Era hora

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Las últimas palabras de mi madre dan vueltas en mi cabeza, como si las estuviera susurrando a mi lado. Me obligo a mí mismo a no bajar corriendo las escaleras y ponerme a gritar frente a ellas. Retrocedo lentamente alejándome del vacío que tengo frente a mí. No sé qué hacer, no tengo a donde ir. Intento pensar pero no puedo, todo lo que tengo en la cabeza son esas palabras <<Padres biológicos>> Solo significa una cosa, soy adoptado, y en estos diciente años nadie tuvo el valor para decírmelo. Quiero correr, pero no se hacia dónde. Intento calmar el fuerte latido de mi corazón inhalando y exhalando lentamente, las manos me sudan y mi cara está caliente. Tengo que pensar. No puedo salir corriendo porque sabrán que las escuche y en este momento no estoy de ánimo para comenzar una discusión. Asi que solo camino hasta mi habitación, me quedo unos minutos parado mirando la pared, intentando recordar que venía a buscar, hasta que veo la toalla, el tomo y vuelvo al baño.

Listo para irme, aunque no sé dónde, estoy bajando las escaleras, contando los pasos que se me separan de la puerta.

-Te iras sin saludar a tu hermana -dice Alice bloqueándome el camino.

<<No eres mi hermana>> pienso, aunque no lo digo, se bien que no será de ayuda.

Intento sonreír, aunque sin mucho éxito. Ella parece notar que estoy incomodo porque sonríe con tristeza, frota mis hombros y se aleja sin decir más nada, dejando una suave fragancia a flores mientras camina. Estoy bastante seguro que sabe que lo sé, y siente pena por mí.

Antes de que alguien más se entrometa en mi camino salgo por la puerta principal y subo al coche de Gio. Sigo sin saber a dónde ir, pero no quiero pasar ni un minuto más en esta casa. Quisiera estar con Gio en este momento, hablarle sobre todo esto, que me ayuda a entender porque mi madre no me lo ha dicho antes, y aun peor, todavía no me lo confiesa. Aprieto mis manos en el volante, se me hace tan familiar, me recuerda a cuando era niño

Conduzco por las calles de New Jersey hasta que noto que la aguja del medidor de gasolina está indicando que queda casi vacío. Doblo en la siguiente esquina en dirección a la estación de servicio más cercana.

Estoy estacionado al lado del surtidor de combustible intentando encontrar dinero entre mis cosas cuando escucho que alguien golpea el vidrio cerca de mi oreja.

-Dakota -digo bajando la ventanilla pero sin mirarla.

Apoya sus brazos en la puerta y me mira, como si estuviese estudiándome.

-Alguien está de mal humor. ¿Te dejo tu noviecita? -No respondo -Oh no, no estarías en su auto si lo hubiera hecho. ¿Ahora tienes que cargar su tanque?

La miro, tiene una media sonrisa dibujada en su rostro, aparentando superioridad. Ahora lleva el cabello corto, pero se siguen notando algunas puntas de color verde. No quiero hablar con ella, en este momento en realidad no quiero hablar con nadie. Así que sigo sin responder. Abro la puerta del coche obligándola a correrse hacia atrás y camino entrando a la tienda.

-Solo tengo 20 -le digo al hombre que está detrás del mostrador.

El solo me observa y suspira.

-Que llene el tanque -dice Dakota poniendo unos billetes sobre el mostrador.

Miro el dinero sobre la mesa y después a ella, el corte no le sienta mal, pero me alegra ver que ya no encuentro nada en ella que me atraiga, solo la veo como a una chica. Una muy enigmática. No entiendo la razón por la que me está ayudando, nunca fue de dar dinero a las personas, tal vez se está reconstruyendo. Odio tener que deberle algo, pero la verdad es que necesito el dinero. Y ella tiene mucho. Así que no protesto

-Gracias -Mi voz sale plana y baja.

-Bueno, ahora tú y tu noviecita me deben. -Y entonces veo a la verdadera Dakota, a la chica que le gusta tener a las personas en la palma de sus manos para poder manejarlas a su gusto.

OPUESTOS (editando)Where stories live. Discover now