Capitulo 12

2 0 0
                                    

Mitch estaba obsesionado con Benjamín, su mejor amigo de toda la vida. Él no lo sabía, de hecho ninguno de los dos se daba cuenta de nada. Los sentimientos de Mitch eran una máquina del desastre, bueno, solo para él. Toda su vida, cargando con una mentira en su cabeza y en sus pensamientos. Pero no le importaba, aun amaba a Benjamín. Toda su vida esperaba una oportunidad. Tenía una mente de chica. Bueno, casi. Siempre se imaginaba a ellos dos en un cuarto frio, una tormenta afuera, silencio, ellos dos completamente solos. Que no hubiera ningún obstáculo entre ellos y Mitch pudiera abrazarlo y sentirlo suyo, solo suyo. Que nadie se lo quitara. Pero, permanecía en silencio, era lo único que le importaba, su razón de vivir.

Siempre recordaba la primera vez del todo. Cuando lo conoció, cuando empezó a sentir cosas por él, cuando lo vio besar a otra chica por primera vez, cientos de cosas que al final, no cobraban ningún sentido.

Tenía seis años y era el primer día de clases en la academia. Era tan solo un niño plantado en un parque lleno de niños que no conocía. Benjamín no lo había visto, ni tampoco Mitch a él. Se la pasaba examinando una piedra que encontró en forma de corazón. Tenía la mirada baja, sin ponerle atención al mundo, a lo que lo rodeaba. Un balón rodó hacia el distrayéndolo de su roca. Chocó con las puntas de sus zapatos y tubo el balón en su poder. –Hey niño, pasa el balón- Le dijo una voz ahogada entre la multitud. Era Benjamín. Un niño blanco, muy blanco. Ojos cafés, muy oscuros. Cabello liso inclinado hacia un lado. Era feo, muy feo. Mitch lo pasó sin problema, de hecho lo hizo bien. Benjamín no estaba tan cerca. Había tres niños del equipo en contra de él impidiendo el paso. Atrapó la pelota y se fue. Mitch, siguió examinando su roca. Quería pintarla cuando llegara a casa. Sonó la campana, y el sintió pasos cada vez más cerca de él.

-¡Hey!- lo saludó Benjamín. Mitch lo miró con desdén. –Hola- Saludó. –Soy Ben, ¿Cómo te llamas?- Lo saludó con la misma emoción, entregándole la misma sonrisa.

-Mitch- Dijo ahogando su nombre, -¿Mou?- Preguntó confundido

–Mitch, Mitch Nicoles- Dijo con claridad –Así me llamo-

-¿Por qué no juegas con nosotros mañana?-

-No me gusta- Dijo seco.

-¿Cómo que no te gusta?- Le preguntó, de nuevo. Mitch quedó sorprendido. Ningún chico de su clase se le había acercado antes. Benjamín tenía ojos mate. Ojos de un color seco, un color definido, bien hecho. Era difícil mirarlo a otro lado, te obligaban a poner atención. Mitch se sentía demasiado cerrado con él. Como si no pudiera escapar a otro lado.

-Simplemente no me gusta- dijo

-¿Qué te parece si nos hacemos amigos?- preguntó Benjamín con amabilidad. –No-Dijo Mitch de inmediato –No quiero jugar con ustedes-

-¡No importa!- Insistió Benjamín –Podemos hacer otra cosa diferente como examinar rocas- le dijo desviando su mirada a las manos de Mitch con la roca de corazón.

Mitch sintió que había algo raro ahí, por fin alguien se le acercaba. Antes de tener ese pensamiento desde pequeño, llegó Ben. Que siempre estaba ahí.

-Ten- Le entregó Mitch el corazón de piedra, con la mano temblando. -¿Ah?- Dijo confundido. –Toma, Creo que ya no lo necesito-.

Después de tanto tiempo, Mitch y Benjamín eran, inseparables. Para Mitch, La piedra de corazón era todo en ese momento, era su entretención. Nunca supo porque se la entrego de repente, tal vez ya ni la necesitaba.

Empezó a sentir cosas por Benjamín a los ocho años. Era confuso cuando lo trataba de aceptar. A veces, creía que estaba loco, que era anormal. Se encerraba en su habitación casi desnudo dándole un recorrido completo a toda la pieza, sin llegar a una conclusión. Menos, cuando estaba con él. Cuando se reían de la gente en la calle, cuando el otro se tropezaba o se caía. Benjamín tenía una sonrisa de retrasado, pero mataba a Mitch. Sabía que no tenía que fingir. Porque nunca sospecharía de eso.

El tiempo necesario para crecer.Where stories live. Discover now