09

470 64 4
                                    

-Hay algo de lo que quiero que hablemos. Ven conmigo.
-Te has puesto muy serio. Me asusta que vayas a decirme algo que pueda hacerme daño.
-Nunca haría eso. Confía en mí.- le seguí hasta el tejado del instituto y esperé a que me contase lo que pasaba.
De camino oí a varias chicas hablar de unos gemelos guapísimos que habían llegado nuevos al instituto. Sentí una pizca de curiosidad.
-Bueno, cuéntame. ¿Qué es eso tan importante?
-Quiero ser yo el que te diga esto antes de que te enteres por otras personas.
-Dime que pasa. 
-Tengo un gemelo, Nico, y estudia en este mismo instituto.
-¿Vosotros sois los gemelos de los que todo el mundo habla?
-Me temo que si.
-¿Y como os diferenciaré?
-A simple vista no es fácil, y si no hablamos aún es más difícil, así que puedes distinguirnos por esta peca.- se señaló la parte inferior del ojo.- Yo la tengo en el izquierdo y él en el derecho.
-Tendré que ir con cuidado. No quisiera equivocarme.
-Una cosa más. Él día en el que tu amiga vino en tu lugar, Nicolás fue en el mío. Me puse enfermo y justo él llegó ese día y pensé que antes de que creyeras que era un imbécil por no asistir, preferí que pensaras que Nico era yo. Mi hermano vive en Cádiz con mis tíos. No quiso mudarse para no dejar a sus amistades.
-Pero ahora vive aquí. ¿Y ese repentino cambio de parecer?
-Nada más llegar, Nico se cruzó con una chica de la que se enamoró como un loco y a la que volvió a ver más tarde. Pensó que si se quedaba, tal vez tendría la oportunidad de conocerla. Cuando me invitasteis a comer con vosotros me negué porque había quedado con él. Fui a presentároslo pero no estabas y les pedí a los demás que no te dijeran nada porque quería hacerlo personalmente.
-Me alegra que lo hayas echo.
-¿Que pasara ahora?
-¿Con lo de tu gemelo?
-Con lo que pasó anoche. Quiero que me digas que no me estoy volviendo loco al pensar que casi nos besamos porque soy totalmente consciente de que me pasan cosas contigo y me da miedo perder lo que tenemos. Me da miedo despertarme un día y descubrir que todo no es más que un sueño.
-Yo tampoco quiero que pase nada de lo que vayamos a arrepentirnos. No he dejado de pensar en todo lo que he vivido a tu lado. Has impedido que me alejara de ti una vez, y desde ese día que no dejo de pensar en que habría ocurrido si no me lo hubieses impedido.
-En aquella ocasión me dijiste que tuviese cuidado. Quiero que me digas el porque.
-Ya me han hecho daño antes. Solo quiero que esta vez sea diferente.
-Lo será. No voy a hacerte daño. Nunca arriesgaría lo que tengo contigo. 
-Gracias.
-¿Y respecto a lo de anoche?
-¿Te refieres a nuestro NO beso?
-Si.
-Dejemos que el tiempo decida.
-Está bien.

-Estás loca si piensas que voy a hacerle eso a mi hermano.
-Va a ocurrir de todos modos me ayudes o no. Tú quieres conseguir a Mónica y yo a tu hermano. Solo tienes que quitarme a esa niñata de en medio.
-¿Qué tienes tú en su contra?
-Nada, pero me gusta tu hermano y no me importa quitárselo a ella.
-Olvídalo. No eres más que una niña malcriada.
-Tú mismo. Si prefieres quedarte mirando mientras la chica de tus sueños se queda con tu hermano allá tú.
-Eso no es asunto tuyo.
-Déjame decirte que yo si voy a hacer algo.
-No te atrevas a hacerles daño.
-Tus advertencias no me asustan.
¿Y si aquella chica cumplía su propósito? Temía que si nos avisaba a su hermano o a mí, ninguno de los dos le creyera.
Se reunió con sus compañeros del equipo de fútbol y quizá aprovechara para preguntar acerca de esa tal Miranda.
Se enteró por sus compañeros que las animadoras entrenarían aquella tarde también y si no recordaba mal, su “melli” le había dicho que yo había entrado en el equipo de animadoras.
Durante el entrenamiento de la tarde, estuvo más bien desconcentrado.
Había estado preguntando por ahí y no le había gustado nada lo que le contaban de Miranda, lo que no hacía más que preocuparle.
Cada vez estaba más convencido de que avisar a su hermano era lo mejor.
En el momento en el que el equipo decidió hacer un descanso, se volvió y ahí estaba.
Algo le decía que no se acercara, pero no pudo evitar. Quería conocerme.
Cuando me tocó el hombro, me volví y le sonreí.
-Hola Nico, ¿estás en el equipo de fútbol?
-Si- estaba completamente desconcertado- ¿Sabes quien soy?
-Javier me habló de ti, y me ayudó a diferenciaros- le sonreí y me volví para dejar el botellín de agua y luego volví a mirarle.- ¿Querías algo? Por eso te acercaste, ¿no?
-Es solo que me resultabas familiar.
-¿Alguien importante para ti? ¿Un amor?
-Lo has adivinado.- ambos nos reímos y creo que fue entonces cuando Nico decidió que lucharía contra su hermano si era necesario con tal de ganarse mi corazón.
-Parece que vamos a vernos todos los días. Por cierto, soy Mónica.
-Pues eso parece. Encantado- nos dimos dos besos y entonces pareció que de pronto recordaba algo importante.- ¿Tú conoces a una tal Miranda?
Nada más escuchar el nombre, mi sonrisa desapareció. En su lugar, apareció la tristeza más grande que Nico había visto jamás.
-¿Por qué? ¿Qué te han dicho?
-Se me presentó y parecía que te conocía muy bien- no esperé a que terminara de hablar.
Me encerré en el vestuario a llorar.
¿Por qué había tenido que mencionarla? Él no tenía porque saber lo que Miranda me había echo y estaba más que segura de que ella tampoco se había presentado de ese modo, pero en el instituto todos sabían de lo que era capaz.
Nico por su parte no entendía nada. ¿Por qué había salido corriendo al oír el nombre de Miranda? Aquello ya no podía dejarle ninguna duda. Estaba más que claro que ya me había echo daño en el pasado. 
Mientras yo intentaba serenarme antes de volver a dar la cara ante Nicolás, pensé que no era justo que ella volviese a interponerse. ¿Qué le había echo yo para que me odiase tanto? 
Una vez frente al espejo me odié a mi misma por dejar que Miranda ganase. No podía permitirlo. No iba a dejar que creyese que podía herirme de nuevo. Ni ella ni nadie.
Cuando me sentí más calmada regresé junto al resto de las animadoras. Busqué a Nico con la mirada pero ya no había nadie del equipo de futbol por los alrededores. 
Realicé el ensayo pensativa. No podía dejar que me afectase verla o al oír su nombre. Era horrible.
Tras terminar los ensayos y ducharme salí corriendo por si aun podía alcanzarle.
Encontré a algunos de sus compañeros que me dijeron que ya se había marchado.
Corrí hacia la puerta principal y ahí estaba, junto con Javier.
Le llamé y ambos se volvieron.
Saludé a Javier pero era más importante poder hablar con Nicolás. Me sabía realmente mal como le había dejado plantado.
-Siento mucho lo de antes. Perdona. No es que siempre salga huyendo- aunque si que lo hacia. También debía corregir eso de mí.
-No lo he pensado ni por un momento.
-Me alegra saberlo- compartimos una sonrisa de complicidad y entonces Javier descubrió la verdad. Comprendió que yo era la chica que volvía loco a Nico.
-¿Te vas ya?- interrumpió de pronto.
-Pues si. Tengo que ir a hacer un recado.
-¿Te acompaño?
-No hace falta. He venido en coche.- saqué las llaves de mi jeep del bolso, me despedí y alejé de allí.
Una vez solos, Javier y Nico se miraron. ¿Qué se suponía debían hacer ahora?
Volvieron a casa en silencio. Ninguno de los dos podía asimilarlo.

En realidad no había ningún recado. No sabía que era aquella sensación que me oprimía el corazón, pero desde que me había colocado entre los dos hermanos que no me la había sacado de encima, por eso me fui. 
No quería pensar lo que aquello podía significar. Prefería que siguiese siendo un misterio, pues era el único modo en el que las cosas no pudieran complicarse más, aunque sabía que ya era tarde para eso.
Intenté no darle más vueltas y pasar lo que quedaba de tarde tranquila esperando pacientemente que llegase la hora de mi encuentro con Javier.

-¿A que ha venido exactamente lo que te ha dicho Mónica?
-Antes de nada quiero que sepas que no voy a decirte esto porque ella sea mi chica misteriosa porque no es el caso. Quiero que me escuches atentamente y luego júzgame si es lo que quieres.
-¿Qué es?
-Cuando os vi en la cafetería esta mañana comprendí que nos habíamos fijado en la misma chica y una parte de mí decidió alejarse. Alguien se acercó a mi por detrás y me pidió que me interpusiera entre vosotros.-al ver la cara de su hermano insistió aun más en que no se lo estaba inventando.- Sé que suena a excusa pero no lo es y la verdad es que preferiría que lo fuese. Esa persona va a hacer cualquier cosa para interponerse entre Mónica y tú y estoy seguro de que nada va a detenerla y menos aún después de lo que me han contado.
Le contó a Javier todo lo que él sabía. Desde el nombre de la chica hasta lo que la gente iba contando por ahí. 
-Parece ser que ya le hizo algo a Mónica pero nadie a querido decirme nada. Parece que nuestra chica tiene una espina clavada muy dentro y aun se está recuperando.
Javier comprendió entonces algunas de las cosas que yo le había dicho. Ahora empezaban a encajar las piezas. Miranda era la chica de la que yo lo había advertido y la razón por la que yo seguía teniendo esa tristeza en los ojos. ¿Qué era exactamente lo que me había echo para que yo aun siguiera lamiéndome las heridas?
-Hoy le pregunté a ella por Miranda y salió huyendo, por eso vino a disculparse después.
-Entiendo.
-¿Me crees?
-Si. Ahora entiendo muchas cosas.

-Cariño, ¿puedes venir un momento?
-Claro mamá. Estaré ahí en diez minutos.
-Si estás haciendo algo con tus amigos puede esperar, es solo que quería recordarte lo del baile benéfico. 
-Tranquila, me acuerdo- el mismo baile cada año. ¿Cómo podría olvidarlo?- De todos modos no estoy haciendo nada así que voy para casa.
-Muy bien. Te esperamos.
-¿Esperamos?- que raro… Papá jamás volvía a casa antes de las siete. 
¿Quién habría en casa con mi madre?
Un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Esperaba que no fuese él. Por favor, que no sea él.
Diez minutos más tarde y treinta oraciones después llegué a casa.
-Hola cielo.
-Hola mamá. Dime que no es…
-Estás estupenda. Nunca me canso de mirarte.- si lo era. No podía creer que hacía ese memo en mi casa.
-Hola Jonathan.- Jonathan era el hijastro de la mejor amiga de mi madre. ¿Cómo podía alguien tan genial como Ivette haberse casado con alguien que tenía un hijo como Jonathan? Jamás había conocido a alguien tan arrogante como él. Además, no entendía el porque estaba obsesionado conmigo con la de fans que tenía.- Estás…igual.
-He crecido.
-No me había dado cuenta.- aun seguía llegándome por el hombro.
-No importa. 
-¿Qué haces aquí?- podía notar la mirada de mi madre y la de Ivette sobre mí. Creo que ambas estaban intentando de aguantarse la risa. Las dos sabían de sobra que no lo soportaba.
-Ha sido culpa mía. Avisé que venía a ver a tu madre y quiso venir si o si. Parece que estaba deseando verte.
-Pues ya me has visto. Ahora tengo deberes. Si me disculpáis.
-Claro cariño.
-Gracias por venir Ivette.- besé a mi madre y abracé a su amiga. Al 
volverme hacia Jonathan, vi que ya había preparado sus labios para besarme así que le di unas palmaditas en la cabeza y me fui escaleras arriba.
-Esperaba algo más.
-Siempre esperas algo más. ¿Por qué no la dejas en paz?- quiso saber Ivette.
-Por que me gusta mucho.
Otro escalofrío volvió a recorrerme el cuerpo de nuevo. Tenía que buscarme una pareja para el baile. Urgente.
Los chicos de la pandilla estaban todos emparejados. Lidia y Dani iban juntos desde que Lidia apareció en nuestra vida. Luis e Isabel también y por descontado Olga y Raúl. Aquel año no quería ir sola y menos con Jonathan rondándome.
Por el momento lo mejor que podía hacer era centrarme en los deberes y ya pensaría en el baile en cuanto fuese el momento. Aun tenía dos semanas por delante.

No hay dos...¡Sin tres! (Serie Love 04) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora