CAPÍTULO 30

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Leah se encontraba dormida cuando Lorena fue a verla. Ella estaba preocupada por su hija. Pensaba que el cambio de ciudad había sido tan significativo para ella que incluso sus defensas se habían debilitado. Además, el crudo invierno de Soulville no ayudaba. Y así sería por otros dos largos meses.

Además de comprarle suplementos alimenticios, Lorena pasó por el supermercado para comprarle una pequeña estufa eléctrica que la ayudara a sopesar el invierno. Leah siempre había sido friolenta, y su pieza a pesar de estar también conectada a la red de calor termo panel, no era del todo cálida. Además, el balcón según ella no estaba en tan buenas condiciones y habían comprobado que no cerraba completamente. Dentro de sus prioridades estaba contratar a un maestro para que cuadrara correctamente las puertas de vidrio o en su defecto instalara algo que hiciera que el viento dejara de colarse por la parte de abajo.

Decidió dejarla dormir hasta que anocheció. Ahí fue cuando Robert, al llegar del trabajo, se ofreció a subir con una merienda y té caliente de frutos del bosque, el favorito de su primogénita.

Se encontró con que Leah estaba jugando con su celular. Después de que se fue el ente que la visitó se sentía infinitamente mejor. Casi como si la vitalidad le hubiese sido devuelta incluso con intereses.

Cuando Ross llegó pasada la hora normal de salida del instituto, le contó lo que le había pasado con lujo de detalle. Incluso la forma física que tenía el ser medianamente maligno cuando tuvo la oportunidad de verlo a contraluz. Aunque la respuesta que esperaba de él no fue la reacción que Leah esperaba, hizo caso omiso y sin filtros le hizo todas las preguntas que tenía acumula su cabeza.

Él mismo había dicho una vez que dos cabezas pensaban mejor que una, y esa precisamente se había convertido en su mantra cada vez que miraba a Ross buscando aprobación.

—Sabía que mis pesadillas eran viajes al... infierno.

—Como lo intuí —acotó él.

—¡Es aterrador, Ross! Voy ahí en mis pesadillas.

—Y dijiste que te preguntó cómo lo hacías y desde cuándo —añadió el fantasma.

—Y no supe cómo responderle. Porque de verdad no tengo idea.

—Eres una médium —Ross la miró con obviedad. A Leah le pareció que él estaba de mal humor. Puesto que al subir a su habitación no le había preguntado por qué se había regresado antes del instituto—. Supongo que está en tus capacidades.

—Ya, pero, ¿viajar al infierno? Suena todo un disparate, Ross.

—Así como también te llevarían al loquero si dices que puedes ver fantasmas.

—Y por eso nadie nunca lo sabrá. Cuando solucione lo tuyo mi vida volverá a ser la misma de antes, como sea.

—Y volvemos al principio —Ross esta vez cambió a un semblante de resignación—. Sobre eso, necesitaba decirte algo.

Leah se interesó y se acomodó en la cama en posición indio.

—Me mata la curiosidad, sigue, sigue.

Ross pareció dudar antes de comenzar a hablar. Porque le lanzó a Leah una mirada de genuina preocupación. Como si lo que fuera a decirle fuera a hacer una diferencia en la relación amistosa que habían comenzado a entablar.

—Soy sobrino de la psicóloga de tu instituto.

Leah frunció los labios.

—¿Sí? —no evitó preguntar, esa declaración la había tomado por sorpresa—. ¿Cómo lo descubriste?

—Tengo mucho tiempo libre —aclaró, pero Leah no se rió—. Me metí a su oficina el día que te envié mi lista de sugerencia de nombres de bebé.

El destino del fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora