Capitulo 4

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Había pasado una semana hasta que entré a clases, después de mi conversación con Loren. Las cosas no habían cambiado. Ellos y su felicidad, yo y mi silencio. Pero está bien, no es tan malo pensé.

La noche del viernes no era muy agradable, ni tan poco muy prometedora. El sábado era la entrega de notas, antes de eso una comparsa. Me parecía estúpido, aunque tuve que hacerlo por un maldito diez. Se suponía que debía acostarme temprano, eso hice aunque no sirvió de nada.

Mis pulmones emitían un silbido de ahogo atreves de mi respiración, que acortaban mi respiración y la hacían acelerarse hasta que perdía el sueño de nuevo. Luego de todo eso me quedaba quieta y me perdía en mi cabeza, en un sueño profundo.

Veía un cielo brillante, perfecto. Sentía el césped áspero pasando por mi mano. ¡Por Dios mis manos! Eran pequeñas y delicadas al igual que las de un bebé. Alguien me abrazaba, sentía un calor diferente al de los demás. Era un calor que daba tranquilidad y esperanza. Otra razón por la cual seguir viviendo.

Era amor, era mi mamá abrazándome. Sus ojos estaban cerrados y sus respiraciones eran pasivas al igual que el sonido de las olas del mar. Apoyé mi pequeña cabeza estrechándola hacia el pecho de mi madre y sentí sus latidos.

Iban a un ritmo lento aunque fuerte, tranquilizador. Ese sonido iba desapareciendo, poco a poco. Y luego sus respiraciones se fueron trabando. La piel de mi madre se congeló, mi mamá estaba muerta.

Desperté.

Me miré las manos, y se habían alargado. Abrí los ojos con dificultad, pero luego las lágrimas calientes me dejaron ver mejor mi fría habitación. Sentí un jalón por dentro, como si hubiese intentado vomitar. Miré a mí alrededor y no encontraba a mi mamá, el calor de mi cama me desesperaba.

Baje de ella y me arrodillé al borde en el piso. Respiré agitada y mi cabeza daba vueltas. Hasta que sentí mejor la soledad del cuarto encerrándome. Quedé así un rato hasta darme cuenta de todo lo que había pasado, esa sensación hermosa que disminuía y desvanecía lentamente.

Pensé en mamá, en papá, en mi hermano, en mi abuela. Como si ese tipo de cariño fuera una parte de mí, y me estuviera comiendo. Esos recuerdos brillantes de pequeña estuvieran saltando en cada parte de mi cuerpo.

Me fui a la cocina con cuidado, no era mucho el recorrido ya que el apartamento era pequeño. Entre y se escuchaba el zumbido del refrigerador y el viento que traspasaba la ventana. Ya no estaba tan dormida, aunque estaba demasiado débil. Mi gata estaba encima de la lavadora, sus ojos se veían grandes y abiertos.

Abrí el grifo y tomé un vaso. Lo llené con agua de la llave, el sonido era demasiado abundante y suave, no lo abrí mucho para que se demorara en llenarse. Mientras contemplaba el color del cielo de la madrugada y el misterio que se escondía en el más allá.

Cerré el grifo y ahogué mi garganta con el agua literalmente, luego tomé tres vasos más hasta que sentía molestia y rebote en mi esófago. Me fui directamente a la cama, ahogué mis gemidos en la almohada. Decía cosas como –Te quiero mamá- o –No te vayas papá, no me abandones mamá-

Duré así un buen tiempo, no sabía qué horas eran. Tal vez las tres o las cuatro, pero no tenía mucho tiempo. Se suponía que debería estar durmiendo pensé aunque no me importó. Abracé a un peluche que había en el rincón de mi cama tratando de buscar ese calor. No lo hice pero intente refugiarme en el que pude alcanzar, no quería dejar ir a mamá.

Me tranquilice y mis desesperaciones se hicieron polvo. Mi cabeza se fundió en la almohada y mi cuerpo flotaba en la nada, como si el colchón se lo hubiese comido y no me hubiese dado cuenta.

Lentamente.

-Despierta- Escuché un susurro entre todas las distorsiones de mi cerebro, luego alguien me dio un beso en la mejilla. La cuarta parte de mi cerebro estaba aún dormida, pero sabía que pasaba a mí alrededor. Quería seguir durmiendo, sin tan solo verme sabía que no tenía un buen aspecto. Mis padres no se habían dado cuenta de absolutamente nada, de la tortura que trató de aniquilar mi cerebro. Escuchar la voz de mi madre me alivió un poco, me podía volver a confirmar que era todo un sueño.

Me levante y casi me arrastraba en el piso. Me miré en el espejo, y tenía razón. Mi cara estaba húmeda y pálida. Mis ojos estaban adoloridos y ligeramente rojos, se notaba la fatiga en mi mirada. Tendí mi cama y me di una ducha corta. Luego me puse la camisa correspondiente al equipo que representaba mi curso.

Fui a desayunar, la mesa estaba sola. Mi hermano se estaba duchando y mis padres estaban preparando lo que les faltaba. Aún seguía examinando mis manos, comparadas con las de esa noche. Era extraño sentir ser otro yo, mi mente era totalmente diferente.

Era un mundo basado en tranquilidad, en colores y en sensaciones simples. Tan solo comer helado, ver películas, salir al parque... solo cuando estaba con mi familia. La soledad en el jardín infantil me abrazaba aunque no me daba cuenta, no les veía importancia a las demás personas. Luego, comencé a conocer la realidad que pasaba por mi vida y la vi de la peor forma.

Llevé el plato a la cocina y lo enjuagué, faltaba poco para ir al colegio. Mi mamá nos acompañó abajo para coger el bus que nos iba a llevar. Bajamos y esperamos un buen rato.

Miraba a mi mamá de reojo contemplándola más y más, aunque con miedo de acercarme porque sentía de nuevo que iba a irse de un momento a otro. Podía examinar detalladamente la cara de mi madre. Sus ojos cansados y forzados aunque bien abiertos. Sus labios perfectos, su nariz pequeña y delicada, su piel plena y vibrante. Nadie podía igualar la belleza de mi mamá, ya que tenía una parte de mí imposible de explicar.

Fue un impulso fuerte el que me atacó de repente, iba a llorar. Estaba a punto de tirarme a abrazarla a no separarme de ella. Nunca antes había deseado a una persona de esa forma, porque veía a mi papá también. Sus ojos marrones, su nariz respingada, sus labios tenues, su actitud.

-Mamá- Dije atreves de un chillido, era como para decírmelo a mí misma -¿Qué pasó mi amor?- preguntó.

-Es que...- Traté de decirlo pero me lleve la mano a la boca, sosteniendo el brazo con el codo –Tu, ¿me amas?-

Los ojos de mi mamá se hicieron un poco más pequeños, como si hubiese sido el colmo preguntar algo así –Tú lo sabes muy bien- dijo mamá –Por supuesto princesa, ¿Lo dudas?-

-Es que...- Empecé a temblar –No sé cuál es el concepto de amar-

-Pero tú que entiendes por amar?- Me preguntó algo insegura de lo que acabo de decir

–Tener el latido de la otra persona y seguir su ritmo, el resto de su vida- respondí

Llegó el bus y debíamos ir deprisa. Mamá quedó desconcertada sobre lo que le había dicho, yo no sabía que ella no podía entender el sueño que acabe de tener. Me guie con el único hecho de pensar en eso. Tenía una pequeña idea de lo que era el amor.

-Cuídate hermosa, nos vemos en un rato para recoger tus calificaciones- Dijo y me abrazó fuerte, luego me besó la mejilla. Asentí y subí con mi hermano.

El tiempo necesario para crecer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora