25-. Negociación

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El tiempo pasaba cada vez más rápido, y eso, entre muchas otras cosas, significaba que dentro de poco empezaría una nueva vida como padre. Los nervios me estaban consumiendo por completo. La ansiedad, las dudas... todo se arremolinaba en mi cabeza para terminar convirtiéndose en estrés y frustración. 

Sin embargo, antes de que llegara el tan ansiado momento, había algo más de lo que debía encargarme: de mantener a la manada lejos de mi familia. Y en caso de que no fuera posible, contaba con las suficientes balas de plata para acabar con ellos.


Le eché un vistazo rápido al calendario que colgaba sobre la pared, y caí en cuenta de que en unos pocos días volvería a haber luna llena. En otras palabras, me enfrentaría a Darwins en la última ronda del torneo, y el ganador se disputaría el puesto de Alfa contra Abraham. Lo más probable, al menos basándome en el historial de los licántropos, era que el perdedor de esta contienda fuera ejecutado por su oponente. Aunque, por supuesto, lo mejor sería no averiguarlo de primera mano. 

De improviso, mi teléfono comenzó a sonar. La llamada provenía de un número privado, algo poco común, pero suponiendo que podía tratarse de un cliente, decidí atender.

—Buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar?

—Hunt, ya conseguimos a la presa ideal —soltó una voz grave al otro lado de la línea—. La cacería será dentro de una hora, te esperamos en el centro de la ciudad.

—Entendido, allí estaré.

En seguida, cerré el local y tomé un taxi a casa. Bajé del vehículo con prisa, busqué las llaves en mi bolsillo, e introduje la indicada en la cerradura. No obstante, al hacerlo, el corazón se me detuvo. Alguien había forzado la puerta.

Recorrí el pasillo de entrada y la sala sin notar nada extraño, ni huellas ni nada que sugiriera el uso de violencia. Sin embargo, cuando pasé por la cocina, sentí que el mundo se me venía abajo. Había un enorme charco de sangre en el suelo y varias salpicaduras a lo largo de la pared. No era suficiente como para asumir una muerte por desangramiento, pero sí para preocupar a cualquiera.

—¡Alexandria! ¿Dónde estás? —grité, sin obtener respuesta. Con un último atisbo de esperanza, corrí hacia nuestra habitación y me asomé al estudio, pero tampoco estaba allí. 

Me llevé las manos a la cabeza, y la angustia amenazó con nublar mi razonamiento. Quizá había salido con su hermana, o fue a comprar algo... Pero aunque así fuera, no existía ninguna explicación lógica para la cerradura ni mucho menos para tanta sangre. 

Entonces, se me ocurrió llamarla a su teléfono, y luego de que hubo sonado por algunos segundos, alguien contestó:

—Pensamos que nunca llamarías.

—¿Quién carajo eres tú? —inquirí sin poder disimular mi rabia.

—Soy un hombre de Dios, la única persona que puede devolverte a tu amada, sucio licántropo.

—Espera, ¿son templarios? —se me formó un nudo en la garganta.

—Parece que aún nos recuerdas.

—¿Cómo olvidarlos? —gruñí—. Sea como sea, si hay algún problema entre nosotros, podemos llegar a un acuerdo que no involucre a Alexandria. Ella no tiene nada que ver con ustedes.

—Sí, tienes toda la razón, pero es la única manera de garantizar que colabores.

—¿Qué quieren de mí? ¿Dinero?

—Por supuesto que no, ese es el menor de nuestros intereses —se aclaró la garganta—. Queremos que acabes con los miembros restantes de la manada. Cuando lo hayas hecho, te devolveremos a la chica.

—Está bien, los conduciré con ellos durante la luna llena más cercana. 

—Nada de eso, la última vez perdimos a demasiados hombres. Lo harás tú mismo y luego nos proporcionarás alguna evidencia para corroborarlo.

—Acepto el trato, pero quiero asegurarme de que Alexandria esté a salvo. Pónganla al teléfono.

Oí cómo arrastraban algo por el suelo, seguido de algunos pasos, y finalmente, distinguí la voz de Alex al otro lado de la línea. 

—Oliver, ¿qué está pasando? —Sonaba asustada, a punto de romper en llanto.

—No lo sé, cariño, pero encontraré alguna manera de liberarlos —traté de mantener la calma—. ¿Estás bien? ¿Le hicieron algo al bebé?

—Por supuesto que no, no dejaré que toquen a mi pequeño.

—Y si no es tuya, ¿entonces de quién es toda la sangre de la cocina?

—De ellos. Cuando entraron a casa tomé un cuchillo e hice lo que pude para mantenerlos a raya —aclaró, adoptando un tono firme—. Si no hubieran estado armados, podría haberme deshecho de un par.

—No pienses en eso ahora, Alex. Lo importante es que los sacaré de esto muy pronto...

Antes de que terminara la frase, alguien le arrebató el teléfono de las manos, ladró algunas órdenes en italiano y retomó la llamada.

—Sabemos que robaste al menos un cartucho lleno de balas de plata. Úsalo a consciencia.

—¿Y cómo sé que después de hacer todo el trabajo sucio no acabarán conmigo? —espeté.

—¿No te basta la palabra de un hombre de Dios?

—Alguien que trabaja para la organización más corrupta de la historia y secuestra mujeres embarazadas no me transmite mucha confianza.

—Tú solo no eres ni de lejos una amenaza para nuestros objetivos. Una vez que cumplas tu parte, haremos lo propio y no volveremos a tener contacto contigo. 

—Sigo sin confiar en ti, pero supongo que no tengo más opciones.

—Sabia decisión, estaremos esperando tu reporte —dijo mi interlocutor antes de colgar.

¿Qué se suponía que iba a hacer ahora? ¿Y cómo? Si me rehusaba a obedecer, matarían a Alex y al bebé, pero si la manada descubría mis intenciones, las cosas no serían distintas. 

Le di un puñetazo a la mesa del comedor, volví a la habitación y saqué un cigarrillo de mi mesita de noche. A continuación, me lo puse en los labios y lo encendí.

—Estoy jodido, definitivamente jodido —solté una bocanada de humo—. Aunque si he de morir, moriré por los míos.

Me dirigí al estudio, abrí la gaveta inferior, y extraje la pistola con balas de plata. Retiré el cargador para contarlas, y tras asegurarme de que no faltaba ninguna, volví a introducirlo en el arma. 

—Ya casi es hora de la cacería —suspiré, saliendo de casa.

Escondí la pistola en la parte trasera de mi pantalón, tiré el cigarro al suelo y lo aplasté con la suela de mi zapato. Acto seguido, comencé a andar hacia el punto de encuentro con los licántropos.


Canción: Narcissistic Cannibal

Banda: KoRn

Wolfhunt | Shining Awards 2017Where stories live. Discover now