CAPÍTULO 11

44.1K 3.2K 519
                                    

Al aterrizar, Ananciel se liberó del agarre de Bruno y le profirió una bofetada. La cual fue con tal agresividad, que este se tambaleó y la quedó mirando asustado.

Habían aterrizado en el campo de entrenamiento de su Pliegue. En el cual, por suerte para Bruno, no había nadie.

—¡¿Qué hiciste?! —ella le gritó. Tenía los puños cerrados a sus costados, hirviendo en rabia—. ¡¿Acaso eres idiota?!

Bruno se medio recuperó de la impresión, y se la quedó mirando sin decir nada. Eso hizo que Ananciel se enfureciera aún más y se abalanzara contra él convertida en luz una vez más, para golpearlo y dañarlo más que en su forma física.

Pues, sabía que, siendo de otra forma, la única que terminaría dañada sería ella. Ya que su oponente estaba varios niveles de fuerza más arriba, a pesar de ser competidores bastante homogéneos en cuanto a rescatar almas se trataba.

Al cabo de un rato de golpes por parte de ella y esquivos mal ejecutados por parte de él, Ananciel se cansó. Así que se detuvo y su cuerpo se volvió a solidificar lentamente.

Bruno yacía en el suelo, con su aura titilando, también recuperando su forma poco a poco.

—¿Por qué no te defiendes? —Ananciel se cruzó de brazos, mientras recobraba la energía que mal invirtió al golpear a alguien más fuerte—. ¿Es acaso porque soy una chica? ¿O será que sientes culpa y crees que te lo mereces?

No era la primera vez que le pegaba, sin embargo, sí lo era el que Bruno no se defendía. Ambos eran bastante agresivos mutuamente, y en lo posible, se evitaban para no armar conflictos innecesarios. Por eso ella estaba mucho más enojada que antes, pero no se lo dijo, así que se lo quedó mirando con severidad, esperando atenta por si a Bruno se le ocurría abalanzarse sobre ella.

Pero no lo hizo. Él se quedó sentado, en silencio, sobrellevando su dolor. Tratando de evitar lo más posible la conversación que Ananciel muy a cuestas de los puños y amenazas, quería sonsacarle.

A lo lejos, buscando algo que pudiera zafarlo de la situación en la que se encontraba, divisó que una burbuja de energía igual a la que los había traído a ellos, estaba aterrizando en la explanada de atletismo a unos cien metros de donde se encontraban. Ananciel, al ver que el rostro de él se ensombreció, miró en su dirección, sin lograr distinguir de quién se trataba, porque lamentablemente no gozaba de una muy buena visión.

Así que rápidamente sacó de su cinturón sus siempre útiles binoculares, y observó mejor de quién se trataba. Por curiosidad, más que por otra cosa.

Pero, lo que vio, la desalmó.

Era su amiga.

Y estaba herida.

Sin siquiera pensarlo, se transformó en luz y voló en su dirección, temiendo lo peor. Bruno notó lo mismo que ella y se incorporó de un salto para correr junto con ella, cojeando por las heridas que la chica le había provocado, y que tardarían algunas horas en sanar del todo.

Madelaine yacía en el suelo, y su aura estaba debilitada.

—¡Amiga! —Ananciel se arrodilló junto a ella y la comenzó a examinar para ver si estaba herida físicamente. Se veía sana, así que con un poco de su poder la obligó a convertirse. Y ahí, la coraza que siempre había demostrado tener, se destrozó—. ¿Cómo es posible? —Miró a Bruno—. ¡Ayúdame! ¡No te quedes ahí parado!

Él asintió, obediente. Rezando para sus adentros el que Ananciel se olvidara de la chica que habían dejado a su suerte en el accidente. O al menos, lo suficiente para buscar una buena excusa que lo justificara, y él ir a resolver el problema. Se agachó a su altura y trató de transferirle un poco de su energía a la chica. Esta abrió los ojos de golpe, para volver a cerrarlos de inmediato.

El destino del fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora