capitulo 9

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-Suerte, preciosa- Le susurré cuando su madre se acercó, le sonreí modesta y me despedí haciéndole señas con la mano, siguiendo a papá.

Empezaron a caer gotas grandes resonando en el pavimento de los senderos hacia los salones, dejando pequeños rastros. Mamá aún seguía en el salón de mi hermano, y La madre de Austin también hacía fila con él.

Nos quedamos sentados al borde, en unos ladrillos alineados haciendo una barrera con las plantas que estaban detrás, ambos mirábamos el salón de mi hermano, y a mamá sentada en frente del profesor.

Papá me dio un beso en la mejilla.

-Princesa, ¿Quieres ver tus calificaciones?-

-Perdí un logro- Lo interrumpí inconscientemente –Lo siento, enserio-

-Lo sé- Dijo calmado poniéndome una mano en el hombro –Al lado de tus compañeros, esto no es nada. Sin embargo, tendrás que hacer las recuperaciones-

Un respiro fresco pasó por todos los rincones de mis pulmones proporcionándome la tranquilidad que necesitaba.

A pesar de todo, mis problemas no eran tan graves como creía, si no los enfocaba tanto. Amé no tener mis manos tensionadas y sentirlas relajadas, mi corazón producía un pulso lento y calmado.

Abrecé a papá y me sentí aún mejor, no parecía él.

No parecía el tipo de "Papá" del que siempre le temía. El evasivo, el cortante, el grosero que él creía que era el que yo merecía. Por más que yo me odiara a mí misma, no merecía a mi papá de esa forma.

A veces me gustaba pensar después de una pelea ruda con el llena de insultos pasados, cuando los pasillos iban a romper por los gritos e incluso por los golpes, me imaginaba como caerle encima con un cuchillo y apuñalarlo, guardando la rabia en lágrimas ardientes que resbalaban de mis mejillas más rápido que la lluvia resbalándose por el cristal de las ventanas.

Luego, papá siempre me pedía perdón. Un rato antes de que lo hiciera me prometía a misma que no lo perdonaría, pero una vez el me lo pide, no puedo evitar sentir una luz adorable en él que me ponía pensar en que era mejor si lo hacía.

Cuando los cuatro íbamos directo a casa.

Cuando llegamos, todos estábamos cansados. La casa estaba ordenada y las camas estaban tendidas a la perfección. Era evidente que ninguno de nuestros dos papás quería cocinar, entonces cogieron el teléfono y pidieron comida china.

Yo moría de sueño, y fui directo a la cama de mis padres.

Volví a mirar las ventanas donde resbalaban gotas de lluvia y el ruido me tocaba una canción que me producía aún más ganas de cerrar los ojos. Finalmente, me olvide de todo y mamá me cerró la puerta.

El tiempo necesario para crecer.Where stories live. Discover now