que hay una chica que te vuelve loco y que por eso no volviste a Cádiz.
-Si. Algo de eso hay.
-¿Y era ella?
-Que va. No se puede comparar. La chica que a mi me gusta no se le parece en nada.
-Entonces me encantaría conocerla.
-Tal vez algún día. Aun no le he dicho que me gusta.
-Eso no parece propio de ti.- Javier me había dicho que Nico no era nada tímido con las chicas.
-Creo que no soy el Nico de siempre.
-¿Por qué?
-Es una sensación que tengo desde esta mañana. 
-Quizá no es asunto mío pero si quieres contármelo- no me atrevía a mirarle. Si lo hacía descubriría una verdad que no quería ver.- Puedes confiar en mí.
-Me parece que no estás preparada aún para saberlo. Mejor que esperemos un tiempo. Yo tampoco estoy preparado para decir según que.
-Vale. Dime solo si debo preocuparme.
-No puedo decirte eso. No te conozco y no sé como te lo vas a tomar. Solo te pido que no pienses en ello.
-Ahora me quedo más preocupada.
-No me hagas caso.- se acercó a mi para darme un beso en la mejilla y se fue.
Aquello no me dejó más tranquila. Decidí que hablaría con Javier sobre lo ocurrido. Me había quedado preocupada.
Afortunadamente había dejado de llover, así que me fui a casa a cambiarme antes de pillar un buen resfriado.

No hay dos...¡Sin tres! (Serie Love 04) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora