CAPÍTULO 26

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Leah reconocía que la compañía de Ross se le estaba haciendo cada vez más llevadera. Y en cierto sentido le gustaba la idea de poder llevarse bien con él, porque de lo contrario hubiese inventado cualquier excusa para alejarse y seguir con su aburrida vida tal cual había hecho todos los años anteriores.

En sus planes figuraban algunas ideas vagas. Ideas que, con algo de imaginación, podían convertirse en una posible respuesta o solución a uno de los problemas que compartían. El primero de ellos era la interpretación de sus pesadillas. Leah había descubierto que mientras dormía, era capaz de viajar a ese tenebroso lugar con el castillo repleto de seres malignos.

También había comprendido que, aunque fuese contradictorio, al parecer no todos aquellos seres oscuros eran aterradores. Su único ejemplo de momento era el demonio que se robó la identidad de quién creyó sería su amiga en el instituto Signum Fidei. Pero era suficiente.

—¿En qué piensas? —preguntó Ross de repente. Leah se había quedado en silencio de un momento a otro, mirando un punto fijo en la habitación—. ¿Estás bien?

Rápidamente ella negó con la cabeza.

—Ah, no. No te preocupes. Solo estaba divagando.

Ross asintió para sí.

—Está amaneciendo... —dijo.

—Sí —bostezó Leah—. Y creo que ya es hora de levantarme.

—¿Y si duermes unos minutos más? Te ves cansada.

Leah miró a Ross con extrañeza.

—Si duermo ahora, después no habrá forma de que vuelva a despertar.

—¿Y si te despierto yo?

—No..., no lo creo. Me conozco, y de alguna forma lograré ignorarte para seguir durmiendo.

—¿Por qué? ¿Te ha pasado antes? —rio.

—Puede decirse que me auto convenzo que estoy levantándome..., y la verdad es que sigo acostada durmiendo. Es raro.

—¿En serio te pasa eso? —evitó reírse, así que solo esbozó una sonrisa que dejaba a la vista sus dientes.

—¡Sí! Cuando estoy muy cansada me pasa eso. Mi cuerpo simplemente deja de reaccionar. Se me coloca el sueño pesado, supongo.

—Me gustaría tener el sueño así —dijo Ross, sintiendo dentro de sí un extraño desasosiego. Sin embargo, evitó no externalizarlo—. Desearía soñar y dormir mucho.

Leah arrugó el entrecejo.

—En todo este tiempo he olvidado preguntarte eso. ¿No puedes dormir?

Ross rápidamente negó, y de inmediato sintió culpa al ver el rostro preocupado de Leah.

—No es que esté cansado —se apresuró a decir—. Es simplemente que, al igual que muchas de las cosas que tú puedes hacer y yo no, me son imposibles.

—¿Lo has intentado?

—Sí, pero lo único que consigo es cerrar los ojos. Sigo en alerta, escuchando todo lo que ocurre a mi alrededor.

—Vaya... no tenía idea —dijo Leah, tratando de colocarse en su lugar para entender sus sentimientos. Sintió culpa.

La médium no sabía cuánto tiempo Ross llevaba viviendo esa clase de vida en muerte. Pero al escuchar aquel sufrimiento silencioso, sus dudas se disiparon por completo: debía ayudarlo. De la forma que fuese, tenía que conseguir que Ross saliera cuanto antes de ese plano tormentoso del cual no podía encontrar salida.

El destino del fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora