28-. La biblioteca

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Escalofríos bajaron por mi espinazo cuando Frost pronunció aquella acusación contra mí, y eso bastó para obligarme a salir del estado de shock y recordar que, si no escapaba con rapidez, iban a destrozarme pieza por pieza, condenando así a Alexandria y al bebé. 

Tensé la mandíbula, decidido a luchar por ellos, y vino a mi mente la pistola con balas de plata que había traído al encuentro. Se hallaba junto a mi ropa, a unos pocos metros de distancia. Si conseguía distraer a la manada por algunos segundos, podría alcanzarla.

—¿Acaso hay pruebas de lo que dices? —solté lo primero que se me ocurrió, y avancé disimuladamente hacia el objetivo.

—Las cintas de seguridad del hotel capturaron a un licántropo recorriendo los pasillos días después de que nos masacraron. Todos tenemos coartada para esa fecha, ¿tú dónde estabas? —al ver que no respondía, añadió—. Quizá creíste que nunca te descubriríamos, pero la verdad siempre sale a flote.

—¿Por qué lo haría? —continué moviéndome hasta estar seguro de que podía alcanzar el arma con facilidad—. Implica más riesgos que beneficios para mí, no vale la pena.

—Ambición, eso es lo primero que se percibe en ti. ¿Y qué mejor manera de obtener el poder que matando al Alfa para...? 

Sin darle tiempo a completar la frase, saqué el arma de entre mis cosas, quité el seguro y apunté al pecho de mi interlocutor.

—Son de plata y no me faltan ganas de usarlas, así que quédate donde estás y sigue mis instrucciones al pie de la letra. 

—Lamentarás esto, grandísimo bastardo —amenazó Abraham, hirviendo de ira—. Te superamos en número y somos expertos rastreando enemigos, no llegarás demasiado lejos por tu cuenta.

Tenía razón, por supuesto, pero no iba a dejarme intimidar. Por el contrario, debía lucir confiado. Había llegado hasta este punto, y si jugaba mis cartas de manera inteligente, tal vez fuera capaz de cumplir mi cometido.

—Permanezcan en sus formas humanas y pónganse de rodillas —ordené, y a excepción de Vincent y Rusell, todos obedecieron—. ¿Ustedes qué...?

Rusell se abalanzó sobre mí, haciendo que me viera obligado a dispararle. Este se desplomó como un saco, y en un acto inútil de reflejos, trató de cubrirse la herida con las manos. Vincent quiso lanzarse a socorrerlo, pero lo intercepté con un balazo cerca del cuello, y cayó junto a su compañero.

—Me encargaré personalmente de vengar sus muertes, Hunt —gruñó Frost—. Tarde o temprano daremos contigo.

—Eso lo veremos —retrocedí con la pistola en alto y sin atreverme a darle la espalda a los lobos, en caso de que alguno intentara un ataque a traición—. Si alguien decide seguirme, ya sabe bien a lo que se atiene —tan pronto como los perdí de vista, empecé a correr en dirección contraria.

Tras varios minutos de carrera ininterrumpida, divisé la carretera por donde había venido, y haciendo acopio de las pocas fuerzas que me quedaban, emprendí el largo camino de regreso a casa.

Estaba agotado, sentía que el corazón se me iba a salir por la boca, y chorros de sudor frío bajaban por mi rostro. Seguía con vida, sí, pero ahora que los licántropos me habían descubierto las cosas solo podían ir a peor.


Anduve aproximadamente hora y media sin aminorar el paso, y no fue hasta que crucé la puerta de mi domicilio y la cerré detrás de mí que pude respirar aliviado; aunque no por mucho. Era cuestión de tiempo para que la manada hiciera acto de presencia y vengara a sus muertos. 

Busqué una maleta grande —la única con la que contaba—, guardé un par de mudas de ropa, y vacié todo el dinero que escondía en las gavetas del estudio en su interior. A continuación, abandoné la vivienda, y caminé calle arriba con el equipaje a cuestas.

Necesitaba un lugar discreto para pernoctar sin que me encontraran, uno que no llamara tanto la atención, y en seguida, tuve una idea.



Al final, había optado por alojarme en un hotel a las afueras de la ciudad y pagué en efectivo para reducir las posibilidades de ser localizado. Por fortuna, era un lugar bastante discreto y la persona que me atendió no hizo demasiadas preguntas, así que el registro fue rápido y sin complicaciones.

El resto de la noche pasó con una lentitud exasperante, y cuando por fin conciliaba el sueño, el sonido de alguien caminando por el pasillo exterior activó mis alertas y me despertó. Al cabo de unos cinco minutos, escuché que tocaban la puerta de mi habitación, y me levanté de la cama dando un salto. 

—¿Quién es? —inquirí, sacando la pistola de debajo de la almohada y quitándole el seguro.

—Departamento de limpieza —respondió una voz femenina desde el otro lado—. Solo queremos saber si...

—No, gracias —la interrumpí—. Todo está en orden.

—Como usted diga, si necesita algo no dude en llamar a recepción —el sonido de sus pasos se desvaneció hasta perderse en la lejanía. Volví a asegurar el arma, respiré hondo, y fui al baño para tomar una ducha. 

El insomnio me había hecho pensar en una manera viable para solucionar el problema de una buena vez, y para evitar que las cosas se siguieran complicando, debía ponerla en práctica a la mayor brevedad posible.

Me vestí con unos gastados pantalones de mezclilla, una sudadera negra y zapatos deportivos del mismo color. Extraje algo de dinero de la maleta, camuflé el arma entre la ropa que llevaba puesta, y me dirigí a recepción. Allí pagué para extender el alojamiento, y solicité un taxi con rumbo a la biblioteca pública.

Los licántropos estaban empeñados en custodiar sus archivos, por lo que, pasara lo que pasara, siempre había uno de ellos encargándose de esta labor. Cambiaban de turno dos veces al día, y todos los miembros con cierto tiempo de antigüedad, incluyendo el Alfa, estaban obligados a cumplir. En otras palabras, era la oportunidad perfecta para tenderles una emboscada.

El vehículo se detuvo de golpe, indicando que acabábamos de llegar a mi destino, así que le pagué al taxista y procedí a bajarme. A continuación, ingresé al edificio, y me dirigí a la parte trasera del mismo. Por suerte para mí, esta se encontraba vacía. 

Inmediatamente, reconocí la puerta que conducía a mi objetivo y saqué la pistola de mi pantalón. Giré el pomo con lentitud, evitando emitir cualquier ruido que delatara mi presencia, y entré listo para enfrentarme a lo que viniera.


Canción: My Plague

Banda: Slipknot

Wolfhunt | Shining Awards 2017Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα