CAPÍTULO 7

30K 2.5K 371
                                    

—¿Sí? —preguntó Ross, desconfiado.

Leah asintió lentamente.

—Sí, es ella misma. El gato ayer se me cruzó por el camino, cuando fui a comprarle.

—¿Crees que sea verdad que tenga el don?

—Parecía una abuelita simpática, quizás.

—¿Qué opinas? ¿La vamos a ver?

Leah tenía problemas con procesar tanta información en poco tiempo. Le ocurría que quería seguir descubriendo cosas, por un lado, y por el otro, le abrumaba la idea de aprender algo que quizás no le guste, o la desilusionara.

—¿Y si vas tú solo? Ahí sabremos enseguida si es una médium de verdad o no. Podrías ir a mostrarte y preguntarle si te puede ver o escuchar. Y ya si puede hacerlo, voy yo por mi parte y le pregunto sobre lo mío.

—¿De verdad quieres que vaya solo? Deberías acompañarme.

—No es como si te fuera a pasar algo. Ve tú solo y luego regresas a contarme cómo te fue.

Ross entrecerró los ojos.

—Eres una cobarde, ¿sabías?

Leah se paró y se dirigió a la ventana, para destrabarla. Luego la abrió y corrió las cortinas.

—Ve solo, yo no iré. Imagínate que no sea verdad, yo quedaría como una loca.

—Y, además, quieres que salte por el balcón...

—Ayer lo hiciste, no pareció molestarte.

—Ayer fue ayer. Hoy creo que eres una cobarde manipuladora... pero iré, no te preocupes —Caminó en su dirección, y a sabiendas, la atravesó para llegar al barandal—. Vuelvo enseguida.

Leah vio cómo Ross saltó sin dificultad hacia el ante jardín. Luego atravesó la reja y sin voltearse a verla como ella intuyó que haría, siguió caminando. Debido a la brisa fresca que había, se vio obligada a volver a cerrar la ventana. La misma que se cuestionó haber abierto, porque Ross, sin esfuerzo, pudo atravesarla.

Negó con la cabeza a su falta de costumbre. Y se recordó internamente que detalles como aquellos, no eran necesarios. Un poco impaciente por tener que esperarlo, se puso a ordenar. Al fin y al cabo, su padre se lo había recordado en el desayuno, y cuando él hacía aquello, llegaba del trabajo y verificaba que su palabra había sido tomada en serio. O, de lo contrario, se enojaba y se lo repetía, cosa que a ella no le gustaba.

Se decidió por terminar de desempacar las cajas de ropa, colocándolas en el armario sin mayor ceremonia que doblándolas en cuatro partes, separando sus camisas, suéteres y pantalones en los cajones correspondientes. Pues con que Robert viera que la habitación se veía ordenada, no había problema. Ya si la ropa estaba bien doblada, daba igual.

Terminó en poco tiempo. Y bajó las cajas vacías desarmadas al primer piso, junto a las demás. Habían averiguado y la basura pasaba al día siguiente, así que ahí se encargarían de botar todo. Volvió a subir al segundo piso, comenzando a cuestionarse la tardanza de Ross.

Entró a su habitación y siguió trabajando en ella. Arreglando sus adornos, barriendo, y cuando tuvo listo aquello, se fue a su pared decorativa, que tenía la mitad de las luces led instaladas, y el resto seguía en el empaque. Buscó el martillo y tachuelas. Y con ello siguió intentando terminar su decoración.

Su intención era llenar esa pared con aquellas luces, para poder prenderlas de noche y sentirse más segura. Pues, después de escuchar que Ross le dijo sobre la existencia de ángeles y demonios, su miedo a la oscuridad y a sentirse sola acrecentaron. Iría a la iglesia pronto, y llenaría una botella de agua bendita, para tenerla en su habitación y asegurarse de que los seres malignos no la molestasen.

El destino del fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora