22-. Fotografías

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Había sido un día muy tranquilo en el estudio de tatuaje. No apareció ningún cliente y tampoco tenía citas programadas, por lo que aproveché ese tiempo libre para limpiar un poco. Barrí el suelo, deseché algunos papeles acumulados y me dediqué a revisar las demás cosas del local, entre ellas, las fotografías enmarcadas junto a mi laptop. Y tan pronto como mi mirada se posó en la imagen grupal de Nameless, me invadieron los recuerdos.



Le di un trago largo a mi lata de cerveza mientras que los demás miembros de la banda conversaban. Ben, el guitarrista, se limitaba a permanecer sentado en silencio junto a mí, a la vez que Tyler, el tecladista, se encargaba de conducir la furgoneta.

—A ver, Chris, ¿cómo se supone que pudiste participar en el concierto? Pensé que necesitabas una autorización firmada por tu madre —inquirió Sam.

—¿De verdad crees que una firma iba a detenerme? —bebió de su botella de ron—. Llevo años imitándola para el colegio, podría hacerla con los ojos vendados —todos nos echamos a reír.

—Tenía entendido que el alcohol dañaba tus cuerdas vocales, Taylor —arqueé una ceja a modo de burla.

—Si no bebo, mi madre dañará mi buen humor —se encogió de hombros—. Supongo que eso es peor.

—Tu argumento es sabio, buen hombre —dijo Ben, que ya estaba visiblemente borracho—. ¿Aún apesto a cigarro?

—Déjame ver —Chris se inclinó sobre él, y en seguida arrugó la nariz—. No, no hueles a cigarrillos, pero sí a mierda —resopló.

—Por supuesto, señor higiene. ¿Piensas que después de saltar durante una hora de presentación voy a conservar el perfume?

—Eso es cierto, pero antes de empezar también apestabas —replicó Chris, soltando una sonora carcajada.

—Acabamos de bajarnos del escenario y ya están borrachos —reclamó Tyler, sin quitar los ojos del camino—. Si siguen así, terminarán con el hígado hecho trizas.

—Por pensamientos tan aburridos como ese, estás asignado a conducir todo el tiempo —Sam negó con la cabeza—. Como sea, más alcohol para nosotros. ¿Quién quiere otra cerveza?

Todos, a excepción del tecladista, levantamos la mano con rapidez. Sam abrió la hielera y repartió una para cada uno.

—Un momento, Chris, ¿no estabas bebiendo ron? —pregunté, viendo que aún sostenía la botella en su mano derecha.

—Mortales —abrió la lata, le dio un trago largo y vertió el ron restante en su interior.

—Si te tomas eso, la resaca te comerá vivo mañana.

—No le hagas caso —Ben abrió su billetera y le enseñó un billete arrugado—. Te doy veinte dólares si te la acabas ya mismo.

Antes de que hubiera terminado la frase, el chico se llevó la bebida a la boca. Segundos después, la lata estaba completamente vacía, y el guitarrista no tuvo más opción que cumplir su palabra y entregarle el dinero.

—Si sigues así, terminarás siendo protagonista de alguna novela barata —bromeó Sam, que llevaba unos cuantos tragos encima, pero permanecía consciente.

—Espero que el escritor no me mate —dijo con la mirada perdida—. Y si lo hace, quiero que sea algo digno. No uno de esos clichés aburridos donde explotan para salvar a alguien.


Sonreí al recordar aquella noche, cuando dimos nuestro primer concierto fuera de la ciudad. Al día siguiente todos, a excepción de Tyler, teníamos una resaca tan fuerte que ni siquiera pudimos ir a clases. Eso sin contar los castigos que recibimos por habernos escapado y regresar ebrios.

Wolfhunt | Shining Awards 2017Where stories live. Discover now