CAPÍTULO 14

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Durante la clase de artes Leah no pensó en otra cosa que en Sabrina. Así que, al salir, lo primero que hizo fue ir a pedirle indicaciones a Francisca, la secretaria, para ir a verla al hospital. O al menos, a su cuerpo. Porque si su alma andaba deambulando como si nada en el instituto, significaba que la chica, lamentablemente, no solo había tenido un dolor estomacal, según ella.

Salió apresurada cargando sus cosas por delante, en busca de un medio de locomoción que la llevara al hospital donde estaba la chica. Como era nueva, le costó orientarse acerca de qué autobús le servía, así que, haciendo un par de consultas al guardia de la entrada, logró ubicarse en la garita con el número correcto en la mente a la que debía subirse.

Soulville le estaba sorprendiendo. Llevaba menos de dos semanas en ella y ya se había encontrado con dos fantasmas. Uno que estaba ahora viviendo bajo su techo, y la chica que, para su colmo, le había hecho el recorrido de los edificios y salas. Con la cual charló y además, no se despegó en toda la mañana.

Pensó en sus compañeros. Y en los ensayos de plática que había hecho en su mente la noche anterior en su casa. En donde se veía haciendo amigos, y charlando animadamente sobre su antigua ciudad. Lo cual, por obvias razones, nunca pasó, porque, a diferencia de lo que había soñado, los alumnos de ese instituto fueron recatados y ni siquiera tuvieron intenciones de hablarle ni darle la bienvenida. Solo Sabrina, y eso no era precisamente un punto a favor a su apabullada suerte.

Ahora todos pensaban que era solitaria y hablaba sola. Que se sentaba al final de la sala, y que se llamaba Leah, gracias a la lista de asistencia que pasaron en cada asignatura. Le dolió la cabeza, y pensó en eso todo el tiempo que estuvo esperado el bus. Cuando este se asomó a lo lejos, despejó sus ideas y rebuscó entre sus cosas la billetera y su pase estudiantil.

Para su fortuna no fue la única que detuvo el bus, así que se subió de las últimas y notó que el grupo de cuatro chicas que subieron primero, se sentaron cerca para charlar entre ellas, creando un perfecto cuadrado al haberse acomodado en los asientos que daban al pasillo. Estaban arregladas de tal forma que sus piernas quedaron apuntando hacia él, imposibilitándole la pasada a Leah.

Quedaban puestos disponibles solo atrás de ellas, así que sí o sí necesitaba cruzar el pasillo para sentarse. Las chicas la miraron brevemente, y luego siguieron charlando como si nada, ignorándola. El bus comenzó a andar y Leah tuvo que sujetarse del agarre colgante para no caerse.

—Permiso —les pidió en voz alta, un poco enojada por su desfachatez. Las chicas la volvieron a mirar, esta vez con el ceño fruncido. Leah les hizo lo mismo, hartándose—. Con permiso —alargó a propósito la última palabra, hablando en el mismo tono de antes.

Las demás personas presentes pusieron atención en el grupo. Sin mirarlas, pero escuchando todo.

Una de las chicas se enderezó para dejarla pasar, pero las otras tres se quedaron intactas, divertidas por la reacción de ella.

—Nancy, ¿qué haces? —la chica que habló le pareció conocida. Sobre todo por la mirada altanera y el rostro perfilado, demasiado fino para parecer saludable. Pero, por más que intentó, no supo saber dónde la había visto—. Si quiere pasar, que nos pida por favor, mínimo.

Leah, más enojada que antes, abrió la boca para protestar, pero las chicas se le adelantaron.

—Sí, mínimo —anunciaron las otras dos chicas, en coro.

La que se hacía llamar Nancy se sintió intimidada por sus amigas, así que volvió a sentarse mal, con las piernas apuntando al pasillo. Leah haciendo memoria, recordó que la chica que parecía la líder estaba en el otro curso de su nivel. Se hizo de su recuerdo porque en la fotografía de los cursos que estaban en exhibición en la entrada, ella estaba en medio, con un cabello largo de color rubio, perfectamente liso, sonriendo con suficiencia acompañada de sus secuaces, que no habían salido favorecidas como ella, que fácilmente podía inscribirse a un concurso de Barbie humana.

El destino del fantasmaWhere stories live. Discover now