Humillar personas es lo que mejor sabemos hacer

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Estiro un poco mi cuello para ver la hora en el reloj de Zack. Diez minutos más y soy libre.

–Toma –dice entregándome algo por sobre la mesa.

Mi celular. Mierda, si hubiese sabido que lo tenía no hubiera hecho la estupidez de entrar a su casa.

No le agradezco. Ni siquiera lo miro. Solo tomo mi teléfono y lo guardo en el bolsillo delantero de mi jean negro.

–Oye, lo siento. No...

–Silencio –dice la profesora.

Sigo ignorándolo por el resto de la hora. Por el rabillo del ojo puedo notar que me mira. Podría hablarle y decirle que no me interesan sus disculpas, que me deje en paz. Pero quiero ver como sufre y me ruega. A toda mujer la gusta que le rueguen, sentirse superior. Y yo no soy una excepción.

El sonido del timbre logra que mis nervios se dispersen y vuelva a respirar con normalidad. Al terminar de guardar mis cosas ya casi no hay alumnos en el aula. Me pongo junto a Alex frente al escritorio de la profesora nos miramos por unos segundos y después hacia abajo.

–Señoritas –dice la profesora obligándonos a la mirarla –estoy cansada de darle sermones, así como aseguro que ustedes están cansadas de escucharlos, así...–Dice poniéndose de pie y caminando alrededor del escritorio sus tacones resuenan en el aula vacía –que solo diré que tiene pocos meses para lograr un buen promedio. Eso es todo.

Asentimos y salimos al pasillo lleno de alumnos. Las voces y el sonido de los casilleros al cerrarse llegan a mis oídos logrando distraerme. Mientras me acerco a mi casillero veo a alguien recostado en él. Apuesto a que puedo adivinar quién es.

Al verme llegar se corre. Abro la puerta del casillero creando una barrera entre nosotros y comienzo a vaciar mi mochila.

–¿Por qué en vez de ignorarme no solo me dices que no quieres hablar conmigo?–dice cerrando la puerta de golpe, lo que hace que yo de un salto hacia atrás.

Cuelgo la mochila a mi hombro y trabo nuevamente el candado.

–No quiero hablar contigo. Y lamento que tengas que entrar a tu cuarto por la venta. –Sonrío falsamente y me alejo.

Zack

<<Lamento que tengas que entrar a tu cuarto por la ventana>> Resuena en mi mente. Ahora entiendo todo. Le doy una patada a la puerta y maldigo en voz baja. Esta chica no tiene limites.

–¡Mamá! –grito bajando las escaleras.

–Ya lo sé, llame a un cerrajero, pero no vendrá hasta mañana –dice con su falsa mirada de compasión.

–Cancélalo –digo saliendo por la puerta principal.

Me paro frente a la casa. Más específicamente frente a mi ventana.

–Bien, ¿Cómo era que ella hacia esto? –digo para mí mismo.

Sacudo mi cuerpo y me acerco a la enredadera. Engancho mis dedos entre las maderas tirando para ver si es resistente. Espero soporte mi peso. Me impulso hacia arriba y comienzo a escalar.

Una vez dentro me dirijo a la puerta y la destrabo.

–Ya estoy dentro –le grito a mi madre.

No alcanzo a oír que me responde porque cierro la puerta y me tiro sobre la cama.

Estoy en un coche, no es el mío, es mejor, es del tipo antiguo. Voy por una carretera que no conozco, solo, veo tierra y arboles a mis costados. Pero se perfectamente a donde voy, hacia Nueva York, donde puedo alejarme, desaparecer, lejos de mi madre y su control, lejos de todos. Cuando miro nuevamente hacia mi derecha ya no estoy solo, estoy con Gio. Ella tiene sus pies sobre el tablero, golpea sus piernas con las manos al ritmo de la música. Me mira, sonríe y me señala el frente. Su expresión cambia totalmente, se endereza en el asiento tapando su cara con ambas manos. Estoy desconcertado, miro el frente pero no logro ver nada más que una enorme luz que acerca a nosotros. Segundos después todo negro.

Me despierto con la respiración acelerada. Mi corazón retumba en mis oídos, es el único sonido que logro escuchar. Me quedo mirando la oscuridad hasta que mi respiración se estabiliza. No es hasta ese momento que me doy cuenta que me quede dormido sobre las sabanas, todavía estoy vestido y con las zapatillas puestas. Tomo mi teléfono para saber qué hora es. 6.30 a.m, dentro de media hora sonará mi alarma. Enciendo la lámpara y me levanto arrastrando los pies hasta el armario lo abro y tomo un poco de ropa. Al cerrarlo un porta retrato sobre el escritorio llama mi atención, yo no lo deje ahí, nunca estuvo ahí, cambiar las cosas de lugar no es algo que yo haga seguido, nunca mejor dicho. Me acerco y lo tomo. Niego con la cabeza al ver los cuernos dibujado con marcador. Me esperaba algo peor, algo como aerosol en mis paredes o crema depilatoria en mi shampoo.

Salgo de la habitación directo al baño, me guio con las paredes hasta que mi visión se acostumbra nuevamente a la oscuridad. Al llegar ni siquiera enciendo la luz, solo me quito la ropa y entro a la ducha.

Me quedo alrededor de quince minutos dejando que el agua tibia me quite el sueño. Envuelvo una toalla en mi cuerpo de la cintura para abajo y salgo nuevamente hacia mi habitación.

Mi alarma suena justo cuando termino de vestirme, mientras froto una toalla en mi cabeza me acerco y la apago.

No quiero cruzarme con nadie de mi familia hoy así que antes de que todos comiencen a levantarse tomo mi mochila, mis llaves y salgo de la casa.

Estoy en el estacionamiento del colegio con un vaso de café en mis manos esperando a que alguien más que no sea el conserje o algún profesor llegue. Treinta minutos después los alumnos comienzan a estacionar sus coches a mis lados y a reunirse entre ellos.

Veo llegar a Gio y a Alex en su auto. Bajo del auto y corro hacia ellas.

–Oye –digo llegando hacia ellas con la respiración entrecortada –¿Podemos hablar?

–Estamos hablando –dice sin dejar de caminar y sin mirarme.

–Necesito que hablemos bien, a solas.

–No –dice alejándose.

No intento alcanzarla, solo acomodo mi mochila en mi hombro, le doy un sorbo al café y camino hacia el edificio.

Gio

–Si no hablas con él ella ganara –dice Alex cuando paramos frente a su casillero.

–Lo sé –me recuesto sobre las puertas de metal y suelto un suspiro –Es solo que no quiero hablar con él. Se lo que me dirá, y sé que lo perdonaré y todo será más complicado.

–Ay niña, estas confundida. Si quieres perdonarlo ¿Por qué solo no lo haces?

–Porque no quiero hacerlo. –digo dejando caer mis brazos a mis costados.

–Y no lo hagas. –cierra la puerta de su casillero y caminamos por el pasillo.

–Decirlo es más fácil que hacerlo.

–Pues lo siento pero no puedo ayudarte. ¿Quieres hacer algo divertido? –dice dejando de caminar.

–¿Algo como qué? –pregunto pero sin parar.

–Algo como para que puedas perdonarlo sin culpa. –vuelve a caminar a mi lado

–Está hecho.

Entramos a la primera clase, historia. La hora pasa lenta y aburrida, como toda clase de historia. Al sonar el timbre salimos del colegio y subimos a su auto.

–Bien, ¿Qué quieres hacer? –me pregunta cerrando la puerta del coche.

–¿Algo como pintar su auto?

–Eso sería cruel. Pero justo –Asiente animadamente.

Salimos del estacionamiento en busca de alguna ferretería. Estacionamos frente a la misma en la que compre el aerosol para Dakota y bajamos.

–¿Dónde quieres hacerlo? –pregunta mientras entramos a la tienda.

–Justo eso pensaba. Si lo hacemos en el colegio lo humillaríamos más de lo merecido.

–¿Tu crees? Humillar personas es lo mejor sabemos hacer.

–¿Qué necesitan? –pregunta la chica del mostrador.

–Pintura en aerosol... –dice Alex –preferentemente que sea color rosa.

OPUESTOS (editando)Where stories live. Discover now