Capítulo 4: Baby you can drive my car.

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  • Dedicado a Paul Walker, descansa ángel.
                                    

  —¿Nina? ¿Eres tú? —Mi mamá me llamó desde la cocina.

  —Sí, ya estoy en casa, mamá —Le hice saber, dirigiéndome hacia ella.

  Su rubia cabellera se encontraba recogida y escondida tras una gruesa banda para el cabello, un delantal protegía su ropa y sostenía en alto su libro favorito de cocina, mientras que con la otra, revolvía una mezcla en un gran tazón de vidrio.

  Así como papá y yo amamos la escritura, ella ama la cocina. Ella es una talentosa repostera. Y papá es profesor de Literatura en una escuela privada. Algún día quiero publicar exitosos libros como él lo hizo, “El asunto de causa y consecuencia” Por Gregory Landfield, se trata —obviamente— del karma en sí y es uno de los libros que adornan mi biblioteca con mucho orgullo. Y cómo olvidar “De mentes maestras y casos inusuales”, “La música en un mundo paralelo” y “El vals de la rivalidad”. Fueron sus días de gloria, hasta que prefirió dejar eso para convertirse en padre a tiempo completo.

Le estaré agradecida toda mi vida.

—Pensé que era tú padre, ven aquí, tengo las manos ocupadas —dijo ella, haciendo un ademán con su cabeza.

Sonreí y me acerqué para que depositara un tierno beso en mi frente.

—¿Cómo fue tu día? —me preguntó, volviendo su vista al tazón—. Pensé que irías con Penny Lane o Tessa a hacer algo después de clases.

Tomé asiento en una de las sillas junto a ella y descansé mi cabeza en mi mano.

—Mamá, dijiste que tú y papá se conocieron en la secundaria —le espeté, queriendo hablar del tema de Ryan con ella—, y que él era más popular que tú, ¿no?

Mi madre se detuvo en seco y dejó todo lo que estaba haciendo para centrar toda su atención en mí.

—¿A qué viene este tema? —Me sonrió radiante—. ¿Te... gusta un chico, Athena?

¿Qué si me gusta un chico? Llamar “chico” a Ryan me parece muy degradante.

—Ese rojo en tus mejillas te delata —inquirió, limpiándose las manos sin dejar de mirarme con aquel brillo revoloteando en sus ojos—. Nina Athena Landfield, ¿por qué no me dijiste antes que te gustaba un chico?

Mordí mi labio con fuerza.

—Porque no pensé que pudiese siquiera conocerlo —mascullé, bajando la cabeza un poco.

Algo en mi estómago se sacudió al recordar sus manos cerrándose en mi antebrazo, sus ojos mirándome preocupados y su sonrisa dedicada solamente a mí.

—O que supiese que existo —añadí en el mismo tono.

—¿De qué hablas, querida? —expresó mamá desconcertada—. ¿Quién no te querría como su chica? Eres absolutamente deslumbrante, lo tienes todo, belleza, integridad, humildad e inteligencia.

Puse los ojos en blanco.

—Lo dices porque eres mi mamá.

—Lo digo porque es cierto —rió entre dientes—. Y estoy segura de que quien quiera que sea ese chico, se fijará en ti.

 Lo único malo, madre, es que ese chico tiene una novia —que ni siquiera quiere— y es admirador de una identidad ficticia que yo cree en la web para hablar con libertad sin que nadie sepa quién soy realmente. Eso es lo único.

  —¿Alguien dijo la palabra que ningún padre con una hermosa hija de 17 quiere escuchar?

 No me había percatado de que papá había entrado.

XOXO, Blogger Girl ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora